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Dueño de mi cuerpo..

Dueño de mi cuerpo..

Lara..

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Capítulo

Claudia, una joven de 18 años, se ve obligada a casarse con Miguel, el tercer hijo de la poderosa familia Santos, para salvar a su familia de la ruina. Con rumores de su horrible apariencia y oscura reputación, Miguel es temido por todos, pero Claudia debe enfrentarse a sus peores temores. En una noche de compromiso marcada por el miedo y la incertidumbre, descubrirá que detrás de la figura aterradora de Miguel hay más de lo que los rumores cuentan. una historia de sacrificio, valentía y descubrimiento en medio de la desesperación.

Capítulo 1 ..

La habitación estaba completamente oscura.

Claudia se encontraba tirada en la cama, y no se movía, como si estuviera bajo un embrujo.

¡Esta noche... se comprometía a matrimonio con un hombre de mayor edad!

Cuando escuchó que la puerta se abría, aterrada por lo que iba a suceder, cerró sus ojos del miedo.

Dicen los rumores que el tercer hijo de la familia Santos es extremadamente feo, tiene mal humor y también mala fama. Ninguna mujer quiere estar a su lado por tener todos estos defectos.

Todos en la ciudad quisieran hacerse cargo del negocio familiar de los Santos, y aun así nadie se atrevía a casarse con él.

Pero la familia Rosas, sí se atrevía.

La familia Rosas necesitaba dinero y estaban al borde de la ruina. El padre debía dinero prestado y lo estaban presionando para pagar su deuda o si no lo mataban.

Su padre no encontraba otra opción, no quería sacrificar a su hermana, y al final fue ella a quien entregó.

Dijeron que querían inspeccionar la mercancía.

¿Inspeccionar la mercancía? Eso suena muy feo. Será examinar el cuerpo. Para él, yo solo soy un objeto y nada más.

Ella sentía que él estaba entre los cuarenta y cincuenta años de edad, no se había casado ni tenía hijos. Pero eso no era ningún problema. El problema es que tiene unos pasatiempos muy especiales.

Como... ¡abusar!

Se estremeció aún más pensando en eso.

La sabana se levantó y sintió una gran mano áspera y fría, como si fuera la de un demonio salido del infierno.

¡AH!

Ella gritó del miedo.

Él se quedó en silencio por un momento, y preguntó: "¿Tienes miedo?"

La voz de él era ronca y profunda. Ella, estando en un estado de tensión, no sabía si estaba siendo cortés o no.

Al escuchar su voz, sentía que no estaba contento, así que pensó que estaba enojado.

Sabiendo que necesitaba el dinero para salvar a su padre, rechinó los dientes, tragó aire y dijo con temor: "Sí... un poco de miedo, pero puedo soportarlo..."

"Encendamos la luz, tal vez así tengas un poco más de confianza."

Él era muy caballeroso y no demandaba nada.

Él levantó la mano tratando de encontrar el interruptor en la pared, pero Claudia lo detuvo.

"No lo hagas."

Su voz parecía suplicarle no hacerlo.

¡Las personas decían que Miguel tiene en el rostro una herida que lo hace ver muy desagradable y horrible!

¿Si al encender la luz se desmaya del miedo al ver tan horrible rostro?

¡Por lo que más quieras no la enciendas!

Miguel se quedó callado y parecía darse cuenta de lo que estaba pasando.

Ella quiso detenerlo cuando le acarició la mejilla con sus enormes manos.

"Señor... esta es mi primera vez... ¿Puedes ser un poco cariñoso?"

Lo dijo con timidez.

Sus dedos acariciaron sus cejas, llegando a su nariz, labios y luego su delgado cuello, hombros y clavícula...

Y más abajo hasta los bustos.

El cuerpo de Claudia se puso más rígido y sus manos pequeñas agarraban la sabana, estaba a punto de romperlas por los nervios.

El hombre sabía que estaba asustada, por eso la tomó con calma y dejó que ella siguiera a su voluntad.

"¿Sabes lo que significa que estés aquí esta noche?"

"Eso... significa que soy tuya de aquí en adelante."

"Sí, veo que estás muy consciente de la situación. Necesito una esposa, y tú necesitas dinero. Eso nos conviene a los dos." Mientras decía esto, sus manos acariciaban la piel blanca de Claudia.

A Claudia no le había pasado algo tan vergonzoso como esto. Sintió que su rostro se sonrojaba y deseaba que la mataran.

Obviamente ella lo rechazaba, pero esta noche tenía que ser su mujer, y después su esposa para toda la vida.

Él tenía más de cuarenta, y ella solo dieciocho...

¡A esa edad sí que tenía agallas!

Quizás este sea su destino...

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