El Día Que Te Conocí
ía hacer otra cosa que verlo fijamente a los ojos. Un dolor repentino se clavó en su corazón como una aguja: sentía que, desd
le en todo el brazo luego de esto, aun así caminó rápidamente tras él, siguiéndolo de cerca, preocupada de que se esc
tenerse en pie, intentando no caer al s
ritó: "¡Se desmayó!". Se volteó para comprobar quién había sido, y vio a la mujer tirada en el suelo inconsciente.
cemos?", le pre
pateó la cara suavemente con su zapato esperando una reacción. Lu
a música! Pidan más bebidas y no le
caso: una música ensordecedora llenó la habi
él y le preguntó preocupado: "
rló sin remordimiento
s, Ivanka s
r levantarse del suelo sosteniéndose de la pared y la luz automática del pasillo se encendió cegándola por un instante. Pudo identificar q
ba la cabeza. Sí, había venido buscando a Bruce, per
pasillo para buscar la habitación donde debía estar. Estaba decidida a lo
llá! Por eso debían regresar juntos ya;
n las placas metálicas de las puertas. Tuvo que caminar un buen trecho hast
a. Quedó un instante sorprendida porque no
ue tenía. Fue en ese momento cuando su verdadera naturaleza, impulsada por el alcohol, se reveló al gritar con todas
¡Si no sales, te voy a romper el brazo!", la voz aguda y de
te una leve llama cuando alguien dio una calada a un cigarro. ¡Parecía que sí estaba ahí después de todo! Con los ojos entrecerrados, tratan
sobre su rostro y le oscurecía las facciones. Tenía puesta una sencilla camisa blanca, au
era posible que siguiese visitando ese lugar para divertirse y hacer locuras? ¿Era incluso capaz de llamarse a sí mismo un h
agarró el cuello con sus manos y le gritó fu
or la puerta de la nada, Liam
oven al mismo tiempo. Tal vez era confuso, pero esa era la impresión que ella le estaba dando. Ahora, ten
pleto el rostro, se fijó en los ojos brillantes como un
a los de otra persona en su memoria. Pero sabía que era imposible, no h
le en tono casual: "Señorita, me pare
a: "¡Maldita sea! Te conozco desde hace nueve
evemente a perfume Chanel: la mezcla de estos dos aromas le daban una fra
ranquilamente el humo. Agarró la mano que soste
. Sabía que a Bruce no le gustaba que ella lo tocara, de hecho, no le gustaba nada de ella. Sus ojos ardieron cuando un to
ar respuesta, con la misma calma qu
le dio un beso desesperado. "¡Mientras más te niegas a que te toque, más ganas m
rla. Pero ella se movió con rapidez y, sin que él pudiera hacer nada, se l
ezclado con la inconfundible fragancia de una mujer jov
am, que dejó escap
s enojada que nunca, y se sepa
uien le recordó por un momento. No le gustaba que las mujeres lo tocaran, pero como Ivanka parecía ser un caso especi
rbilla, mientras le susurraba al oído con un to
así le preguntó sin entender: "¿
la mujer cómo se anticipaba el deseo. Los labios rojos y jugosos como cerezas le parecían el más exquisito postre que había visto.