El fragmento ámbar 1: El ojo esmeralda
ÍTU
suelo la había recibido. Lo primero que vio cuando trató de enfocar la vista fue un rostro. Era el de una mujer de facc
ntras la mujer movía los labio
os se aclararon. Se encontraba en uno de los laterales de la calzada,
ueron las primeras palabra
quí, junto a ti -r
a la mujer, vio al muchacho recostado junto a ell
te, está bien. Parece qu
respiró,
reguntó la muchacha a la
alguien os empujaba al suelo. Al ver que nadie os ayudaba os saqué d
ojos. Una sensación que nunca antes había sentido. Era como si su mirada le hablara, como si los
rprendida por la pregunta. -Vuestros hijos -dijo de pronto, cuando Delia parecía estar a punto de responder-. Vuestros hijos muriero
s ojos se abrieron como los de una lechuza. Tras u
¿te conoz
ó, casi tan con
había visto
elia, la miraba con una mezcla entre curiosidad y miedo. Tras unos instantes, sin
, ¿cuál es tu
. Me llam
rlett y Dewitt, ¿no es así? -Ella asinti
, aunque en su rostro se apreciaban ya los estragos del paso del tiempo. No vestía ropajes ostentosos ni joyas, sino un vestido sencillo y l
a. La luz diurna era anaranjada y muy tenue. Scarlett se dirigió entonces hacia Dewitt, que había quedado rec
elia dirigiéndose a el
la agarró por las asas para abrirla y comenzó a rebuscar en su interior y de pronto Scarlett se encontró en sus brazos con una barra y media de pan blanco y tres manzanas grandes y rojas dentro de una cesta como la que tenía la mujer, pero mu
e donde vengáis. Toma esto -dijo, mientras rebuscaba más dentro de su cesta. La mu
mi marido le encanta. Dale un sorb
ó un poco la cabeza. Colocó la boca de la bota de vino sobre sus labios y dejó que un pequeño chorro del líquido oscuro se le escurriera cuello abajo. Casi instantáneamente, como si de
ntó, en cuanto enfocó
ño -respondió Scar
e levantarte. N
en pie. La mujer que los había ayudado acercó a ellos la pequeña cesta qu
la miró-. Tenías razón... sobre mis hijos. Murieron. Los dos que tuve. Un brote del mal de
con Dewitt, y siguió su camino. Cuando no habían recorrido ni diez pasos, la muchacha
ar que ponía algo en la mano izquierda de Scarlett-. Cuida de t
or se oía el tintineo de las monedas. La chica miró a Delia sin saber qué decir. De pronto se di
a decir con un hilo d
í, apoyándose el uno en el otro en dirección a su refugio, con