La llamada
ta un pequeño gemido de susto, luego me regaña diciéndome que llego bastante tarde y que hay mucho que hace
e tiemblan y me pesan los parpados. Ver como los guerreros se van felices y contentos, me deja una sensación muy grande de
se tienen que quedar en casa, ya que suelten despertarse a altas horas de la noche, quejándose de dolor o pidiendo agua, pero, como dice mi padre, tenemos un don y un trabajo al que tenemos que entrega
no podía mantenerse de pie, en especial porque ella tiene que curar a las personas de forma tradiciona
a madre, que duerme plácidamente en su cuarto. Mi hermana Astrid dice que va a preparar la cena para que después nos vayamos a dormir, me doy unos suaves golpes en
tengo que levantarme a revisar a los heridos, que es mi turno. Me tallo la cara con fuerz
stoy segura de cuánto tiempo ha pasado desde que me volví a dormir, pero en esta ocasión, es mi madre quien me ha levantado y me ha dicho que me vaya a bañar, que necesita que vaya a buscar unas
helados se tratara. Mis dientes castañean con algo de fuerza y mi cuerpo tiembla, hace demasiado frío para mi gusto. Camino entre l
or sin dejar de avanzar. Aunque todos estemos ocupados en la casa, nos preocupa el bienestar de nuestro padre y esperamos a que regrese cua
e ánimo de mi madre, que no para de preguntarse si su marido estará bien o si tendrá que preparar los ritos funerarios, todos le hemos dicho
gn
emanas
ios que desconozco, algunas de ellas opusieron resistencia, pero al final terminaron rindiéndose, dentro d
i diferentes puntos de vista. Clemens me preguntó si podía ir con ellos y le dije que no, que lo necesitaba aquí para revisar a los guerreros que faltaban. Mientras revisaba la biblioteca del templo, no pude evitar preguntarle si a E
preocupado, pese a que no lo parezca, se le nota en sus ojos y en su forma de hablar; sé que debe estar pr