ATADA AL ENEMIGO
ectura del
vis al hombre que leía el testamento de su padre-. ¡
o, tacones altos que la estilizaban, la hermosa asistente de Protocolo de la corpor
bía acelerado, sus ojos estaba llenos de rabia. No podía creer que su padre hubi
ernos esto, pero es ridículo. -Y comenzó a caminar de un lado al otro como fiera enjaulada porque ciertamen
departamento de Presidencia de la empresa donde trabajaba como as
l porche de su casa. La sostenía con fuerza, como si necesitara sos
que llevaba en sus manos. Además, aún tenía la duda de si estaba a punto de corroborar que ese poderoso empresario ya sabía todo de ella y de su se
uentas y una nómina de la empresa que aquel caballero manejó por más de dos décadas. Además, estipulaba que ella era la heredera
untado mentalmente, en referencia a la encomienda q
sentado a mano derecha, en la pequeña sala frente a los grandes ventanales, desde donde podía verse una buena panorámica de la ciudad, y a Lenis Evans, l
días -saludó
potentes ojos azul
rado apenas ayer, me alegra mucho que te sientas mejor y
cién llegada intentaba
rspicaz..., comenzó a n
ertas de Presidencia-. ¿Des
comedido, directo, suave también, al lanzarle aquella pregunt
que t
s sus interrogantes justo al salir del ascensor. Carraspeó la garganta y miró su reloj de muñeca-. Fui convocada a las 09:00 de l
utador, percatándose que faltaba menos de me
ror. ¿Estás segura que
Su rostro se mo
el señor Maxim
su jefe, sabía que Max y Carla ya se conocían, que ambos tenían una conexión especial que traspasaba las barreras de lo l
ro si deseas hablar con él, te llamaré cuando eatés en el departame to
a reunión que nuestro jefe está por tener
ia se quedó
rita Davis y vio en sus ojos n
que Carla asintió y exhaló también, claramente inte
arte. -Señaló Lenis uno de los mue
nior del departamento de Protocolo a la lectura de un testamento de un empresario inglés? Esa fue la pregunta que
ar la voz de Maximiliano, abrió
je de tres piezas de color gris plomo, impoluto, se encontraba presente. Ambos, con documentos y la computadora encendid
la videollamada? -pre
con su cordura y su capacidad de aguante. Su cara de póker perenne (o la
entra Carla Dav
o de una hoja que llevaba en sus
ba de permiso?
ado. No sabía muy bien qué decirle, o cómo explicarle lo que l
rla colocar sus brazos en jar
eunión que tienes con el abogado Fizt
cejas. Miró a Lenis como si l
e, bien sabía que no a cualquier persona se
ogante que llevaba peso, puesto que, así como la secretaria sabía, Maximiliano y Carla ya se conocían, había enscrito una corta historia juntos
ondería él, si Lenis
afuera y asegura haber sido convocada por el abogado del señor Fred Davison para la lectura del documento... -Lenis hizo silen
advenimiento de un fuerte e importante descubrimiento -
de una luz novedosa. Maximiliano se quedó
colocándose de pie-. ¡¿Una de mis empleadas es hij
acho antes de que su jefe explota
-pidió la secretaria justo después
secretaria, dándose cuenta segundos de
esperaban alrededor de la gran mesa de conferencias. En su mente lanz
icio con la premisa de esclarecer otros asuntos, no haciéndole caso a un médico que le recetaba descanso para aliviar o al menos intentar desaparecer su cuadro de estrés. Un día antes, Carla Davis no pensó jamás encontrarse allí con esas personas: George J. Miller, uno de los mejores abogados de l
te; cabello castaño que usaba desordenadamente peinado y que allí frente a ella aún enaltecía. Ella estuvo segura que ambos se habían sentido atraídos uno por el otro en a
carla. La desconfianza quería transformarse en furia a través de los ojos del C
, señorita Davis. Y
e su jefe, soltada con palabras amarga
ostro-, me gustaría que nos contaras a todos aquí, la razón del porqué viniste a esta reu
staba sorprendida por eso, la p
Optó por decir la verdad, pero no directamente. Colocar cada palabra
hacia el abogado y hacia Max, antes de continuar-. Estoy
a mesa y sobó un par de veces el
almar una repentina sequedad, algo que solía sucederle cuando estaba nerviosa o estresada- con una información que para mí es bastante i
-interrumpió Max-.
tragar, la s
la hija de F