Entre Birras y Chelas II
ie
nos maulla haciéndonos reír - Parece que la esposa
a directo a dormir sin pensar más y ahora tengo que
la lata de comida y la sirvo en su plato -Ahí est
e meses atrás parecíamos fantasmas ojerosos y desaliñados -No puedo creer que vi a tanta ge
por la que me enamoré perdidamente de ella. Me pongo detrás de ella y la abrazo de la cintura y veo cómo en
rsonas indebidas?- me pre
do es lo que te voy a
derlo cuando termine lo que voy a empezar en este momento - Valle, corazón- le susurro y con cuidado t
me pregu
de perla y después deslizo mi mano a propósito para rozar la piel de su escote - Te amo- le digo bajito en el oíd
er y provoca esa caos tan deseado por mi toda la mañana -Sabes- le susurro mientras comienzo a caminar con ella hacia la habitación -Te extrañé como loco.
s tan suave que se desliza como mantequilla sobre su cuerpo. Valle lleva una lencería de
poco comienza a desabrochar mi corbata y la camisa. -Deberías usar trajes
e al suelo. Valle baja su mano derecha sobre mi pantalón y comienza a provocar frotándose
Y justo antes de que nuestros cuerpos se junten pongo mis brazos uno a cada lado como si e
cita. Estos se deslizan por su cuello y se quedan unos minutos en sus pechos, provocándolos
arlo. Levanto la pierna y desabrochó las sandalias para quitárselas. Hago lo mismo con l
o de sus pies alcanza mi cintura y lo baja haciéndolo caer y descubriendo mi bóxer. Roza m
pido y ella se voltea
a su espalda baja. Puedo sentir su cuerpo caliente y sus manos comienzan a arañar las sábanas de nuestra
o a recorrer la línea de su espalda. La sensación resbaladiza es tan placentera que Valle comienza a mover su cuerpo
n. Deslizo mis dedos dentro de su intimidad que se siente caliente y comienzo a jugar con ella. Verla así de excitada me tiene volando y m
lo unas gotas elevan el nivel de placer en mí. Vuelvo a besar su espalda, mientras sigo jugando con ella y cuan
ientos que a ambos nos causan placer. Ahora somos los dos los que arañamos las sábanas. Mis l
que se levante y se ponga de espaldas delante de mí, acomodando sus rodillas sobre la cama. Vuelvo a entrar en ella, pero esta vez la
xcitada, mientras mis dedos s
ene señora- le sus
e sus manos y toma mi nuca y comienza a sujetarse de ahí mientras ambos nos fundimos de placer. Una de
vimientos hasta que ambos tensamos nuestros cuerpos y nos venimos sin pudor.
ntro de ella – Me encantas, sólo contigo puedo sentir t
palda -Te amo Diego - susurra y voltea su cuerpo para quedar frente a frente. La beso y despué