Me enseñaste a amar
es versión mejorada del anterior en cuanto a ingenio y travesuras se refiere; como en mi vida laboral ya que soy el presidente de una corporación que fabrica motores para vehíc
s, en casa tengo suficiente personal para atender a cada uno de mis hijos incluyendo su seguridad, en mis empresas he contrata
cada uno permaneció en el hogar familiar hasta que nació mi hijo mayor Bastián, al verlo me sentí tan comprometido con él, que visité a mi abuelo quien tenía su pequeña fábrica de motores, la cual mi padre no atendía porque su vocación era ser médico, así que una vez que mi abuelo decidiera retirarse la fábrica pasaría a terceros. Le pedí trabajo a mi abuelo y él en su entusiasmo prometió enseñarme todo lo que sabía, al mismo tiempo continué mi
ía para conservar la paz, para el segundo año estábamos más acoplados uno al otro, yo continuaba con mis estudios y trabajando arduamente en la fábrica mientras Fionna se mantenía en la
notar y aunque mi esposa había decidido dedicarse al hogar yo estaba bien, me sentía lo suficientemente capaz para mantener a mi familia, cuando nació
ivir para complacerla y seguía agradeciéndole cada día por mis hijos, era lo primero que le decía por las mañanas al darle el beso de buenos días y tener mi mañanero; me considero sexual, me encanta estar entre las piernas de Fionna, pero a veces me cuesta convencerla un poco, aunque la entiendo, tiene la responsabilid
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me insinúa, ella solo dice que confía en mí. Yo, pronto cumpliría 24 años y con mucho ejercicio, el cual hago en mis pocos ratos libres, he trabajado mi cuerpo porque me gusta sentirme y verme sano, me convertí en un hombre de 188 centímetros de estatura, me esmero al vestirme porque admiro la elegancia, mantenía mi cabello sobre la nuca y gracias a mi hija tenía la barba y bigotes muy cortos porque si crecían se prendía de ellos hasta causarme dolor lo que le resultaba
z o callarte, no voy a tolerar escena
iero ot
o antes, ya no hay
la
ra atentar cont
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eres tenerlos? –pregunté capcioso y
nerviosa–, en genera
sea la última vez que te presentas aquí con
hay que hablarlo urgentem
que me provocó esa imagen, no entendía la reacción de mi esposa, dar vida era un milagro y ella lo producía, en mi mente no me cabía ninguna razón válida para no saltar de alegría por ese hecho, nuestra posición había mejorado considerablemente, podíamos permitirnos el lujo de tener