En Ausencia de mi
ificarme, por mantenerme distante de él. Desde que lo vi esa noche en la cena supe que no era bueno. No para mí, una chica con una vida
resentí que algo había en él capaz de dejarme sin fuerzas. Quise pe
más alejada que pude de los espacios donde lo vi acercarse; parecí
tanto que me sentía fuera de lugar. Por más que lo intenté no pude dejar de sentir esa sensación, ese efecto arropador de su mirada sobre mi cuerpo, detallando cada centímetro, mir
sas hipócritas, mujeres fingiendo una vida feliz, mi madre haciendo alarde de la riqueza que mi padre ha construido a pulso, April a mi lado aburrida mirando alrededor, Anna en cambio divertida mirando
Me vi suspirando con el mentón apoyado en mis manos
lesa», pienso sentada en la mesa totalmente
el que me pareció desistir de fingir, sin importarle si quiera la acompañante sentada a su lado, con la mirada, descaradamente siguió cada uno de mis movimientos; tal actitud no
pregunta descolocándome más de lo que ya me sentía-, no lo disimula ni
-, no he hecho nada para que actúe d
e tiene intrigada -af
s vamos, yo te acompaño, me quiero ir, no sop
rar al socio de nuestro padre-, ¿nuestros padre
mujer que lo acompaña, buscando la manera de sentarme ahí en el lugar de ella -añado mirándome las manos, impacien
ra estado destinada a ser la vi poner cara de afligida, decirle algo a mi padre y recostar la cabeza en su hombro fingiendo estar mal. En respuesta él
to al estar a su lado fingi
ato más aquí, me gustaría que la acompañen a casa y me avisen apenas
April, tomando a Anna por el brazo-, seguro la
duce nuestro padre caminando a nues
egunto buscándola al
bailando, nada más y nada menos que con Azael Sanna, quien pareció percibir el peso de mi mirada y en se
ontinué caminando hasta descender por las escaleras para llamar un taxi. Me paré en el borde de la acera para avistar en medio de la oscuridad a uno que estuviese cerca. Apresurada por llamar
jos el grito de la voz grave del italiano, quien emiti
hubiese sido embestida por un golpe que me aturdió al punto de marearme y acto
aba una señal de alerta, advirtiéndome que me alejara, que no le diera cabida a ese hombre. Presentía que, de
er a cualquier mujer rendida a sus pies, creo que ninguna se atrevería a considerar la idea de huir lejos de él, solo yo fiel a mis principios deseé ser yo qui
pareció un sueño, caí en la cruenta realidad de que ya no era la Anel, virgen, libre, dueña de mi vida, pues desperté con la noticia de que tenía un espos