Ámame cruel esposo Mafioso
rmada, lo que provocó que el
ar un respiro cuando vio a un gato blanco esponjoso y gordo, persiguiendo a una
pado, se llevó las manos al pecho suspirando ali
l, si había una cosa que odiaba era los gatos. Estuvo a punto de lanzarlo p
fijando su mirada
a secamente mientras cerraba la caja y
sto? -preguntó
espond
o dijo nada y guio a Lisa haci
escondida entre las sombras emergió. Marta aún tenía los ojos bien
varias semanas de estar enfermo. Lo que menos había esperado cuando salía del cuarto de Charlotte al no encontrarla, fue ver semejante co
ra permitido ocultarse en la habitación de su señora rápidamente. Ella ya hubiera
ndo bola de algodón ronroneo
! -murmuro Marta tomado en sus brazos a la cosita peluda, mir
oraje para confesárselo, su vida peligraba si llegaba abrir la boca y segu
ejar a bola de algodón en el pasillo juga
.
e de su gata, bola de algodón cuando Ares regresó. Camin
no? -Charlotte pregunt
ue todo lo que ofreció ant
a más y continuó acaricia
le hizo detenerse. Él
isa? -preguntó, sospechando si ha
r primera vez, se sintió golpeado por el brillo de sus orbes marrones cuando chocaron con los suyos. Tan brillante. Parecí
ucho esa pieza -ex
perarse de sus ojos luminoso
a poco convencido-. Nadie regala una joya muy
erías, pero sabía un par de c
en confusión sobre por qué a Ares
ó las manos para explicar su punto-. No... estás pensando mal. Créeme. No tenía ningún motivo oculto. No la estaba sobornando n
pero ahora que lo dijo, no p
sintió tentado a interrogarla un poco más y se cruzó de brazos, p
orrecta. Nadie es tan dulce. Y especial
gustan más las caras sonrientes -
a los demás. Tampoco le gustaba ver miradas melancólicas en los ojos de la gente. Esa fea sombra de anhelo y melancolía que apaga el brillo de uno. Le dolía sentir nostalgia. Dolía anhelar algo con todo el ser y no conseguirlo
uchar, su mirada se desvía hacia la bola de pelo q
de mi casa! -estalló mir
én es mi casa, puedo tener la mascota qué yo quiero -se negó a ce
on el ceño ligeramente fruncido antes de darse
s se retiraba, pero él continúo caminando
aba apunto de tocar la manilla de su puerta cuando su celul
ceño al ver que era l
bre para que le acompañé -el sabio Stefan había convertido la orden