El Bebé De La Sirvienta Y Su Hermanastro
ítu
ano
de los árboles caían; disfrutábamos verlas alzarse en
areció detenerse en esos momentos en los que tus ojos se fijaron en mis labios, yo sonreía nerviosa intentando de
r las noches, durante el día; el transcurso era demasiado difícil sin ti. Pensé ti
doloroso tenerlo cerca y no poder expresarle lo mucho que lo amo. Siempre que tenía la
idad entre los dos, com
*
tan cansada que debí olvidarlo anoche. Me quedé unos segundos observando el cielo de la madrugada a
r qué tuviste que irte y de
pocas cosas que tenía de él. Su aroma se había ido hace mucho de esa prenda de vestir pero
e vivíamos ese tarde explotó y la felicidad se desvaneció
n el suy
era una pequeña, jamás me lo había quitado. Sentía que mientras más
mpr
años atrás que fue tomada, estábamos en la playa abrazados y con una enor
lo olv
terminar de esa manera; cometimos err
labios. Podía sentir su tacto en mi piel, la manía que tenía de tom
ge -me había dicho cuantiosas veces en el p
cariciara mi coronilla. Suspiró juntando sus labio
favorito el hecho de q
sólo estaba en mis sueños
enecía y me fu
aquí todo ser
tar juntos, no lo sabría decir con certeza mucho menos cuando la vida se empeñó en p
corazón dolía cada vez que retrocedía atrás en mi cabeza y traía devuelta todos esos recuerdos que los dos forjamos de una forma especial y los guardamos al menos yo, lo había atesorado. Volví a l
demasiado
su formación profesional, pero no podía entender cómo pasaron tantos años sin que se diera cuenta de que cada día estaríamos separados. Yo no tendría a alguien a mi lado y él
aron a caer sobre mi almohada, testi
suficiente dormir con su camisa, necesitaba su presencia física a mi lado y que estuviera al tanto de lo que estaba pasando, aunque yo había actuado mal. Las consecuencias de nuestras
mente, pero merecía que él me diera una oportunidad. No merecía este trato hostil e indiferente de su parte. Lo que más
a situación injusta ni a mi peor
do fuerte y me ganaba. Ni siquiera la ardua jornada del día ayudaba, porque no importa cuánto cansancio hubiera en mi sistema, simplemente no ocurría la somnolencia. En estos ca
ba a eso. Parecía mentira que de un momento a otro había pasado a ser la hija adoptiva a una simple sirvienta a la que todos los días sin importar el
uiera, incluso no dejaba
ocina. Una vez estuve frente a esa nevera, la abrí y me serví un vaso de agua lleno hasta el tope, aunque de todos modos no iba a ingerir todo ese líquido cristalino.
sta la última gota de lágrima que habitaba mi cuerpo. La necesidad de soltarlo todo, habí
che. Ya estaba de nuevo en mi cama y me acurruqué sobre la colcha, poco a poco el sueño fue rodeándome como una serpiente. Solo que esa a prisión se sentía demasiado bien ya que me alejaba
tra vez torno a lo sucedido, respecto a ese joven que
a si no fue