La venganza de la CEO adolescente
rdiendo la conciencia. Esta pesadilla parece interminable... Ya perdí la cuenta de los días, pero si no fuera por los calmantes, no podría descansar ni un minu
bres gemelos, teníamos un año sin vernos, aunque hablamos tres veces a la semana por vide
tu comid
ices, calmar a mis hijos y poner en orden la empresa. Decido seguirles el extraño juego que parece están jugando, al menos hasta que me recupere lo suficiente. Me dejan el celular de Michelle para "ponerme al día" con mis "amigos". Miro sus fotos. Es hermosa. Tiene el cabell
ción que le gusta poner el noticiario. Le he dicho mil veces que no lo haga, porque no hay nada más deprimente para quien espera saber
mismo día del percance porque era una investigación abierta, ya que se tenía que descartar que hubiera sido provocado. Aunque de primera instancia el equipo médico del Hospital Universitario de Medi Core Associates puso a la Lic. Luna en un coma inducido esperando que se recuperara de sus heridas, desgraciadamente hoy por la mañana dieron el part
r de pasar desapercibida. Encuentro uno de limpieza, servirá. Casi al salir del cuarto de aseo, veo un espejo tras un estante. No lo dudo. Tengo que verme. Entender que pasó con mi cara que nadie me reconoce y los padres de Michelle me confunden con su hija cuando no nos parecemos en nada ni tenemos siquiera la misma edad. El corazón me late rápidamente. Cierro los ojos instintivamente pensando en lo grave que deben ser las heridas. Tras unos minutos, me armo de valor y me miro. No puedo evitar dar un grito que intento reprimir inmediatamente
uesto. Desde un día que salí de madrugada y la camioneta no quiso encender, decidí dejarlo ahí por cualquier cosa. Es un carrito de segunda mano, pero muy práctico. Le puse bajo el estribo una de esas cajitas de seguridad donde se guardan las llav
s cámaras grabarán todo, así que tengo que ser lo más invisible posibl
cer una escala en ese departamento que ni Mario conoce. Se lo compré el año pasado a una de las chicas de administración, le urgía el dinero. Esta cerca del hospital y tenía pensado rentarlo a estudiantes o médicos foráneos, o simplemente usarlo cuando saliera muy tarde de alguna reunión de trabajo o para comer a solas y en calma durante lo
orar de rabia de nuevo. Pero no tengo tiempo. Me doy un baño rápido e instintivamente, evito mirarme demasiado, porque siento como si estuviera vulnerando la intimidad de alguien más. Salvo las cicatrices del acci
s, hay un conjunto deportivo. Creo recordar que se lo compré a una de las asistentes médicas que vende ropa para ayudarse a completar la quincena. Lo dejé aquí justo porque nunca uso esas cosas. S
estaciono a unas cuadras porque no quiero que nadie de la familia o allegados reconozca el auto. Hago un e
á mi ataúd rodeado por cuatro enormes cirios y el cínico de Mario hace guardia junto a tres de los directores. Hay arreglos florales por todos lados que mand