SEDUCIDA POR EL CHICO MALO DEL CAMPUS: UN HOMBRE LOBO
nalidad de poner mi huella allí. Miré a Sara, buscando en su expresión alguna pis
? -pregunté, intentando m
ero esta vez había algo en
dad -respondió con tono despreocupado-. Todo
o en todo esto me parecía
mó la tinta en el papel. Me quedé sorprendida. ¿Para mi compañera era tan fácil hacer eso
éndome el huellero con una sonri
mezcla de resignación y nerviosismo. Sentí una presión creciente,
sonrisa burlo
iada? -preguntó, con sus o
, nada de qué preocup
o, pero con todos mirándome, la presión
e mi dedo sobre el papel grisáceo, esperan
ó? -se bu
é el dedo del medio antes de continuar
te a su habitación y yo me encaminé a la mía, intentando sa
orios correspondientes frente a ellas. Las camas tenían colchas sencillas, y cada una contaba con una pequeña lámpara de noche. La ventana ofrecía una vista m
urante el día. Apenas mi cabeza tocó la almohada, quedé profundamente dormida. El cansancio acumul
un suspiro cansado, extendí la mano para detener el molesto sonido y me senté en la cama, parpadeando para aclimatarme a la luz suave que ent
a cómoda, me dirigí a la pequeña cocina compartida con el resto de las chicas y preparé una taza de café fuerte, con él en mano,
argo, noté que en medio de nuestra charla, ella desv
é, siguiéndole la mi
era lo que captaba tanto su
ntesca puerta principal de la universidad. La escena se desarrollaba como si estuviera grabada en cám
e despreocupación a su apariencia. Vestía una chaqueta de cuero negro ajustada que resaltaba sus hombros anchos y su figura atlética. Debajo, llevaba una camiseta gris oscuro que
an una confianza que podía resultar intimidante para quien
cogido en un elegante moño, y llevaba puesto un collar de perlas que contrastaba con su tez bronceada. Aunque su apariencia era serena y elegan
perros falderos detrás de Valeria, quienes resultaron ser la ta
ón fueron los moratones en los brazos de