Muchas cosas han cambiado en este tiempo que se ha vivido en absoluta paz y tranquilidad. De aquella época de encarnizada y atroz guerra, solo queda el amargo recuerdo del que nadie desea hablar. No imaginan que algo acontecido hace mucho tiempo, cambiará drásticamente la vida de todos; transformando la apacible vida que llevan en la peor de las pesadillas. Por lo que, legionarios y sumerios, tendrán que aliarse nuevamente, con la diferencia de que esta vez tendrán que luchar por su supervivencia. Los reyes de Sumer engendraron a una hermosa princesa, la cual, al igual que otra desconocida guerrera, lleva sangre celeste. Para las dos hermosas pero temibles guerreras, las reglas del género no existen (en la que la mujer es siempre a la que se debe proteger), puesto que sus manos son poderosas e implacables. Sin embargo, al conocer el amor, descubren que también pueden ser tiernas y llenas de amor... Ambas de belleza y actitudes contrastantes, serán determinantes para el curso de los acontecimientos. Al norte, Heracles y sus legionarios han sido advertidos sobre la presencia de extranjeros, los cuales han estado recolectando esclavos y realizando todo tipo de abusos contra los habitantes griegos; por lo que han decidido intervenir. No sospechan la increíble e inesperada sorpresa, que esta aventura les tiene reservada...
Sumer
Han pasado seis años desde aquella feliz llegada al puerto de Sumer, la cual estuvo llena de grandes sorpresas. No obstante, desde ese tiempo hasta ahora, muchas cosas han cambiado... El rey Alfenón y su esposa, la hermosa legionaria Gera; han engendrado una hija llamada Dayanna. La cual, como era de suponer y al igual como sucedió con Tiseo, vendría dotada de una extraordinaria genética, superior a la humana.
Seis años fueron suficientes para que Dayanna, desarrollara su esplendidez y extraordinaria belleza. Si bien aún no alcanza el imponente porte de su madre, ya evidencia los cautivadores rasgos heredados de Gera. No es rubia como su madre, su pelo es de un hermoso tono castaño, el cual combina con sus bellos y cautivadores ojos color miel; los que con su penetrante mirada, ponen en evidencia su fuerte personalidad.
Sin duda que su extraordinaria belleza, hace que le sea imposible pasar desapercibida en toda Sumer. Sin embargo, para ella los pretendientes son escasos por no decir que no existen, probablemente por su seriedad y fuerte temperamento que posee. Por otra parte, la hermosa jovencita solamente se ha interesado en aprender el arte de luchar y nada más. Cerrando las puertas o la posibilidad a algún intrépido galán que pudiese acercársele con intenciones de cortejarla.
En un principio, el rey sumerio Alfenón se había opuesto a que su pequeña aprenda el uso de las armas. Pero luego, poco a poco se fue dando cuenta con resignación, que no se puede luchar contra la herencia de sangre... Dayanna desde muy pequeña y a escondidas de sus padres, se escapaba para aprender y practicar el arte de combatir. Ahora, a sus escasos seis años, se ha convertido en una extraordinaria jovencita: alta, hermosa como ninguna y, además, muy hábil en el uso de las armas.
-¡Vamos, ataca, ataca...! ¡No desaproveches tu ventaja! No debes permitir que tu rival se recupere; ya que podría ser tu fin. -Le enseña Tiseo a la joven luchadora.
El príncipe Tiseo, a escondidas de sus padres, les ha estado enseñando; tanto a su hermana menor Dayanna, como a su hijo Egeo. Con satisfacción y orgullo ha advertido el asombroso avance en ambos muchachos, hasta convertirse en formidables gladiadores. A Egeo (es hijo de Tiseo y Ariana) le habían puesto ese nombre, en honor al padre de la joven griega, el cual fue asesinado en Tebas.
Obviamente y al igual que Dayanna, en estos escasos seis años, Egeo se ha convertido en un joven alto, fuerte y muy guapo; el cual, con su sola presencia hace suspirar a todas las muchachas en el pueblo. Sin embargo, él solamente tiene ojos para una... puesto que estos dos jóvenes sumerios que llevan sangre celeste en sus venas, no son la única atracción de toda Sumer... Leuce (la esclava rescatada en las tierras griegas) ha concebido una hija, engendrada por Heracles (en aquellas interminables noches de pasión entre ambos). "Leyda" es el nombre que Leuce le puso a su hermosa hija.
Leyda también se ha convertido en una jovencita muy bella. Aunque esta, al contrario de los otros dos jóvenes, no se ha inclinado por las armas. Sus principales atributos son: su extraordinaria inteligencia e intuición, cualidades que casi la hacen adivinar lo que está por suceder; además de siempre encontrar la adecuada solución ante cualquier situación. Estos tres muchachos, dotados de extraordinarias facultades, han crecido bajo la protección del rey Alfenón y la reina Gera.
Algo que resultó inevitable viviendo en el palacio, fue el hecho de que entre Leyda y Egeo haya nacido el amor. Los dos poseen sangre celeste, pero también humana, por lo tanto, era de suponer que hubiese nacido la atracción entre ambos. Sin embargo, llevan una relación casi secreta, puesto que hasta ahora la única que lo sabe es Dayanna; quien muchas veces había actuado de cómplice, para los furtivos encuentros entre los enamorados. Para los cuales, cada vez les resulta más complicado mantener en secreto su relación y "sus reservados y efusivos encuentros amorosos". Esta noche él la espera en las afueras del palacio en una cercana cabaña, la cual han convertido en su escondite secreto o mejor dicho; "su nido de amor".
-Amor mío, temí que no pudieras venir.
-Yo también... No sabes todo lo que tuve que ingeniarme para poder salir -responde la jovencita, feliz de encontrarse en sus brazos.
-¿Sospechas que alguien te haya visto salir del palacio?
-No..., no lo creo, pero tengo el presentimiento de que Gera sospecha algo, lo vi en sus ojos, ya que cuando me encontraba recorriendo los pasillos para venir, nos encontramos y me saludó con esa penetrante mirada que te interroga -le comenta con cierta preocupación la muchacha, puesto que nunca se equivoca en sus intuiciones.
-No te preocupes por ello, puesto que va siendo el momento de que les declaremos a todos nuestro amor. Deberán entender que a pesar de nuestra edad; no somos niños y nada nos impide amarnos como lo hacemos -asevera Egeo, tomándola por la cintura y atrayéndola hacia él para darle un apasionado beso. Al que Leyda corresponde con todo su amor y predisposición.
Luego el joven lentamente y sin prisa la va desnudando. Acción a la que ella, dispuesta como siempre, le deja hacer. Ahora que ambos han dejado en el suelo sus vestimentas, dan rienda suelta a sus ansias y deseos que siente el uno por el otro. No saben a qué los llevará todo este frenesí de pasión. A decir verdad, cuando están amándose, eso es lo que menos les importa.
Efectivamente y tal como la muchacha había supuesto, Gera se ha dado cuenta de que Leyda algo oculta, ya que después de su encuentro con la joven en el pasillo, sigilosamente y con bastante prisa la había visto abandonar el palacio. La intuición de Gera es tanta, que casi puede adivinar hacia dónde se ha dirigido la muchacha. Hace bastante tiempo que Gera sospecha de una relación más allá de la amistad entre Leyda y Egeo. Su gran perspicacia la ha hecho percibir algunas disimuladas y furtivas miradas entre ambos. Detalles que solo ella ha apreciado, pero que lo ha mantenido en silencio todo este tiempo.
La hermosa reina de Sumer no puede predecir si esta circunstancia, será motivo para alegrarse o preocuparse. Por una parte, razona que los dos son aún muy jóvenes para afrontar, lo que según y cómo van las cosas, sucederá. Pero también comprende que nada les impide amarse. Por ahora, ha decido guardar silencio sobre sus conjeturas, puesto que son solo sospechas, razona, tratando de engañarse a sí misma. Luego decide no pensar más en el asunto y se dirige a su habitación.
-¿Qué te pasa, sucede algo? Te noto muy pensativa -pregunta Alfenón, al advertir en ella cierta actitud retraída.
La hermosa Gera reacciona evitándole el tema. Lo conoce muy bien y "sabe el modo de distraerlo para sacarlo del tema..." Esta noche los jóvenes no serán los únicos en pasar una gloriosa velada...
Días después en una tranquila mañana, se da la señal de alarma en el puerto, la cual informa sobre la presencia de un par de navíos que se aproximan. Apolinum es el primero de los comandantes en subir a la torre de vigilancia y observa que son barcos acadios. El capitán sumerio se muestra intrigado, puesto que no es temporada de competencias y estos jamás los han visitado fuera de tales fechas. «Sospecho que no deben traer nada bueno», deduce algo preocupado el comandante sumerio.
-¡Permítanles atracar..., son nuestros amigos! -ordena mientras baja para recibirlos.
El rey acadio "Sargón" es el primero en desembarcar (tras la muerte de Murabi, este había tomado el trono de Akkad). El acadio de inmediato es conducido por Apolinum hasta el palacio real, donde es recibido por Alfenón y Gera.
-Dime, amigo mío, a qué se debe esta inesperada pero agradable visita, la cual espero no sea portadora de malas noticias -lo saluda el rey sumerio extrañado por su presencia, mientras le estrecha el brazo en señal de amistad.
-Es cierto y entiendo tu extrañeza por verme en esta época. Tengo tantas cosas que hacer en mis tierras, por las cuales no vendría, si no se tratara de algo tan importante que tengo para confesarte. Pero..., se trata de un asunto el cual quisiera conversarlo en privado; es decir solamente contigo y Gera, si así me lo permites.
Gera y Alfenón se miran intrigados. No obstante, aceptan y ordenan al resto retirarse de la gran sala. Los soberanos de Sumer conocen el fuerte temperamento de Sargón, sobre todo Alfenón, quien lo ha visto luchar al lado de su antiguo rey Hermenón; un líder ambicioso y expansionista. Y..., tal parece que este tiene bastante de aquello, puesto que se trata de un rey prepotente y opresivo.
Se encuentran convencidos de que este rey acadio les finge amistad. Actitud que es influenciada más por el temor, que por el pacto de amistad acordado entre ambos pueblos vecinos. Están convencidos de que Sargón no los ha atacado intentando invadirlos, debido a la presencia de Gera y de Tiseo. Sumado a ello, la afinidad de estos con los poderosos legionarios. Así también, por las nuevas armas y la preparación con las que ahora cuentan los sumerios.
Al encontrarse los tres soberanos solos, Sargón les relata lo ocurrido a sus soldados al explorar (por no decir invadir) las islas de Creta en el mar mediterráneo. Les menciona que toda la patrulla que arribó a aquellas islas, jamás regresó. Por lo que se vio obligado a enviar a un segundo grupo de soldados para buscarlos. Sin embargo, de esta segunda patrulla, solamente lograron regresar con vida tres de sus hombres; los cuales relataron que encontraron las cabezas de sus compañeros clavadas en picas. Posteriormente, ellos también fueron atacados por certeras flechas.
-Estos tres de milagro consiguieron escapar -menciona el acadio concluyendo su relato.
-No pienso igual que tú. Creo que deliberadamente los dejaron escapar para que te entreguen el mensaje -le aclara Gera, sembrando aún más la duda en ambos soberanos.
-Lo que dice Gera tiene sentido. Los tres sabemos que no enviaste a tus soldados a esas islas para explorar, sino para invadir. En tal caso, es probable que te hayas equivocado de víctima. Quizás, algún pueblo cansado de tus abusos y tus planes expansionistas, ahora te quiso enviar un mensaje de advertencia -increpa Alfenón al acadio; amonestándolo por su actitud opresiva de siempre hacia sus vecinos.
-¡¿Cómo puedes decir eso?! ¿Alguna vez te he dado motivos para que me hables de ese modo? ¿Es esa tu hospitalidad? -protesta furioso el temperamental Sargón, levantándose de su asiento.
-¡¿Deseas hospitalidad...?! ¡Aprende a ganártela. Ahora baja el tono y siéntate! -le responde de igual forma Alfenón, parándose frente al acadio.
El impulsivo líder acadio no se amilana, de manera que ambos se miran frente a frente desafiantes. Gera, que hasta ese momento había permanecido sentada y tranquila, no se encuentra con ánimos de escuchar ni presenciar una pelea sin importancia entre estos dos machos cabríos. Además, tiene algo más importante que añadir, por lo que decide intervenir.
-¡Cálmense ambos y escúchenme...! -ordena interponiéndose entre los dos colocando sus afectuosas; pero esta vez poderosas manos sobre el pecho de ambos reyes. Aclarándoles que mientras ella se encuentre, no podrán avanzar ni un centímetro más.
Ambos soberanos miran a Gera y luego se miran entre sí, entendiendo el mensaje; en especial el acadio. De manera que deciden apaciguarse y se sientan, dispuestos a escucharla. Ante lo cual, ella les menciona su razonamiento.
-Es probable que el mensaje, no haya sido destinado solamente para ti. Quizás quienes mataron a tus soldados, lo hicieron sabiendo que vendrías a avisarnos. Es por ello que les pido calma, para que analicemos los acontecimientos.
-Pero... ¿Quién tendría la intención de amenazarnos? Todos estos años hemos vivido en completa paz. La verdad no encuentro sentido en lo que dices -cuestiona Alfenón, escéptico ante aquella posibilidad.
Gera le responde con una mirada de complicidad, dándole a entender que eso es algo que lo deberán conversar en privado. Luego responde dirigiéndose a los dos.
-Aún no lo sabemos. Por lo cual, creo que es el momento de salir para averiguarlo. Puede que se trate de un peligro, el cual nos pueda tomar desprevenidos a ambos pueblos. Por lo que sería mejor averiguarlo a tiempo ¿no creen?
-¡Eso es precisamente lo que busco! Además, sé que nadie como tú para conocer aquellas islas. Entonces ¿están dispuestos a acompañarme?
Ante la propuesta del líder acadio, Gera guarda silencio y mira a su esposo, otorgándole como siempre, la autoridad de soberano para decidir. Aunque en realidad, ambos saben que Alfenón jamás le niega una sugerencia o pedido. Por lo cual, Alfenón mira a Gera y luego a Sargón, para finalmente decidir.
-Navegaremos contigo hacia aquella isla. Veremos qué es lo que existe allí, que pueda resultar una amenaza para nuestros pueblos.
Sargón sonríe satisfecho, puesto que su objetivo de haber navegado hasta Sumer se encuentra cumplido. En tal caso, aunque no le agradan los sumerios, considera que es mejor tenerlos de su lado.
-Entonces no se habla más del asunto, los esperaré en Akkad para que juntos naveguemos a Creta. Estoy complacido de tener la ayuda del pueblo sumerio. Ya verán que les quitaré ese mal concepto que tienen de nosotros o de mí, más propiamente -expresa el líder acadio, sonando ahora más amistoso y conciliador.
Muy temprano, los dos barcos acadios salen del puerto regresando a Akkad. Luego de despedir a los visitantes, Alfenón le pregunta Gera qué es lo que esta sospecha.
-¿Recuerdas a la egipcia Mente? -le pregunta Gera.
-Claro que sí. Pero ¿qué con eso?
-¿También recuerdas que estaba esperando un hijo y quién era el padre? -continúa Gera preguntándole, metiéndolo poco a poco en el asunto.
-Claro que lo recuerdo. Pero... ¿Crees qué...?
Gera simplemente mueve la cabeza afirmando.
-¡Un hijo de Hydes y al mando de un ejército tan poderoso como los egipcios! ¡Dios no..., eso sí que sería muy grave! -manifiesta el rey sumerio con bastante preocupación.
-Así es... Ya has comprobado el poder de nuestros hijos. Por lo cual, te aseguro que si se trata de un guerrero, este no es menos fuerte que Tiseo o Heracles. Y si ese joven ha heredado la maldad de su padre, no quiero ni pensar de lo que sería capaz -asevera Gera muy preocupada.
Alfenón decide reunir a su círculo de mayor confianza. Se hacen presentes: Gera, Apolinum, Tiseo; y por primera vez se incluyen a los jóvenes: Egeo, Dayanna y Leyda. Ambos reyes les manifiestan lo que han decidido.
-Padre... ¿A quién dejarás en tu lugar durante nuestra ausencia?
-A ti...
Tiseo se muestra contrariado con la decisión de Alfenón. ¡Tantos años que han pasado! Hubiese querido regresar al lugar donde vivió su corta infancia, pero es la decisión de su padre, ante la cual, es obediente y comprende los motivos. No obstante, aún faltan por definir otro detalle, el cual es: Gera la que se encarga de determinar.
-Viajaremos solamente con unos cincuenta soldados. El resto se quedará para cuidar a nuestro pueblo de algún posible ataque por sorpresa. Tú quedarás como soberano (dejándole el mando a Tiseo). Egeo, Dayanna y Leyda, te acompañarán y ayudarán en lo que fuese necesario.
En realidad, tanto Gera como Alfenón, no se fían del todo del líder acadio. Es por ello que deciden dejar el grueso del ejército cuidando Sumer. Saben que el más apropiado para comandar y cuidar a la población es Tiseo, quien ha demostrado con creces su capacidad para ello. Además, ha llegado el momento de proporcionarles algunas responsabilidades a los tres jóvenes, los cuales tienen ahora la misma edad de Tiseo; cuando este, obligadamente comenzó a demostrar todo su temple y valor.
Ahora Gera y Alfenón confían en las facultades de los muchachos. Por lo tanto, para ellos ha llegado el momento para demostrar la confianza que le tienen. Ariana se encarga de mitigar la tristeza de su esposo Tiseo, quien tanto hubiese deseado regresar a aquel lugar que le trae tantos recuerdos. No obstante, Dayanna, al igual que su hermano mayor, se siente fastidiada por la decisión de sus padres. Contrariada razona que ¡tanto entrenamiento para qué! Aunque no lo expresa, su rostro lo manifiesta.
En cambio, Egeo y Leyda casi no pueden ocultar su entusiasmo, puesto que ahora tendrán mayor libertad para amarse, sin el temor a ser descubiertos. Al día siguiente empiezan los preparativos para la marcha. Es Apolinum quien selecciona a los cincuenta soldados para este nuevo emprendimiento. Mientras en palacio, Alfenón y Gera, se preparan para la aventura en las islas griegas; bajo la disgustada mirada de su hija Dayanna; la cual, parada en la entrada y de brazos cruzados, no les menciona nada; sin embargo, les hace evidente su fastidio por no haberla incluido. Se miran por unos momentos, pero es Alfenón el primero en acercársele con la intención de consolarla.
-Hija mía..., no te pongas así. Esta decisión es por tu bien. Moriría si algo te llegara a pasar; entiéndeme.
-Es por ello que quiero acompañarlos. Nadie mejor que ustedes dos para cuidarme. Se llenan la boca expresando su amor hacia mí. Pero ahora me están dejando aquí bajo el cuidado de mi hermano. Y yo..., solamente me siento segura estando al lado de ustedes y con nadie más -les reprende, con los ojos vidriosos a punto de llorar.
Para Alfenón, ver llorar a su hija es su mayor debilidad. Dirige su mirada a Gera, como buscando una solución a esta situación que le angustia. Por su parte, Gera conoce mejor que nadie a Dayanna. Advierte que gran parte de esto es una treta, por lo que ya se imagina quién se encuentra detrás de todo esto. Aunque, por otra parte, también entiende que, en cierto modo, la joven princesa tiene razón. Además, deduce que se sentirá mejor teniéndola cerca de ella para cuidarla. Mucho más ahora, que su preciosa hija se ha vuelto tan intrépida y temeraria para el combate.
-Ella tiene razón, debemos llevarla..., es mejor que esté a nuestro lado, ¿no crees?
Alfenón no se encuentra convencido por la propuesta de Gera, puesto que se trata de llevar consigo a su mayor tesoro, a un lugar en el que lo más probable los esté aguardando un gran peligro. Por ello no se decide y vacila por unos instantes. No obstante, la muchacha ha notado su indecisión y percibe que la posibilidad se encuentra a su alcance. En tal caso, sabe cómo convencer a su padre.
-¡Padre amado, sé que no me dejarás...! -le expresa abrazándolo y besándolo en las mejillas.
El enérgico rey sumerio, ante esta conducta de su hija, se muestra desarmado, puesto que le resulta imposible negarle algo a su amada. De manera que, aunque sin estar del todo convencido, mueve la cabeza dando su aprobación.
-¡Gracias padre..., sabía que no me dejarías! -manifiesta feliz la hermosa jovencita, llenándolo de adulos y besos.
Luego la muchacha, llena de felicidad, se retira a prepararse para la gran aventura. Gera mira a Alfenón y sonríe. Ya sabía que este no le podría negar nada a su hija. Dayanna, en su habitación, recibe la visita de Leyda, quien se alegra al verla tan feliz.
-Al parecer, ya estás convencida de que viajarás -expresa Leyda sonriendo, puesto que ella fue quien le enseñó la manera de convencer a su padre.
-Sí..., y todo gracias a tus consejos. Estoy en deuda contigo, amiga mía.
-Te tomaré la palabra y te cobraré el favor cuando llegue el momento -asevera Leyda sonriendo en tono de broma.
Dayanna responde afirmando con la cabeza y una sonrisa en su rostro. La joven princesa ya se imagina cómo será la devolución del favor. Por otra parte, siempre ha admirado a Leyda, pues conoce la gran inteligencia y la astucia de la que está dotada la hija de Heracles.
-Un hombre jamás podría reusarse a un par de lágrimas; y menos un padre a su hija.
Al expresar Leyda esto último, las dos quedan unos instantes en silencio... Dayanna, al observar la melancolía en el rostro de Leyda, no sabe qué expresarle para evitarle aquel mal recuerdo de no haberse criado con su padre, Heracles. Sin embargo, Leyda sí.
-Tranquilízate..., no te sientas mal por mí. Era tu hermano o él. Si hubiese sido Tiseo el que se haya marchado con los legionarios, yo jamás habría conocido al amor de mi vida ¿no lo crees así? -concluye Leyda, tratando de consolarse ella misma con aquel argumento.
Después las dos hermosas muchachas se despiden con un fuerte abrazo, deseándose la mejor de las suertes. La hija de Gera toma su bolso y sale presurosa para reunirse con el resto, los cuales ya se encuentran abordando las dos naves. Al cabo de unos instantes parten rumbo a Akkad, para luego, conjuntamente con los acadios, navegar a las islas de Creta. En el muelle, Tiseo abrazado de su esposa Ariana y acompañado de los jóvenes amantes Egeo y Leyda; contemplan su partida.
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