El Calor del Oriente
odido llegar al funeral de Maiklhe Mubarack; el antiguo jeque, lo cual le enfadaba en gran manera ya que tenía planes de fotos sobre aquel sepelio, es que su frustración era tanta al saber que no habí
n error, que debería tomar un vuelo de regreso a su propio país y olvidarse de sus deseos de estar en Norusakistan, pero no, era demasiado testarud
la arena dentro de ellos, el suelo estaba sumamente caliente, la arena de
deros estaban en la amplía mochila que cargaba, pesaba pero no le
te que se había colocado, sentía como la piel de la cara estada insolada, seguramente estaría roja como una langosta cocida, pero eso no la detendría, era un mujer que había fotografiado las escenas más atr
olores dorados y negro eran una alerta a cualquiera que la mirara, se acercó con sigilo apuntando con la lente de su cámara fotográfica,
on satis
no logró ver con claridad hasta que lo tuvo muy cerca. Se detuvo casi frente a ella, la recorrió con un
stro, aquello no le gustó a Isabella, quién decidió no responder a la indolencia, est
lero- respondió ella
nas. ¿Está uste
ería. Muchas personas en el Aeropuerto y en la ciudad le aseguraron
esponder abruptamente al comentario machista de aquel hombre. ¿Es
mí- respondió altiva, estiran
su nombre?- frunci
eñor- se encog
ó- tiene usted
ero no quería entablar conversación con aquel orgulloso
a de una mujer, al menos
é en cuen
l ceño y empequeñeció los ojos. Su apellido indicaba que pertenec
imo del n
mi apreciada dama-
damente?- ind
le tener a un rufián por p
jo frunciendo el ceño nuevamente- según las leyes de N
o de nosotro
n nuevo jinete se aproximaba. Un hombre increíblemen