Sabrinna
no más sana cercó la mía en el mango del arma que antes tenía, y cuando se pegó a mi por detrás, sentí su miembro duro entre mi
onrió en mi oído, besó mi cuello y subiendo con su lengua p
s otra lo matas tú, mi flor -todos permanecían en silencio, esperando el desenlace de la situación y los otros tiros que teníamos de fondo habían cesado como dánd
pregunta, mi respuesta inevitable le daba la oportunidad a él de no fallar a la hora de cometer aquel asesinato del que no terminaba de sentirme responsable. Onir m
negar, e
sincera y eso, en las manos de aquel hombre, podía volver
onar el tema. Aunque fuera de manera quizás un poco desproporcionada, me valía. Tenia la posibilidad de librarme
blanco,sin separar sus manos de las mías. Nadie, absolutamente nadie se atrevía a decir nada hasta que de pronto el pusilánime de mi hermano se empezó a
ploraba perdón de aquella manera... Un perdón que no le daría por otra parte... o tal vez, quería hacer ver al resto
quizás por los tres. A él, le salvó la vida y a nosotros las co
y como no encontró inmediata obediencia que supuse era a lo que estaba acostumbr
jo cerrando mi cintura por el frente,enredada entre las hebras de mi largo cabello caído por delante de mi fugura y pegándome contra su tó
y volver a poner el seguro al arma,
uesto sobre no tocarme,se volvería a desatar la guerra y ya había
preguntó su padre que era el úni
ano -que mis órdenes son infranqueables y que lo mío nadie lo roza y Sabrinn
era y no oído hacer o
aminado dos paso
llorando hacia mi suegro que me hizo un gesto de cabeza indicando que no había nada de lo que preocuparme
llevaran. Una mujer en el mundo de ellos era
tarse que aquel hombre estaba herido, no da
dos en el mismo acto. Me llevaba presa por un codo. No apret
un permiso para hablar y noté, que salvo su padre,
o justo cuando recibió un ademán como permiso para continuar h
y buscar indicios de verdadera calma, que a pesar de haber cesado la acción a tiros, me preocupaba que si me separaba de él mi hermano se atreviera a l
ciones rojizas que había a la derecha de nuestra posici
eriendo saber todos los detalles de su rutina par
cuando ví, como el cañon de un arma de alto alcance se dirigía hacia él y el impacto hizo que los dos r
do mi rostro por entre mi cabello y s
de mí, sangrando por su primera herida y goteando sobre mi pecho -pero ahora sé, como que soy el león, que
e que el turbante que llevaba en la cabeza se le había caído y su pelo negro azabache como el mío, caía sobre sus hombr