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Yo era la heredera perdida de los Donovan, y finalmente regresé a casa después de pasar mi infancia en orfanatos. Mis padres me adoraban, mi esposo me idolatraba, y la mujer que intentó arruinar mi vida, Kiera Reese, estaba encerrada en un psiquiátrico. Finalmente estaba a salvo y me sentía amada.
En mi cumpleaños, decidí sorprender a mi esposo, Ivan, en su oficina, pero descubrí que él no estaba ahí. Lo encontré en una galería de arte privada, al otro lado de la ciudad, acompañado por Kiera. Así me enteré que ella no estaba encerrada en ningún hospital psiquiátrico. De hecho, lucía radiante, riendo al lado de mi esposo y de su hijo de cinco años. A través del cristal, vi cómo él la besaba; ese era el mismo gesto familiar y cariñoso que había usado conmigo esa misma mañana.
Me acerqué sigilosamente y los escuché. Él no accedió a llevarme al parque de diversiones en mi cumpleaños, porque ya le había prometido a su hijo, que cumplía años el mismo día que yo, que lo reservaría todo para festejarlo.
"Está tan agradecida de tener una familia que se creería cualquier cosa que le dijéramos", declaró Ivan, con una crueldad en la voz que me robó el aliento. "Casi me da lástima".
En ese momento, me di cuenta de que toda mi realidad, mi marido devoto y mis padres amorosos que en realidad financiaban esa vida secreta, no era más que una farsa que ellos habían mantenido durante cinco años. Y yo solo era la tonta que mantenían en el escenario.
De repente, mi celular vibró, con un mensaje de mi cónyuge, que aún seguía con su verdadera familia. Decía: "Apenas voy saliendo de la junta. Estoy exhausto. Te extraño".
Esa mentira casual fue el golpe final. Ellos creían que yo era una huérfana patética y agradecida a la que podían controlar, pero estaban a punto de descubrir lo equivocados que estaban.
Capítulo 1
"Todavía no puedo creer que le dieran a Kiera Reese un castigo tan laxo", se quejó Debi Frost, sacudiendo la cabeza mientras revolvía su café. "Especialmente, después de todo lo que te hizo".
Me estremecí al oír el nombre; aunque habían pasado cinco años, para mí todavía se sentía como una herida abierta. Por eso, musité: "Debi, por favor".
"Hablo en serio", insistió ella, con su instinto de abogada a flor de piel. "Era prácticamente tu hermana. Fue la chica a la que tus padres acogieron y colmaron de afecto durante años, incluso antes de encontrarte. ¿Y cómo les pagó a todos? Acusándote de plagiar su guion e intentando acabar completamente con tu carrera".
Suspiré, mientras me invadía un amargo recuerdo. Kiera Reese había sido la protegida de mis padres: la hija no oficial que había ocupado mi lugar. Cuando yo, la verdadera heredera de los Donovan, fui encontrada y regresé a casa, no pude vivir un reencuentro de cuento de hadas, pues ella se encargó de destrozarlo con sus celos. El escándalo de plagio fue su obra maestra de venganza, pero mi familia me respaldó.
"Me dijeron que tuvo un colapso mental total después de que se supo la verdad", dije, repitiendo la historia a la que me había aferrado durante media década. "Mis padres se sintieron responsables, así que la enviaron a la mejor clínica psiquiátrica para que recibiera ayuda. E Ivan estuvo de acuerdo en que era lo más humano. Ella ya no está, Debi".
Mis seres queridos dijeron que me protegieron, y les creí. Yo era Aliana Donovan, una guionista cuyo nombre finalmente estaba siendo reconocido, y quien se había reunido con la acaudalada familia que me había perdido cuando era niña. Tenía padres amorosos y un esposo guapo y exitoso. Estaba a salvo y me sentía amada. Los fantasmas del pasado, que incluían los orfanatos y la soledad, se sentían a un millón de kilómetros de distancia. Vivía una nueva realidad, sólida y verdadera.
"Aun así, desearía que Ivan no estuviera tan ocupado últimamente", suspiré, cambiando de tema. "De verdad quiero ir al parque de diversiones. Aunque sea por un solo día, quiero sentirme como niña otra vez", le confesé a mi amiga. Luego agregué: "Ya viene mi cumpleaños, así que le mandé un mensaje, preguntándole si podíamos ir, pero no mencioné que quería ir para celebrar".
Quería que fuera nuestro pequeño secreto. Justo en ese momento, mi celular vibró sobre la mesa. Parecía que había invocado a mi marido, pues su nombre iluminó la pantalla; yo sonreí y sentí que mi corazón se llenaba de esperanza.
"No puedo. Tengo un proyecto urgente en el trabajo. Estaremos hasta el cuello las próximas semanas. No le des vueltas", respondió tajantemente a mi petición.
Yo hundí los hombros y supuse que mi amiga se percató de mi expresión de decepción, pues extendió su mano sobre la mesa y con una expresión de aliento, me dijo: "Oye, ve a verlo. Entra a su oficina y dile que es tu deseo de cumpleaños. Ivan te ama y no tengo dudas de que dejaría todo por ti".
Esas palabras revivieron una pequeña esperanza en mi interior. Quería sorprenderlo, así que, una hora después, entré al reluciente vestíbulo de Biomédica Hughes, sosteniendo dos vasos con su café favorito. El guardia de seguridad del vestíbulo me dedicó una sonrisa educada, pero la secretaria de Ivan me detuvo junto a los elevadores, con una sonrisa de disculpa.
"Lo siento mucho, señora Donovan de Hughes, pero el señor Hughes tiene una cita privada esta tarde. Ya se fue".
"Ah", musité, tratando de ocultar mi decepción. "¿Dijo a dónde iba?".
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