El Jardín de los Lamentos
a te ne
o puedo est
estemos j
amos esta
uedo ol
spinoza lo miraba de hito en hito mientras el resplandor purpúreo del crepúsculo pinta
orprendente era que no se equivocaba. Era una verdad dolorosa... Los hombres de Dios como Fernando estaban desti
onathan una similitud con su fuera juventud. Junto a la playa, la vida es más sabrosa, decía su madre. Y sí, fue muy sabrosa, solo que no recordaba la arena caliente, ni las olas reventando la sal
terminará
das a las que intentó enamorar terminaron riéndose de él... ¿Tenía algo malo? Moriría solo, eso sabía. Se había alejado de Dios en su juventud, pero esa misma desesperada desol
mo fue el líder del grupo y juntos viajaron por toda Europa, realizando exorcismos y llevando el catolicismo hasta los rincones más apartados del continente. Habían visto, compartido recuerdos y terrores... Cuando murió el padre Guillermo, una carta llegó al departamento de Fernando, en ella le abdicaba el liderazgo soberbio de la Junta del Tabernáculo y le cedía su más val
.. Que Chivacoa era la ciudad con más posesiones en Venezuela, su antiguo hogar; por años los peregrinajes a la montaña Sorte formaron el mito en toda América Latina. Los rumores de que el corazón de la santería se congregaba en aquel pueblito lo atrajeron como un incendio... De inmediato, se puso en contacto con la iglesia católica de la parroquia y los rumores resultaron ser más aterradores de lo que supuso, era terrible. Partió de Roma a Caracas y tomó un autobús a Chivacoa, un pueblo colonial y pintoresco donde era norma
adeado y se limpió el sudor grasiento
?-le preguntó al jov
erla reír. Te gusta su risa y sus palabras... Hablar con ella... Y quieres tenerla, abrazarla, amarla... Y cuando la besas, tú, te desvaneces del mund
bio... Ojalá yo hubiera
mirada para esc
seguro de que todos tomamos
ja calle Penitencia los hacía temblar de nerviosismo, las sombras se paseaban libres después del anochecer... Buscando amor en
contemplar sus párpados agitados bajo los lentes oscuros. Un temple cincelado por el estupor del
madera. Jonathan la miró largamente como si de un espectáculo siniestro fuera testigo... Aquella mujer se deslizó encorvada y delgada hastahora de
linando la cabeza-. Disculpe la intromisión a tales hor
rada rabiosa en el semblante de su padre, al encontrarse otra vez con algún sacerdote, siendo el padre Claudio quien dejó morir a su pequeña hija Francis... Aquella i
está b
rla, saber c
la iglesia, oraba por ella, por mí y-miró de reojo a Jonathan-... porque las cosas mejorarán.. Entonces... ¿por qué Dios deja que una niña tan buena pase por algo tan horrible? Ella n
ió y sus ojos
ra venir un día de estos
us ojos en Jonathan y lo lastimó-. Ni de ti. Déjala en paz... Ella está bien... La religión
estar, él nunca había lastimado a Ana, la amaba...
su hija, vendremos a revisar su estado de
y doblaron por la calle Frustración. Un hombre anciano sentado en una mecedora daba profundas bocanadas a un tabaco encendido en medio de la acera, la lumbre resplandecía rodeada de una perenne negrura, su silla crujía con el movimiento, como si fuese a desarmars
rdiendo a medida que caminaban-, y esta obscuro y no ven a nadie... No vayan... Es el gritón... Se viste de paja y trapos. Se puede apr
llamándolo... «Jonathan»... No creía en cuentos de viejos. Fantasías como el Silbón o el carro de Drácula eran parte del colectivo de los ignorantes... No creía en nada. Solo existía su determinación por lo
a cura
asa, si de verdad necesita ayuda entonces podremos tomar su custodia y la iglesia podrá aprobar un exo
Ana era su meta... Lo haría. Un par de calles más abajo, plagadas de sombras y recodos, finalmente llegaron al CICPC del pueblo. Un edificio blanco y alargado de dos pisos y muchas ventanas cubiertas con cortinas color crema. En la entrada se leía e
io, el suelo de cerámicas blancas brillaba y las luces le arrancaban destellos estrellados. En la recepción una secretaria jugaba a la lotería de los animalitos detrás de un ordenador, por su gesto había perdido al escuchar «el oso» en la radio y rasgar su ticket. Los miró y paseó sus ojos oscuro
ada, era morena, delgada y aparentaba una fa
oza a la recepcionista-, quisiera rep
los otros para poner la denuncia. Habían dos asientos libres junto a la mujer cansada y esperaron, el contacto del frío metal lo hizo recordar lo cansado que estaba. No supo cuanto tiempo estuvo sentado... Meditando en sueños... ¿Qué estaba haciendo con su vida? Todo era un chiste sin
maletín en el regazo, sacó una biblia remendada y llena de anotaciones y se puso a leerla... El silencio que aconteció a aquello fue verdaderamente ins
eno y muy bajo, sus ojos negros juzgaban. Tenía un
s saber
mirada y vio al extr
mo d
inar sus pensamientos-... ¿Es un familiar? No... ¿Novia? Sí... E
como tal al expresarse. ¿Qué quería? Estuvo largo rato mirándolo fijamente y
abe esto
el rosario en su cuello, también tenía
y b
miró severo al hombre con los labios apret
cuando mucho es un tabaquero que dice hablar con muertos. Se hacen
una risita y su
está diciendo que necesitas guía. Tu novia está pasando un
s del brujo y Fernando hacia hincapié en aquello con sabía veheme
ia-comentó Fernando a la defensiva-. Hizo conjeturas y acertó
escuch
párpados vibraban. Su cabello recortado ondulaba como la paja azotada por la brisa... Aquello duró un segundo, una eternidad, un minuto... Aquel brujo t
o con una voz gutural, estaba completamente inm
énez Belisario-su re
entrecerr
interfieras en su vida y abras todos los caminos. Seas luz... Rey del Cielo y de todos los ángeles, lo guíen en su dura batalla y le den la fuerza a su fe para creer en ti, poderoso rey-la voz gutural desapareció y se sumergió en un susu
r de su trance vivido y recobrar la tez de su rostro, abrió los ojos y aquel
itu? -Preguntó finalme
ras rezaba un avemaría en murmu
res el que decide, si avanzar por aquella senda despiadada o continuar por un sendero tranquilo. Pero debes tomar tu decisión, porque el cambio ya viene... Y lo mejor para todos será que te unas a Dios, que combatas al mal que se cierne sobre el pueblo o-miró al sacerdote y su sem
uel brujo y solo obtuvo incógnitas. Fernando tenía razón, aquel hombre era un charlatán que quería jugar con sus mentes para sentirse superior. Creerse la gran cosa, así como los creyentes católicos se creían mejores q
na Marcano Ramos y está siendo
sentido. Jonathan se estremeció, incluso Fernando asintió pensativo y no quiso hablar. La mujer afligida mir
llorar y la voz se le rompió-... Tiene cinco años y esos hombres me la arrancaron de los brazos. ¿Podría... podría encontrarla? Le voy a pagar mucho, pero por favor... Llevo todo el día esperando y no deja
oculto en la cartera, cuando fue a coger aliento una maraña de mocos sali
que debería pedirle es a Dios y a la
a todos los días y regaña a su abuela cuando la ve fuman
o darle falsas esperanzas. La policía está trabajando
vor, señ
enseñó las palmas, eran muy bla
de pronto, todos lo miraron-... Creo... Qu
mujer afligida. Luego de recitar un avemaría, se quitó el rosario y sacó de su bolsillo una petaca, un paquete de Belmont y unos chicles. El brujo destapó la petaca y un profundo a
pidió más información de la desaparecida, su ropa, el color de su cabello, la calle donde se la llevaron. Con cada pregunta su rostro iba cambiando, dio otro trago a la petaca y su voz se volvió grave, gutural... S
éva
o fuera del edificio. Jonathan le preguntó a Fernando si podía ir con ellos, y el anciano después de pensarlo se lo permitió. Afuera, el brujo y la señora afligida entraban e
do media hora más hasta que llegaron a una de las ramificaciones de la quebrada Carmiña que se unía al río Yaracuy. El rumor del agua los acompañó cuando no pudieron avanzar, apesadumbrados. Todos bajaron del carro, el brujo seguía inmerso en su trance y murmuraba cuánto debían avanzar. Jonathan iluminó el sendero dificultoso con una linterna y ayudó al brujo a caminar, juntos en su delirio nocturno avanzaron con los mosquitos zumbando en el int
tímetros de agua del riachuelo... Era nefasto, un amargo sentimiento se alojó en su estómago y no pudo deshacerse de su regusto; porque había otro indicio de lo que ocurría... Todo volvía, siempre era de
de los l
ndo el día qu
ace t
a lumbre de un cigar
está
hace pensar
ahora, quizás es
r hecho tant
rdonarme porque no
de redención, el p