PASIÓN Y DESEO
se preguntó qué hacía ahí. La miró desconcertado al notarla afligida, no era consciente de que ella habí
, ¿qué
bes qué, no te preocu
raria, sin llegar demasiado lejos antes de qu
qué h
fue una reacción tan natural, que ni siquiera se percató de que lo había hecho. Christina l
e obstinación que pusiste al ver m
an -dijo refiriéndose a dos chicos del servicio de aparcar autos, t
e. No se
serio y le pidió que no le hiciera pasar vergüenza. Christina, que ni siquiera subió el
d de mantener todo bajo control en cualquier situación, incluyendo una hipotética pelea con su novia, con la que no discutía
. Esa obsesión de Frank por vivir dentro de los paramentos de lo que consideraba una re
por la tranquilidad que Frank le ofrecía. Era un hombre decente, de naturaleza sosegada que la trataba con profundo respeto.
otivo por el que Christina se la pasaba fantaseando con dejarlo, idea que nunca se materializaba, porque vivía en un entorno asfixiante que la hacía cree
o, que malo por conocer y al final del día lo quería. ¿Cómo no quererlo? Frank tenía de todo,
necesitaba antes de que esta siquiera las pidiera. Tal vez, tenía la culpa por ser tan predecible, por convertirse en una mujer aburrida. Así que, cuando e
va, aunque fuese por cinco minutos. Respiró y se preparó para no caer en las tácticas apaciguadoras que solía aplicarle para domeñarla, ni en las caricias en la espalda o en los susurros tranquilizadores que de seguro iba a darle. Ella
, ¿explíca
rfecto, no tienes que contestarme de inmediato, pero veng
esto de entendimiento, cuando al
así? ¿Y sí me hubiese estado muriendo? ¿Qué tal que me hubies
to, él dio las cosas por zanjadas, sin saber que
te el teléfono, además del gesto de: ¡Qué fastidio, esta mujer de nuevo llamando!, cu
-Se quedó a medias, intentand
o me fastidias nunca
e se te puede ocurrir
pelear por e
ero saber: ¿por qué
momento de estar con mis amigos, yo no
molesto? -conte
ir, Christina. Perdóname y ya. Tú me c