Penumbra
que tantas veces pero me levanté en cada una de esas caídas, no me dejarían vencer, ni mucho menos dejarme morir en el piso, mi alma y mi cuerpo no sincronizaban en ese instante pero luchaba por mi vi
inqueb
vuelta para abrirla, por el óxido y lo desgastada que estaba, la llave se partió dentro de
todo el peso de mi cuerpo y la puerta se astilló y me di cuenta que podía tumbarla si me volvía a tirarme sobre ella, en el segundo intento, tome impul
sentí que mi brazo se salió de su lugar, y me di cuenta que me había dislocado el hombro, y la puerta habían caído, en fin, con una piern
on que algunos escalones estaban tan dañados que debía saltarlos para pasarlos, y me dispuse a baj
ado al hueso de mi pierna desgarrada, grité de dolor
especie de catacumbas, había muchos huesos
salir de ahí, pero sabía que por todo lo que había
bservar a cuatro personas colgada de las manos y de espalda h
se montón de huesos que se encontraba, así que decidí agarrar un fémur y usarlo de bastón para pod
ompletamente rotas y de punta a punta, sus vísceras colgaban y caían al suelo, sus órganos parecían estar triturados y cercenados, como si un perro había comido de adent
del tipo, y entraba por un orificio y salían por otro, se había vuelto el criadero de un montón de moscas y gusanos
alvaje lo hubiera hecho, pero la estar colgado y degollado tal manera, solo la mano de un hombre, algún t
serpiente enrollada en un jabalí, ese tatuaje me era muy familiar, y recuerd
orque tendría su pie cercenado en su boca. Estaba tan cubierto de sangre que no podía distinguir sus rostros, algo muy extraño. De él sujeto
ura física me recordaba a la de mi amigo de borracheras, el gordo Barney un maldito alcohóli
on que algunos escalones estaban tan dañados que debía saltarlos para pasarlos, y me dispuse a baj
ado al hueso de mi pierna desgarrada, grité de dolor