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La chica de las caras rotas

Capítulo 4 Lo que otros ojos no ven

Palabras:2580    |    Actualizado en: 09/02/2024

lacionaba mucho con mis compañeros. No es que fuera tímida, simplemente no le encontraba interés a conversar con chicos de m

i un poco diferente a los niños de mi edad. Por esa misma razón muy poco tenía amistades, y las que est

lamada de un desconocido que vi

estás? -escuché su

ecir? Siento que me estoy ahogando, que estoy atrapada en un lugar y necesito correr. Per

nzado, lo ves como algo malo, pero

go bueno? Siento... que me vo

a que no querés la vida q

n, me di cuenta que quería más privacidad, así que decidí

hí podía apreciar parte de la gran ciudad, era como estar encim

, deslizándose hasta el mentón y ca

zó, algo que produjo que el hielo en mi gar

Llevé una mano a mi frente mientras cerraba los ojos-. Me

te sintás así, porque es el primer paso para el cambio. Tenés un gran recorrido, Li

pre he creído que moriré joven, que no te

, Lily, tú eres quien debe crearlo

ré seguir así? ¿Vi

e esta forma

r en este mundo de mierda y que much

imo, hubo un momento de silencio que en oc

no te gustá, ¿por qué aceptarlo en tu

o y hacerlo. En el momento creí que sí, era cierto, debía simplemente cambiarlo poco a poco para poder tener

y comenzar con unos nuevos. Esa es la única forma para poder mejorar y sacar la mejor versión que guardas en tu interior. Pero... ¿cómo mej

tina de ejercicio para lograr esa meta. Al final, sólo lo dejan y siguen con aquella vida, únicamente que, con la diferencia, de que esta vez lo hacen quejándose. Y así, una y otra vez, siguen dentro

ba mal, que no deseaba seguir así, pero no sabía cómo arreglarlo, aunque, curiosamente, creía que podría arreglarlo y que tenía a Gabriel que podría a

ría viva: no si lo hacía apuntando primero mi cabeza contra el duro suelo. Esa era mi realidad, en ella únicamente existía las muchas formas de morir, que... el humano es

té boca arriba en mi cama, reflexionando s

en mi vida? No tenía n

xplicación, porque mi cuerpo estaba ahí, mas mi mente se encontraba anclada una vez más en la conversación que tuve

a cómo debíamos hacer un video para la clase. Como siempre, la oí hablar, era bueno que ella fuera par

a. En el centro de desarrollo infantil era una joven mucho más alegre, que le encantaba los niños y siempre aportaba ideas para hacer más dinámicas

iones, un sinfín de caras que... e

tas el video? -me

ando hacer volver mi mente a la realidad-. ¿Esta noche me quedo

nos vamos a demorar

as con la encues

¿Podrías enviársela a tus

ragué en seco-. No lo

el centro de desarrollo, volví a sentir el mismo

graduara en la universidad. Sin embargo, si mis superiores se enteraban que sufría de una muy fuerte depresión, segurame

que deseaba era que la psicóloga no me viera cuando saliera de su consultorio, porque podría darse cuenta, ¿o no? A veces me saludaba dándome palmaditas

ntentando quitarse la vida. La misma profesora que llevaba

es tiernos y las sillitas rojas de madera. Después, barrí el piso lleno de tizas de color

cos y la envolvía para meterla en mi bolso. Me quité la moña que recogía mi cabello y

de un largo día que aún no acababa, porque debía pasar tod

porque se veía muy serio; como era alto y fornido, eso me intimidaba un poco. De hecho, una de mis estudiantes, Lolita, una vez lloró por

que siempre se reúnen en la recepción para conversar sobre su día: Leticia, Sarita, Carlos

te al salón donde doy clases, puedo escuchar lo que dicen. Siempre saludaba al grupo cuando iba a s

omo yo seguía siendo estudiante, estaba ocupadísima; o bueno, aparentaba eso, po

tan pronto a casa, otras veces tomaba el bus para llegar rápido y no tan cansada, y para poder tomar el bus debía pasar por el alto puente; algo que ya no me apetecía h

a punto de suicidarme y, curiosamente, me dio ganas d

a brisa veraniega soplaba lentamente y revoloteaba por mi cabello. El uniforme violeta imp

ámica, sintiendo que el bolso negro en mi espalda

ro lado del puente, en el paradero de buses, no había persona

, al hacerse las siete u ocho, era cuando había más transeúntes. Así

ncima de la baranda completa. Si subía a la siguie

omo un loco en aquel momento, además que, sin darme cuenta, mis

idiera, mucho menos una persona caminand

te moriría, era la oportunidad perfecta. El mo

hacer equilibrio al sostenerme con las manos y así poder pasarme

etrás de mi espalda, y un pequeñito bordillo de concreto de varios centímetros

espiración y los temblores que ya me

: "¿QUÉ ESTÁS HACIENDO?, ¡AFÉRRATE A LA

serio casi decidido a hacerlo. Mi inercia me de

e como para hacerlo?, ¿d

se apagó y quedó mi cuerpo

o se inclinaba hacia adelante, hacia el precipicio. Mis brazos se s

e apretaron con muchísima fuerza, como aferrándose a mí. Com

r, haciendo que mi cuerpo cayera un

mis adentros y el grit

ejar salir las lágrimas como cascadas. Sólo estaba sostenid

ngo! -escuché la

to de hacerme en los pantalones. Veía el p

do, dándome su mano para

a cintura, estaba aferrado a mí. Su voz no

ó al oído-. ¡Déjame ayudarte! Ro

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1 Capítulo 1 El perro siberiano y una parte de mí2 Capítulo 2 En tus zapatos3 Capítulo 3 Primera cara4 Capítulo 4 Lo que otros ojos no ven5 Capítulo 5 La otra cara de la moneda6 Capítulo 6 Segunda cara: sonrisas rebosantes de tristeza7 Capítulo 7 Cuando me comprendas8 Capítulo 8 Desde otra perspectiva9 Capítulo 9 Los ojos y la sonrisa del ángel10 Capítulo 10 Tercera cara: coraza11 Capítulo 11 Toma mi mano12 Capítulo 12 Cuarta cara: hipocresía13 Capítulo 13 Pisadas en falso14 Capítulo 14 Quinta cara: todo está bien15 Capítulo 15 La amistad que vi en tus ojos16 Capítulo 16 Apnea17 Capítulo 17 Océano18 Capítulo 18 Carmesí19 Capítulo 19 Bajo tu tormenta20 Capítulo 20 Atraganto21 Capítulo 21 Abrázame22 Capítulo 22 Días blancos23 Capítulo 23 Está bien no estar bien24 Capítulo 24 Caras rotas25 Capítulo 25 Sin rostro26 Capítulo 26 Un girasol en mi vida27 Capítulo 27 Desde otra perspectiva28 Capítulo 28 Siempre hay una primera vez29 Capítulo 29 Palpitaciones del corazón30 Capítulo 30 Motivo31 Capítulo 31 Las decisiones y una parte de mí32 Capítulo 32 Trozos del corazón33 Capítulo 33 Heridas34 Capítulo 34 Nueva dirección35 Capítulo 35 Entre lágrimas y sonrisas36 Capítulo 36 Crisis37 Capítulo 37 Crisis 238 Capítulo 38 Sonríe mientras puedas39 Capítulo 39 Respiro de alivio40 Capítulo 40 Desde cero41 Capítulo 41 Paso uno: conexión42 Capítulo 42 Paso uno: conexión, parte 243 Capítulo 43 Paso dos: nudos sueltos44 Capítulo 44 Paso tres: confesiones45 Capítulo 45 Paso tres: confesiones (parte 2)46 Capítulo 46 Paso cuatro: noviazgo y... otras inseguridades más47 Capítulo 47 Paso cinco: pasado48 Capítulo 48 Paso seis: amor, dime amor49 Capítulo 49 Amor, dime amor (parte 2)50 Capítulo 50 Inseguridades51 Capítulo 51 Inseguridades (parte 2)52 Capítulo 52 Paso siete: orgullo53 Capítulo 53 Paso siete: orgullo (parte 2)54 Capítulo 54 Paso ocho: asertividad55 Capítulo 55 Paso nueve: territorio56 Capítulo 56 Paso diez: amor57 Capítulo 57 Expuesta58 Capítulo 58 Paso once: Confianza59 Capítulo 59 Bajo el abismo60 Capítulo 60 Entre tú y yo61 Capítulo 61 Compromiso62 Capítulo 62 Futuro63 Capítulo 63 Futuro 264 Capítulo 64 Familia65 Capítulo 65 Gustos iguales66 Capítulo 66 Desde mi cielo67 Capítulo 67 Nuevo ciclo68 Capítulo 68 Agradecimientos y datos curiosos