SOY LA PERVERCIÓN DEL JEFE
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a ser parte de este tipo de juegos, aunque, a
de aquellos libros calientes que me encantaba leer; sin embargo, eso no
soltero a experimentar diferentes practicas sexuales, por lo que, luego
eres y hombres se disfrutaban sin inhibiciones, por u
en mi interior un deseo incontrolable por l
, no teníamos nombre ni pasado e incluso, las sumisas ten
debía despojarme de todas las prendas q
solo pude distinguir una tarima en el centro y bultos alrededor. Supuse que se trataba de los diferen
eñor y eso mismo hice. De rodillas en el suelo, mis manos
las palabras de la recepcionista de esta sección, por lo que no quería desobedecer. Pensa
ncluso contaba para mis adentros hasta que
ocurriría después, hizo que una sensación punzante se alojara e
e, cuando él se acercó, se posicionó detrás de mí y tras su ord
do mi cuerpo se erizara
rees que debería hacer contigo? -No dije nada. Hasta donde me habían informado, no se le permitía la palabra a la sumisa a no ser que sea el señor quien lo permitie
í. Para ser sincera, no sabía si había dejado a propósito algo de visión, porque me di
ombre en cueros, con el torso bien marcado y la cremallera de su baja, lo que hizo que
ba detrás de mí de nuevo, pidiéndome que colocara mis manos detrás de mi espalda para amarrarlas. Para entonces, mi vagina palpitaba y mi tanga estaba empapada-. Levántate -ordenó y procedió a ayudarme con la tarea. Una vez que me puse de pie, me acompañó hacia la mesa y me hizo inclinarme sobre ella, con la frente presionada contra la dura madera. Me quitó la
me lo concedió. Pegó sus labios a mi oreja derecha y buscó más profundid
pausa y prosiguió-: veinte azotes. Dobles, p
solo 10
lar? -negué con la cabeza y mordí mi labio inferior expectante a lo que ya sabía que me pasaría. De pront
stremeciera y aquel dolor intenso de su
os nombres, pero tampoco me habían pedido uno por el cual
sin previo aviso, metió algo dentro de mí y comen
a vi
seo pedirte-me dijo y dió una fuerte palmada sobre m
e esa manera me fasci
ión familiar de hormigueo en mi glúteo derecho. La sensación más impactante vino del vibrador, que logró presionar
el anterior, pero la sensación de placer creció exponencialmente. Estaba tan excitada por las primeras tres nalgadas que mi discurso se volvió ininteligible después,
de», recordé una regla excepcional. No quería hacer nad
ngar la tortura, entonce
vara temblar descontroladamente a punto de alcanzar el éxtasis divino en sus
tomó mi cuello con fuerza y me
sin aire, y él solo mordía
para mis adentros pensado que en que había arruinado nuestro primer y quizás, último encuentro, pero cuando regresó y se posicionó detrás de mí, sus dedos tocaron mi sensible clítor
ería desafiarlo. Ya había hecho lo suficiente como para ganarme el boleto de salida y por alguna
o por que de una buena vez arremetiera contra ella con extrema violencia. La espera me estaba matando. No er
is. Mordí mi labio inferior, saboree mi propia sangre y me callé las ganas de
rada al tener el privi
r favor, tóqueme
í la lengua para no gemir a viva voz, pero tan pronto él me otorgó el permi
e mi hinchado clítoris y mis gritos
ió paso por mi recto, lo cual me hizo encorvarme hacia atrá
guntó con voz ro
ue recorría mi cuerpo, se alojaba con gran intensidad en mi centro. Me moría po
etiró. Maldije por dentro su ausencia, pe
e se refería y asentí jadeando. -Contesta, m
o sentir su hombría dentro
s dije, sus uñas se clavaron en mis muslos y antes de que pudiera decir al
ro de mi trasero: un dildo anal. Siseé de placer. Gracias a la humedad de mis fluidos y su saliva, el instrumento resbalaba con gran facilidad y durante largos minutos se mantu
lé. Luego sucedió algo que
e cuero de la muñeca derecha y me dijo que me acostara boca arriba, con los brazos estirados por encima de la cabeza. Luego, procedió a pasar el brazalete de cuero todavía atado a mi muñeca izq
e golpe en mi glúteo derecho me recordó que
o -advirtió y siguió jugando, pero luego de unos breves minutos,
e detuvo a mi alrededor. ¿Cómo es que sabía cómo
omo me encantó cuando hizo eso!», pensó mi yo pecaminoso y adicta al sexo. Luego, me esposó el tobillo derecho; a qué, no podía decirlo. Una vez que repitió el proceso con mi tobillo izquierdo, estaba casi s
su boca, sus manos, un vibrador y finalmente su polla. Mi
Ariana? -volvió a sembrar
dad ir a otro nivel, pero la otra
r -mantuve mi papel
as alturas, poco me importaba saber de quién se trataba, sol
stros de quienes estuvieron antes de mí -ubicó su pene en
e a pedirle más, pero en medio del acto algo extraño ocurrió, y es que comenzó a pronunciar m
emidos se empezaron a oír más lejos, luego un ruido estruen
s manos cubren mis orejas sin entende
. Rin.
s y comprend
jada, francamente me solía pasar; pero la diferencia fue que, por