Son diferentes fábulas con animales, éstas son de carácter fantasía. Sirven para pensar ciertas cosas de la vida, y quizás acercar a las personas más pequeñas moralejas-valores.
Érase una vez un pequeño zorrito que en un día de tormenta perdió los rastros de su familia y no pudo encontrarlos más. Por lo tanto, continuó caminando todo el sendero del bosque, estrechito estrechito, los demás animales lo observaban de reojo pero no lo invitaban a pasar aquella noche turbia junto a ellos, porque, temían que los comería. Las ardillas se escondían. Hacían caso omiso a sus llamados desesperados.
Tenía su naricita mojada y pensó que pronto comenzaría a sentirse mal debido al agua que corría sobre su lomo. Su pelaje rojo se opacaba al caer esas gotitas tan finas. Lo que sucedió es que comenzó a reflexionar sobre la maldad de aquellos animales, lo estaban juzgando por su especie, era el depredador más voraz en esos momentos y también entendía que quizás no es que lo estaban rechazando a él, sino que únicamente lo hacían por miedo. ¿Acaso no rechazamos todos por miedo? Ese miedo a lo desconocido, a lo raro, siempre uno desea quedarse en un ambiente de confort.
Sin embargo, y de prisa, un conejo arribó a él con toda furia. Dio diez brincos para ponerse a su lado.
- Zorro, ven conmigo, no te mojes más. Entonces, el peludo rojo se sintió tan feliz que aceptó inmediatamente su tentadora propuesta. Agradeció infinitamente al conejo cuando arribó a su hogar junto a su familia. ¡Eran miles! Algunos se escondían de él, pero los más pequeños se acercaron y fueron de lo más hospitalarios, acariciaban su pelaje rojo y parecían encantados, se subían en su lomo y él reía, reía. Allí comprendió que al menos el conejo, enemigo suyo por naturaleza, fue quien lo invitó y cuidó con todas sus fuerzas, que de quien menos te lo esperes, estará ahí en tus momentos duros, donde te sientes abatido, caído.
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