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Mayyuws Minh (Sin esperanza)

Capítulo 2 El descenso a los abismos

Palabras:1922    |    Actualizado en: 14/03/2022

A era de cinco mil créditos, por lo que al menos durante una jornada, el recién parado podría disfrutar de servicios y lujos que de otra manera apenas había podido llegar a imaginar. Como aquel

. En realidad, ya nadie recordaba las arcaicas tramas de aquellos filmes, pero la iconografía de su aspecto visual había sobrevivido al tiempo, y sus diferentes épocas regresaban cíclicamente como modas decorativas para los más sibaritas. Pidió un café del Himalaya solo sin azúcar y la camarera, una clase C, se lo sirvió con celeridad asombrosa. Por supuesto no se trataba de un café realizado con granos de la cordillera asiática, sino una recreación fiel de estos en alguno

villoso mago de Oz», y pensó por un instante en cómo en demasiadas ocasiones no se repara en la belleza que se está acostumbrado a ver, y a veces merece la pena detenerse un instante y observar con atención alrededor para poder apreciarla. En cuanto al resto del mundo, que no había dejado de moverse durante sus fugaces divagaciones, continuaba siendo igual y a su vez diferente cada instante: unas personas corrían hacia el trabajo para no llegar tarde, otras intentando no mojarse

mil setecientos cincuenta créditos. Tiempo res

ología había sido su pasatiempo favorito, pero poco a poco lo había ido dejando de lado dando preferencia a placeres más adultos como el sexo, las drogas o la bebida. Pero aquel día

al espacio exterior y sus insondables misterios, por lo que no era de extrañar que su mente en los espacios en blanco fantaseara con épicas travesías entre los astros recorriendo parajes jamás mancillados por el hom

o hablar muy bien de una curiosa novedad independiente titulada: «Siendo aún un niño me enamoró una estrella». Un viaje virtual hasta los confines de la galaxia que adapta

ficiales o disfrutaba de idílicas puestas de sol en un auténtico paraíso al otro lado del universo. Como suele ocurrir cuando la mente se ha evadido de la realidad, al finalizar el viaje Vidar se quedó desorientado y con una extraña sensación de vacío, pero un grotesco sonid

o mil setecientos cincuenta créditos. Tiempo re

e veinticuatro horas. Vidar miró el catálogo de rostros y seleccionó el de un modelo rubio de ojos azules y mentón cubierto con barba de tres días que le otorgaba una apariencia que exhalaba masculinidad. Para el cuerpo eligió uno de bronceado medio,

res mil quinientos créditos. Tiempo restant

trabajo, y que bajo la cúpula que cubría la urbe no existía diferencia entre el día y la noche, allí siempre había movimiento, por lo que para acceder tuvo qu

graduación con drogas para poder meterse lo antes posible en aquel ambiente sobrecargado de humo, repetit

Danzó. Bebió más. Fumó. Siguió bailando hasta que sus piernas no respondieron. Entró en una cabina privada junto a un hombre y una mujer donde liberó sus instintos sexuales más primarios. Con

- trescientos créditos. Tiempo restant

low cost», por lo que se acercó a una máquina de vending y allí compró un cartón de vin

ce créditos. Tiempo restante – dos horas y cin

e movían entre la marabunta de gente sin hacerse apenas notar, pero eso a Vidar, ebrio como estaba, no le preocupó ni lo más mínimo en aquel momento. Se sentó en un banco, abrió el vino arrancando una esquina del cartón con los dientes y peg

ra con muchas pecas y ojos brillantes color miel. Su atuendo era humilde, de esos monos

ccionar, pero en cuanto asimiló la situación en la que se

me caso y da un buen trago a esto. Muchacha, no sé qué es lo que te aflige, ¡hip!, pero ya verás como las pen

ptó el ofrecimiento del desconocido tomando un buen sorbo de la bebida -. Perdone que le sea tan directa. Suel

ía ninguna notificación de Adrastea asignándole un nuevo puesto de trabajo, y al darse cuenta de que tal desgracia tamp

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