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Perversidades del destino

Capítulo 5 Encuentro con la bailarina

Palabras:1232    |    Actualizado en: 04/06/2024

n el antebrazo algo que llevaba en la cintura, debajo de la chaqueta, se caló el sombrero, el perseguido se filtró por entre la gente que discurría por los portales, el perseguidor

arro, era algo así como si hubiese convocado a la gente a curiosear. Todo en el lugar fue de rutinas. Se llevaron el cadáver, y todo

ó a detenerse a su lado. Quiso hablarle, pero de repente apareció un nudo en su garganta.

algunas cremas. Sus ojos de color más bien castaño y sus pestañas oscuras. Su expresión era dura, aunque durante bailaba era distinta, más bien afable. Debajo, fulguran

hora de r

o; tenía parte del colorete apagado. Parecía algo asustada por la

o y Carlos algo más repuesto, c

lar un segu

n prolijo. Ella le

én er

arlos

ento no pode

s tiempo déjame

lar contigo. Por

que te vean ha

en de lo que soy capaz de hacer. No tengo a menos habl

s una realidad, es lo que

nocido me moleste -señaló, e

un empleo para a

ciudad a buscar un empleo para ayudar

me una cosa, ¿con cuántos hombres tienes que b

ión retardada, o algo así como rechazo incondicional. El silencio se hizo casi absoluto mientras caminaban uno al lado del otro. Los ojos de la joven volvérnosle indiferentes hacia arriba y quedaron fijos, solo podía ver una larga hilera de ventanas hacia la derecha, pero las tres últimas eran de alguna utilidad, las otras estaban bloqueadas por los altos edificios inmediatos. Estaban abiertas de par

migo, que noche tras noche esperaba que pasara por allí, para solo avistarla. Curioso amigo par

ba la vista de encima, era un momento intrigante. ¿Por qué escrutarle el rostro para conocer la razón de su conducta? No era allí donde encontraría la respuesta. ¿Por qué no entrar en el tema que lo ocupaba, donde la necesidad perduraba aún

su timidez. ¿Por qué entonces no romper

otro i

í. La muchacha no desvió los ojos del

casa y tomarte un descanso -trataba de encontrar una justificación para sacarla, en

los ojos, lo miró f

de lo que quisiera. Por las noches, cuando me

rido por lo irónico de su respues

-expuso, Carlos haciendo la observación no co

Por mi

¿Acaso no entendería las indirect

tó ella-. Entonces, habría una gran

por preguntarle. Un poco de furia se removió en su pecho. Una respuesta explo

sperante festejo. La joven salió y tras de ella

r preguntas tontas, y así

encontrar un empleo. Denotaba más bien la incertidumbre del que no sabe adónde ir, que el desasosiego de quien e

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