Conociendo el paraíso
i tío, Abe
último escalón que le quedaba para tocar el suelo que todos estábamos pisando, me miraba con una sonrisa fingida, un poco nervioso por este encuentro. Y yo creyend
io-, esas no son las costumbres de est
dón
illa, al alejarse de mí nos miramos un buen rato, trataba de buscar alguna respuesta ante su mirada, no sa
de mi mamá, Lautaro,
go viéndolo, estoy
cho decir a alguien más y
usto Samuel y Lau
pies ya no daban más al igual que mi cabeza. Mojo mi rostro un poco, por suerte mi maquillaje era aprueba de agua. De pronto
a bien? -vuelve a dar unos pequ
e repente-,
creo que es el principal, de seguro cada habitación tiene su propio cuarto de baño, tenía mosaicos a
eño
los dos hermanos, Abel y Susan
ue tuve una urgencia -miro a la
evisto, pero mi hermano, Abel, le va a mostrar la casa. Imagino que despertó su curiosidad al ver una tan grande, la mayoría de nue
que se encuentra a unos metros, no la había visto cuando llegué, al parecer ll
a, te con
grandísimo ocu
bía una mesa en la ventana junto con un cómodo sillón donde uno podía mecerse, luego él me toma de
los ruidos de afuera pueden ser perc
escuchen que me ocultaste
l dinero que tengo... que en ese momento no lo tenía, pero aho
esa estúpida salida que me dijiste la
i era bueno
orpresa, realmente es una jodísima sorpresa. Por suerte pue
ero escuchar de
o conf
Qu
ió mi falda dejando en descubierto mis nalgas para poder apretarlas, me levanta para llevarme a una mesa, en esa corta caminata besa mi cuello, siento que toda mi piel se pone como la de una gallina, mis vellos se erizan, este momento era uno de los que siempre esperaba, todo este t
o lo llamaban, creo que
ar mi falda, y él se abrochaba su cinturón, estábamos tan agitados, lo es
om
ara
ultar lo que podría
ejillas se enrojecían, él se acerca nuevamente a mí y depo
oje
am
ramos a su hermano entrando al
as partes, el gran
er tenía muchos años porque ya no fabrican libros así, a no ser si se trata de una edición especial. Llegamos al come
e me s
a Horacio-, así tengo el placer de esc
n para poner su mano en mi espalda y llevarme a mi silla. Él no dejaba de mirar
ran profesora que admira mi J
en un intento de no sentirme