El Cerezo y la Katana
edor) y luego de vestirnos empezamos con nuestros quehaceres como discípulos: Mantener aseado en cuartel, limpiar las caballerizas, cepillar a los caba
co), kenjutsu (el arte de la esgrima), juttejutsu (el arte de la equitación), Aikido y sojutsu (el arte de la lanza) entrenábamos dura
lto mundo de los samurais, su dedicación, su perfeccionamiento diario, nos enamoramos de su tradición y costumbres; a partir de aquel momento e
rraban el arco y la flecha, el pequeño Yuki encontró el consuelo par
pareció una chiquilla, no aparentaba tener más de unos 5 años; supuse que se trataba de una de las niñas que servía en el palac
es Asuka, ¿cómo te l
cortante, no tenía intenciones de r
a a la perfección su forma desenfrenada de devorar la comida que les arrojábamos. Pronto nos aburrimos y Asuka me pidió que le mostrase como practicaba con mi bokken, le enseñé l
las mismas exclamaciones que yo al realizar los movimientos; sin embargo, no supo controlar bien la fuerza al blandir mi espada de madera y esta golpeó el tronco del ár
re mí mismo y vi al jefe del cortejo de la princesa, con todo el cortejo
itó el jefe- ¡P
o a Asuka, la cual me sonri
fe del cortejo- ¿Cómo te at
-sama y se preparó para dirigirme un golpe mortífero. Nobunaga-sama tomó la espada por la hoj
defendí enfurecido- Y
giéndome una mirada para que me calle. Guardé mi bokken e hice una profunda r
habló, ahí fue donde dejó de ser una simple chiqu
na reverencia en señal de respeto hacia Nobunaga-sama, el cual se arrodilló ante
é la vista para verla alejarse, y cuando esta se perdió de vista, me pu
ro de ahora en más, trata de mantenerte alejado de ella, no porque desconfíe de ti, sino porque e
rmé ofreciéndole
miné lentamente por los corredores intentando no hacer ruido; al parecer todavía era de noche. Salí del cuartel y vi como caía la nieve lentamente. Me senté en la entrada, de pierna
por estar,
vuelta para mirarlo y mi compañero de habitación me sonrió abier
-le r
tan temprano? -pregunt
ú -respondí-: V
piró mirando la copa de los árboles
sólo escuchábamos nuestras respiraciones, y observábamo
miré sorprendido, dejó caer un par de l
talla en un par de semanas -s
estudiantes de soldados: Servir al emperador. Había estado absorto
iremos en nuestro prim
sangre, miembros amputados, muerte, oscuridad... La nieve, antes blanca y pacífica, ahora estaba teñida de
ue había ocurrido, jamás, en mis diez años, había visto semejan
oco. Los soldados pasaban cerca de nosotros montados en sus caballos, arrastrando heridos y cantando canciones de victoria; otros soldados iban separando los cadáveres de nuestros compa
dos se nos habían adelantado y estaban festejando por su cuenta, tirados en las entradas de los burdeles, bebiendo sake y siendo atendid
armadura de los restos de sangre. Mientras lo hacía reproducía en mi mente lo ocurrido en aquella tarde, cada movimiento de los sables y lanzas, cada g
el cuartel mientras bebía sake y miraba la nieve caer-. Un samurai no soporta la derrota, por es
habitación, ya aseado y c
los pies, se lo notaba cansado. Yo sabía que mis deseos no era lo que a él le preocupaba; había aprendido que sus "sugerencias" o "preoc
extremo cuidado en no pisarlos. En el baño me relaje y trate de no pensar en lo que había visto en el campo de batalla; sin embargo, mi mente inquieta seguía remem
si sigues pensando en eso. Este es el camino que e
uperior se escuchaban desde el pasillo. Muy lentamente, me me
ombatir, los refuerzos llegaban diariamente desde distintas partes del im
al lector más exquisito; o como el pequeño Yuki, que había transformado a su lanza en su compañera de baile y cada movimiento suyo estaba suavemente mecido, líquido, etéreo, armonioso. La flauta fue mi com
aquel entonces había cumplido los once años; la ciudad se vistió de fiesta y
s, bajo pena de muerte; sin embargo, ella intentaba volver a establecer contacto conmigo, a lo que huía despavorido, y ella bajaba la mirada, entristecida. Con el correr de los años, aquel interés hacia mi persona fue disminuyendo, hasta desaparec
nia del gembuku. Para su cumpleaños número quince, Souta había recibido un caballo y un verdadero arco, y se le permitió usar el moño alto como símbolo de su virilidad. Para mi festejo, Nobunaga-sama presentó ante mí una soberbia armadura y una bellísi
a ti -dijo Nobunaga-
tamente cada oración. Si mi sorpresa era grande en ese momento, luego de leer el contenido del per
-sama -susurré con toda mi humildad, deja
s varones murieron en las guerras y todas mis hi
hijo de un campesino a ser el de un noble samurai, con todo
aga-sama, una lágrima nació de su único ojo y
dome ante él, honrándolo y reverenc
-
NOTAS DE AY
os que los aprendices p
ional japonés, b
nte se sustituyen las moras por sílabas cuando se traducen o componen en otras lenguas. La poética del haik
esentrañamiento, si bien en japonés se prefiere el término seppuku
ái, símbolo