El Jardín de los Lamentos
odos sus compañeros compartieron ambiciones y sueños... Esperanza vacía. Durante las vacaciones del mes de agosto se dedicó a trabajar en una panadería hasta el mediodía, y el resto del tiemp
ña en busca de iluminación y fecundidad. Podía reconocer a un viejo santero gracias al collar de piedras que colgaba de su pecho, como una
as. Tratos con demonios que terminaban en horribles muertes accidentales si no se pagaban... Un viejo pescador le contó que vio a una sirena en el río Yaracuy una mañana que le ofreció anís a los espíritus del agua. También le contó que una noche fue a bañarse en el río-con los pies en la curiara-, y mientras se echaba agua en la cabeza sintió que algo movía la curia
ba un aspecto demasiado común, vestido con ropas coloridas y perfume, tenía su rosario en el cuello y el pendiente de cruz en su lóbulo derecho. Hablaron de asuntos superficiales como la razón porque estaban en la comisaría, a lo que Eduardo respondió que le habían robado el teléfono; finalmente le preguntó sobre sus habilidades y el brujo lo invitó a una fiesta en una iglesia después de caminar un rato
bía una cerveza fría. Era menor de edad, pero bebió de la botella refrescante porque tenía mucha sed... La primera no le hizo nada. El pastor Miguel era muy bueno jugando al dominó, pero su hija menor Victoria, era buena contando y descifrando las piedras de los demá
enía el cabello largo y dorado como la miel. Sus ojos
o olvidar sus problemas. De los asesinatos. De lo
era partida la ganó Jonathan, más por suerte que por estrategia. Mientras Fabiola meneaba las fichas en la mesa Eduardo comenzó a contarle que en verdad era estudiante de contaduría y no brujo, que solo ayudó a la mujer a encontrar el cadáver de su hija porque él se lo pidió... Ante la mención de
r-le soltó con el mentón en
estos de Ana y sonrió, más
e v
inó la séptima cerveza y ya se reía de todos los chistes de Eduardo, incluso los malos. La tercera partida la ganó Victoria y anotó treinta puntos en la libreta. Jonathan la miró con detención, era bastante bonita
intentó disimular. Victoria ganó las dos últimas partidas y celebró chocando las manos con Jonathan. Con el último trago de la octava cerveza aquel mareo desapareció, sentía ganas de orinar y la cabeza llena de algodón. La música
nte serio; era un hombre rígido pero divertido, alto y grueso de hombros, con el cabello rubio oscuro corto, los ojos avellana y
niendo una
ió su puesto y se sentó junto a Eduardo mientras se le pasaba el mareo y aguantaba las ganas de orinar. En medio de una partida pensativa, Miguel tuvo que atender una llamada. Victoria quería ganarle a su papá así que se opuso a que Jonathan
ra una fiesta
estás div
.. p
blar. Lo que viste ese día no es todo lo que soy... Aquel
dad es u
gúnt
tener todo listo porque el turismo en esas fechas era un motor importante para la economía de la región. Además, les comentó los rumores de que el gobernador de Yaracuy y el alcalde eran santeros que le
rdad es
s en él. Sus hijas s
stor de verdad, hijo; solo me dice así porqu
ueva r
é por aquel camino, de hecho les había entregado mis hijas a un demonio, pero Dios me salvó... Un pastor alemán de la Iglesia del Nuevo Milenio me enseñó el camino para ayudar al prójimo y el amor. Eduardo se había dedicado a la brujería desde muy pequeño y les había entregado sus amigos de la calle a otros brujos que us
esa Iglesia de
s manos y miró en
razón. Suena sencillo, solo con estirar un dedo puedes ac
edes de verdad
del Corán... Ni Antiguo... Nosotros creemos en un Di
on tristeza y un poco de envidia, las ganas de orinar regresaron a su cabeza, en medio del silencio buscó a Victoria con la mirada y le pidió que le prestará el baño. Entraron en la casa y lo condujo por un pasillo con piso de cemento
on sus labios, los de Ana, fundiéndose en un beso tímido, tierno y lento... Pero Ana no estaba allí... La había perdido, así como había perdido a su hermana Francis y a su madre. Tomó a Vic
sien
nes n
e llorar, de dormir, de gritar... De olvidar el
e v
dientes imperfectos bajo los efectos del alcohol y el
ue
ió el rostro, sintió una lengua indagar en su boca como un torbellino y acariciar su paladar con descargar de
esperando a
o miró ent
.. aunque no sep
asistido varios partos y hecho pasantías en el Centro Ambulatorio. Fabiola y Eduardo se rieron e intercambiaron fluidos el
o Jonathan-
esfilando por las siniestras calles de la noche, el cielo a esa hora era más oscu
ué me i
stezó, med
astor Miguel... El don me lo confió, tú tienes
va a
con cada palabra. Se hacía más grave, como
lación cuando me poseyó. Tienes un rol, podrías negarte y tener una vida normal... Pero tú vida no es n
spuestas pero encontró más preguntas. Él no se sentía especial, tenía la certeza de que nadie lo era en la vida. Según la información que estuvo reuniendo, todos
loterías llegaba borracho y gruñón. Pudieron comprar una buena casa porque su madre era una prestigiosa abogada y su padre era dueño de una concurrida tienda de ropa; fueron una familia prospera que terminó echa pedazos. Su padre alcoholizado perdió el
cho y él visitaron a los Marcano y encontraron a Ana en pésimas condiciones, estaba famélica y deshidratada. Después de algunas pruebas psicológicas, la fiscal dejó que Fernando estuviera a cargo del exorcismo, a
día sentir aquella lascivia rasgar sus carnes con odio. Ella sabía que todo aquello era causa de la insistencia del joven encaprichado con su hija... No era amor, estaba desesperado por compañía... El bombillo de la s
a puerta de madera. La señora Marcano tenía los ojos anegados de lágrimas y sus labios temblaban... El padre Alejandro la abrazó y la llevó a la cocina para poner a hervir un café. Fernando dejó el maletín en el suelo, sacó una vieja biblia
oz baja-... ¿Seguro que
ero malestar estomacal lo desconcentraba. Pero, estaba determinado a llegar hasta el final. El pastor Miguel le dijo que todos po
aferró la perilla fría y los dedos se le
con gesto paternal. Cuando lo miró a los ojos vio a un hombre terriblemente viejo y
quejidos de la señora Marcano... Todos estaban sufriendo. Jonathan abrió la puerta con los nervios revoloteando en su e
álido-apunta
abrió la
de caerse, una de sus patas se había roto... El aire acondicionado respiraba con dificultad, asfixiado con tantos pensamientos encajados en un espacio estrecho. En la cama de armazón reposab
sus labios partidos se desprendían y sus ojos vacíos los miraban; pero no veía luz en ellos... Pobre Ana, fue todo lo que pudo pen
haces
voz de Ana sonó apagada, ronca, impropia... Jonathan quería lanzarse y abrazarla, llorar con aquella amada en sus brazos..
n poco de la palabra de Dios... Por favor... vas a sentir que te quem
ien-la voz de An
ras de noche... Jonathan lo miraba, no sabía que hacer en aquella situación. El hombre le pidió que sacará una grabadora de sonido de su maletín. Jonathan revolvió el contenido: tenía libros,
un sudor frío le recorría el cuello y las fervientes ganas de vomitar no lo dejaban hablar. Al cabo de unos minutos la risa de Ana se detuvo, cerró los ojos y sus párpados se agitaron, sus manos se crisparon en forma de garras y un gesto de dol
imperiosa, sin el mínimo ápice de
de una fiera a punto de abalanzarse sobre una presa. Fernando se paseó con la cruz apretada en su puño, le volvió a hacer la pregunta y ella soltó una risita de
e cuerpo en el nombre de Jes
comenzó a pesarle y el peso de la cruz de plata lo incomodaba, quería bajar aquella reliquia. Pero su mente tenía dudas... Aquel dolor
o sacer
como si lo acusara de un cruel asesinato. Ana le lanzó una dentellada furiosa, pero Fernando no se apartó, difícilmente la chica pudo m
Fernando acercándose a las sábanas-..
e estremecía, ofuscada
ndo a
nombre espí
burlón. El sacerdote roció a la chica con agua bendita y el demonio se retorció de dolor, sus gritos desesperados eran acompañados con insulto
Ana. Fernando rezó el rosario, concentrado con los ojos cerrados y con cada
acerdote no cambió... Le acercó la cruz a la cara y Ana la besó con el rostro congestionado, sus dientes rechinaban... Tenía miedo de que se rompieran. Fernando rezó una or
olpeando sus oídos como alfileres. El cuerpo de la joven se retorcía de dolor, a punto de partirse a la mitad... La bilis en la garganta no lo dejaba tragar... Llegando al punto culminante de la oración, Fernando se acercó a la posesa con la botella de agua bendita y
s del demonio retumbaban a lo largo del espacio y el tiempo, agujereando la superficie de su cerebro. El hombre anciano gritaba de dolor con los dedos aferrando su corazó
mo la muerte q
de que cuando so
udo dormir pensa
eces sueñ
r, que algunas veces t