En Los Brazos de lá Mafia
pas
bi
mí mismo. No reacci
o nuevos moretones, despertando viejos moretones. Jadeé cuando la punta de su zapato golpeó mi estóma
r hacia arriba, parpadeé para aclarar la visió
entregó su soldado Alfonso. Quizás esta fue la última prueba para demostrar mi va
un tatuaje?
rció. - ¿Tu tatuaje? No
istí, sin importarme las consecuencias. -Pero seré
sperdicio de mi sangre. Tú y tus hermanas compartéis los genes contaminados de vuestra madre. Una decepción tr
segunda esposa, me trató como basura. Pensé que era para fortalecerme
nas. No permitiré que me avergüence
do
susurré. -Es
lfonso, quien se arremangó. El primer puñetazo me dio en el estómago y luego en las costillas. Mantuve mis ojos en
que no lo encue
lo
fun
s de mis costillas. Intenté abrir los ojos y sentar
taba
qué n
anza se
e? - re
me, muchacho. L
la voz d
taba sentado en el asiento trasero de un auto. Alfonso se volvió
luego me estremec
ondujo el coche hasta un aparc
las costillas y luego me tambaleé contra el coche. Alfonso abrió su bi
ico de catorce años. - Me agarró la garganta, obligándome a mirarlo a los ojos. - Tu padre cr
ritorio. El Equipo era mi
palmas de mis manos. Eso era todo lo que tenía. Me estiré lentamente sobre el frío asfalto. La presión contra mi pantorrilla me recordó mi cuchillo favorito atado en una funda. Veinte dólares y
jos volaron alrededor. Había un enorme graffiti en la pared d
o de la
no pudo
cerlo. Kansas City p
nte me instalé en la entrada de una cafetería. Nunca he estado solo, nunca he tenido que vivir en la calle. Puse mis piernas contra mi pecho y reprimí un gemido. Mis costillas. Duelen ferozmente.
en primer lugar. Y correr a Nueva York con el rabo entre las piernas para rogarle a Luca que fuera parte de la Fam
út
. Estab
*
estacionamiento, esperando que Alfonso regresara, que su padre hubiera cambiado de opinión, que su última
a desperdicié todo mi dinero en hamb
ro robando carteras. Elegí al tipo equivocado y me dieron una paliza. No sabí
ítate la ropa. Sin f
s graffitis de Bratva. Me acosté boca arriba. La puerta se a
tan c
citar el juramento que memoricé hace meses en preparación para el día de mi juramentación. Las palabras italianas salieron de mi boca,
ha. Voces masculinas e
o yo, y vestía pantalones cortos de lucha libre. -Dijeron que h
a, como si significara algo. Estaba cubierto de c
significa que tienes ganas de morir o que
nto fue mi
a del hombro antes de darse la vuelta con u
os cubiertos de tatuajes de lobos y Kalashnikovs y cabezas rap
dejar que terminaran l
a? - Preguntó
o cuando la palabra abrió
n de ti. ¿No tuviste las agallas para h
e hace falta", siseé. -Pero
suelo y lucha. - Entrecerró los ojos cuan
me las costillas. Sus ojos negros observaron mis heridas. - Su
t de la funda que tenía a
sepas cómo
cia mí. Lo ataqué con mi cuchillo y fallé. Me dio unos cuantos golpes que hicieron que mi pecho silbara de agonía y caí de rodillas. Mi cuer
adelante y yo levanté mi cuchillo, que se hundió en su abdomen. La sangre corrió entre m
pió la hoja en los pantalones cortos del muerto y luego me la entregó. -
bra
uello. Extendió su mano, la cual tomé, y me puso de pie. - Deberí
ulléndote por el estacionamiento las última
qué me
dio a la Bratva. Porque mi familia también me quiere muerta. Pero lo más impor
ién e
la puerta de la camioneta y ya iba por la mitad cuando aña
No por l
ró un nuevo propósit
ueva