Unidos por la Venganza.
hay
, ir al hotel, llamar a Abigail, para que tuviera todo el papeleo preparado, hacer una llamada a casa, y que mi padre supiera que había llegado bien, además de soportar la burla de m
escoces, aunque nada de whisky. La última vez que Mary y yo, en el internado, nos cogimos nuestra primera borrachera, fue con ese licor demoniaco. Lo abo
familiar, tras graduarse en la universidad, aunque bajo la tutela de su abuelo. Por lo que me había contado William, su padre había muerto en un accidente de coche, su madre había quedado destrozada, y por eso había huido
muchos veranos con mi familia en Canarias. Cuando me presentó a su hermano, me quedé impresionaba por lo guapo que era, diferente a todos los chicos que yo había conocido, era cariñoso y me trataba muy bi
onoció. Mary solía decir que no creyera en él, que era un manipulador, como su madre, pero yo no la creía,
internado amenazado. Sobre todo, Benearo, era el capitán del equipo de baloncesto, estaba en el club de lucha, de esgrima y todos esos clu
no andaban equivocados, a día de hoy soy una puta reliquia del pasado, una rubia de ojos azules, con
e me amaba, que se había enamorado de mi a los quince años, pero que al tener yo es
uyman y Benearo Bencomo, haber solicitado la mano del jefe mayor, contra quien la esa horda de energúmenos no podía hacer nada. Mi padre, que al principio se resistió, pero
orme castillo en las afueras de Dumbarton. Yo no estaba tan convencida, quería ser una chica normal probar a tener sexo antes de casarme, mis amigas ya lo habían practicado, b
na highlander escocesa con pelo rojo y ojos color miel verdosos, para tras una mirada y una queja, del gandul de mi
ni para darme un beso en la mejilla, y además después de tragarme, junto con Mary, la saga de "Pídeme lo que quieras" o "Los sapos también se enamoran", de mi adorada escritora Megan Maxwell, solo pedía en mi vida un poco de pasión y que me arrebatar de una vez por toda esa carga qu
ción que mi novio... digo que mi prometido me había dado. La seiscientos se
e mí, sus ojos eran color miel, pero estaba algo enrojecidos, haciendo que ese color dorado brillara como el oro, su pelo negro estaba revuelto, y la c
de ver a ese hombre, tan atractivo, una sensación ex
do con un grito salvaje, ese hombre, me cogió de la muñeca y
a presión en mis senos, y un calor inusual comenzó a recorrerme el cuerpo. Notaba que el hombre lo estaba pasándolo mal, sus iris se habían dilatado, sudaba mucho y su cuerpo temblaba, pero mantenía cierta distan