Destinos Cruzados
tó algo más: la duda. Aunque las acusaciones eran graves, había una parte de ella que se resistía a creer que Sebastián fuera capaz de algo tan oscu
arse, bañando el cielo en tonos naranjas y púrpuras. Su teléfono vibró en el asiento del copil
s importante. Ven a
n estado tensas entre ellos. Pero algo en el tono del mensaje le indicó que esto n
taré
-
: moderna, imponente y rodeada de seguridad. Cuando Elena llegó, una asistente la recibió y la gu
asta los codos y el cabello desordenado, como si hubiera pasado horas sumido en sus pensamientos. Al verla entrar, s
ir -dijo, su voz
poco nerviosa. Se acercó, mant
se trat
s de responder, como si estuviera
confianza sin darte razones para que la tuvieras. Pero también
en su mirada que la desconcertaba, una m
escuc
a y se acercó a ella. Su presencia era imponente, pe
o que trascendiera. Pero no tenía los recursos ni los contactos para lograrlo. Así q
runció
efiere
er lo que sea necesario para obtener lo que quieren. Al principio, pensé que po
na mano por su cabello en
, personas que resultaron heridas en el camino. Lo que Damiá
un nudo en
cosas? ¿Que sacrificaste la segu
os ojos, y por primera vez, ella v
do lo que he hecho desde entonces ha sido para corregir esos errores, para construi
eguntó Elena, cruzando los brazos-. ¿
ió, su expresió
on. No les gusta que intente desvincularme de ellos. Creen que pue
corazón se detenía
a ti? -preguntó, su
r el calor de su cuerpo. Sus ojos oscuros la atraparon
ión-. Por eso no puedo permitir que te pase nada. Y por es
dejarse llevar por la intensidad de sus palabras. Pero la otra p
Hay demasiadas cosas que no
mano y la colocó suave
aré lo que sea necesario para protegerte. Y
a desarmaba, que hacía que todas sus defensas se derrumbaran. Pero antes de que
e, su expresión transformánd
denó, dirigiéndos
do? -preguntó El
esgarme. Franco está afuera.
na comenzaba a correr por sus venas. En lugar de quedarse quieta,
unto a un monitor que mostraba las cámaras de la propiedad. Había un auto estacion
guntó Sebastián, co
ecen ser invitados -respond
y miró a la pant
envió. Pero no quiero un espectá
nte a las pantallas. Fue entonces cuando se dio cuenta de
a sala? -preguntó, su tono una me
-respondió ella, cruzando los br
nte, como si estuviera d
né antes. Están aquí para intimidarme, para record
iró con in
piensa
arlo. Pero esta vez, necesi
cercándose a él-. Me dejaron una carta amenazá
ón. Antes de que pudiera responder, el sonido de un dispar
ián nuevamente, saliendo de
fuerza. No sabía qué estaba enfrentando, pero una cosa era segura: no iba