El legado de las reinas
uentra aquí? - pregu
vo frente a la
nero que durante los últimos años ha permanecido
contestó
muy cercano con ambos. Quizás luego de que descanse un poco le gustaría verlo. Sé qu
ro que se me moleste bajo ninguna circunstancia, a no ser para r
tía una vergüenza sin igual por la manera en que su amado estaba
o, con la sombra de la so
usted retirar
Su semblante se despojó de la apariencia ruda y adoptó una más sombría, asustada
sado por allí y Rafa se sentía de nuevo como un niño pequeño, vulnerable y sol
za que pudo, sin preguntarle nada. Sintió como temblaba su pecho y separándose de él, tomó el rostro entre las manos. Sus
realidad. Sus instintos tomaron el control absoluto de su cuerpo y su mente. Se abalanzó sobre Alice y sin saber cómo, pronto estuvieron envueltos
ba a ver nada más allá de sus propias manos. De repente lo escuchó de nuevo. Se sentó en la cama, intrigada y temerosa. Sentía
rte que el miedo a lo des
or que podría p
y con el cabello enmarañado se dirigió a la puerta. La abrió despacio, el pasillo ahora también estaba
illa de cristal, que nacía de la pared. Una de las tantas que se entendían a lo largo de todo el pasillo, apostadas entre los cuadros. Escuch
oscuras casi por completo, solo tiernas lucecillas iluminaban ciertos rincones. El sonido se hizo
instrumento fino y largo, que se asemejaba a un bastón en una de sus manos. Lo
lamar su atención, pe
ido. Ya estaba al pie de las escaleras, cu
la?!- r
en seco. Miró hacia los escalones que había dejado atrás. El hombre estaba ya tan cerca que pudo verlo con más claridad. Llevaba un sombrero alto, que ocultaba
canzarla y ella, aterrada, por completo se giró y echó a correr. El bastón guardó silencio. Alice, en la cima de las escaleras buscó la figura sombría,
ó, condenándola a la más absoluta de las penumbras. Su corazón se ag
lorar. Asustada se sumergió en la oscuridad del pasillo, intentando escapar de aquello que la perseguía. Tanteaba las paredes, con angustia,