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Casada con el cruel millonario

Casada con el cruel millonario

Jess Queen.

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Capítulo

La historia sigue a la protagonista, Bárbara, quien regresa a casa después de años en el extranjero. Sin embargo, en lugar de encontrar alegría, se encuentra con una pesadilla en forma de un entorno opresivo y una familia que parece estar tramando algo turbio. Su padrastro la recibe con malicia apenas disimulada y le revela que está comprometida con Alexander Harrington, un hombre despiadado con el que Bárbara tiene un pasado conflictivo. La protagonista se enfrenta a la perspectiva de un matrimonio no deseado, utilizado como moneda de cambio en un acuerdo comercial entre su padrastro y la familia Harrington. Atrapada en una situación desesperada y sin escapatoria, Bárbara se enfrenta a un futuro incierto lleno de promesas rotas y sueños de libertad inalcanzable.

Capítulo 1 Regreso al infierno.

El regreso a casa después de años en el extranjero debería haber sido un momento de alegría y celebración para cualquier otra persona. Pero para mí, es solo el comienzo de una pesadilla que nunca termina.

Volver a casa.

Ser prisionera otra vez.

PERDER MI MALDITA LIBERTAD... OTRA VEZ.

El aire fresco de la ciudad de Londres, la que alguna vez llamé hogar se siente pesada y opresiva, como si estuviera atrapada en una celda diminuta.

Mi padrastro me recibe en el aeropuerto con una sonrisa fingida, sus ojos brillan con malicia apenas disimulada.

—Bienvenida de vuelta, Bárbara. Tengo noticias que compartir contigo, ya que te involucran.

Conozco ese tono, nunca es amable y se, que algo turbio se trae entre manos.

Me temo lo peor mientras me subo al automóvil que espera afuera del aeropuerto. Mi padrastro permanece en silencio durante el trayecto a casa, pero puedo sentir su mirada penetrante quemando la piel de mi nuca. Sé que algo está mal, pero no estoy preparada para lo que está por venir, quiero un maldito día de descanso antes de que la pesadilla comience.

Llegamos a casa y me encuentro rodeada de rostros familiares, sus familiares, todos sonriendo y felicitándome por mi regreso. Pero sé que detrás de esas máscaras de cordialidad se esconde un veneno oscuro e interesado. Todos son familiares de John y jamás me han demostrado interés... Todos ellos viven de la fortuna que me ha dejado mi madre y que administra mi padrastro.

Malditos parásitos.

John toma mi mano con una fuerza que me hace estremecer y se acerca a mi oreja solo para que yo lo escuche.

—He tomado una decisión , y como dije, te involucra. Sube a tu habitacion y ponte el vestido que deje sobre tu cama y baja inmediatamente. Si te tardas, subiré y estoy seguro de que no te gustará.

Los ojos verdes y maliciosos de John, son iguales a los de una serpiente que está a punto de atacar. Mejor hacerle caso, la última vez que hubo una reunión "Familiar" en la mansión, fue cuando me fui hace cuatro años, con la excusa de despedirme. No tenía idea que me enviaría a Alemania, a la universidad que él había elegido para mí sin consultarme y terminó humillándome frente a sus parientes, iguales de crueles y despiadados que él.

Subo las escaleras que llevan a mi habitación y al entrar me encuentro con un bonito vestido blanco. ¿De todos los colores que hay en el mundo, elige este color? Es un vestido fino, delicado y la cola larga... No, no seria capaz.

No debo pensar en cosas tan desagradables, apenas acabo de regresar.

El vestido no me queda mal, el blanco resalta el color de mi piel. Mis ojos oscuros en el espejo desaprueban lo que John eligió "especialmente" para mí. Recojo mi cabello rojizo en un peinado sencillo y retoco mi maquillaje.

Abandono rapido mi habitación, sé que si me demoro un minuto más, subirá por mí y obtendré marcas en mi piel muy bien escondidas de la vista de las personas.

Asi ha sido siempre.

Observo la decoración del gran comedor, no le habia puesto un minimo de atencion al llegar.

Blanco y dorado.

Flores aquí y allá, música suave y... un maldito pastel de bodas de dos pisos.

¡Hijo de perra!

Intento dar la vuelta para regresar a mi habitación pero, John me toma del brazo sin siquiera disimular amabilidad. Estoy en su entorno, rodeada de personas igual o peor que él.

—¿Adónde crees que vas pequeña inútil? Sé que eres una chica inteligente ¿Verdad? Ahora, debes hacer lo que te diga, porque de lo contrario, sabes muy bien lo que te pasará.

Aprieta mi brazo tan fuerte que, sé que después de cuatro años, aparecerán los primeros moretones.

Mi vista se nubla con las lágrimas que no puedo evitar derramar. ¿Por qué no huí cuando aún podía?

Volví porque no podía dejar la empresa que mi madre había construido en manos de esta bestia sin corazón. Por eso no escape... ¿Valía la pena? Claro que no, no después de lo que acaba de hacer conmigo. ¡Me hubiera quedado en Berlín!

—Este anillo no fue un regalo de tu parte el día que me enviaste al extranjero. ¿Verdad?

Él sonríe, la misma sonrisa oscura y cargada de malicia a la que me tiene acostumbrada.

—¡Por supuesto que no fue un regalo de mi parte! Pacte tu compromiso mucho antes de que te vayas, esa joya en tu mano es el anillo de tu compromiso con Alexander Harrington.

Alexander Harrington es el ser humano más vil y despiadado que pude conocer en mi vida. Sus padres son íntimos amigos de mi padrastro y tuve la desgracia de pasar tiempo con su hijo toda mi infancia y adolescencia.

Busco con la mirada y encuentro a la familia Harrington en una de las esquinas, conversando como si nada.

—¿Por qué él? No puedo creer que me hagas esto. ¿Qué clase de padre vende a su hija así nada más? Porque eso es lo que has hecho, venderme.

Una carcajada de John basta para que todos los ojos del gran salón se posen sobre nosotros. La familia Harrington se acerca al notar mi presencia. Los padres de Alexander y él, sin apuro en su caminar.

Despreocupado.

Soberbio.

De mirada altanera.

¡Lo detesto tanto! Me ha hecho la vida imposible todas las veces que estuvo cerca.

—Nunca quise hijos propios. ¿Qué te hace pensar que te quiero como a una? Solo eres una fina pieza de mucho valor para salvar la empresa de la quiebra. Tú eres la condición que Alexander exigió para los millones que recibiré esta noche.

Soy un maldito trueque.

—No quiero hacerlo.

Trato de que mi ritmo cardiaco se calme y mi respiración se normalice.

—Me importa muy poco, no tienes opción. Ahora compórtate como sabes que debes hacerlo o te hare la vida un infierno si decides oponerte.

Escucho con horror las palabras de John mientras Alexander se pare frente a nosotros, inexpresivo, con sus ojos recorriendo mi cuerpo de arriba abajo. La mueca que hace me confirma que no le agrado, nunca lo hice realmente.

Mientras mi futuro esposo, es descrito por los recuerdos de mi mente como un hombre de arrogancia desenfrenada, cuya riqueza y poder solo son superados por su crueldad y desdén por los demás, me ignora.

Mi padrastro habla de alianzas comerciales y deudas pendientes, pero todo lo que puedo escuchar son las cadenas que me atan a esta vida de miseria y tristeza.

Miro a mi alrededor y me doy cuenta de que estoy sola, rodeada de extraños que están dispuestos a venderme por un puñado de monedas de oro. El precio del silencio se ha vuelto más alto de lo que jamás hubiera imaginado, y sé que no hay escapatoria de esta prisión en la que me encuentro atrapada.

Y así, mientras la habitación da vueltas a mí alrededor y las sombras se ciernen sobre mí, me enfrento a un futuro incierto lleno de promesas rotas y sueños de una libertad que no tendré.

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