Comprar el amor con mi Dinero

Comprar el amor con mi Dinero

Gavin

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Capítulo

Estaba en el Ayuntamiento de Sevilla, lista para casarme con Javier, el torero del momento, cuya carrera había financiado durante años, esperando que al fin me amara. Pero en ese preciso instante, un niño irrumpió gritando "¡Papá!", seguido por una mujer, Isabel, la cantaora que fue su antigua amante. Javier, con una sonrisa cínica, me anunció que se casaría con ella "por honor" al haber descubierto que el niño era su hijo. Me dijo que nuestro amor no cambiaría, que su matrimonio sería una farsa, y que en un par de años volveríamos a nuestros planes. Lo vi entrar al Ayuntamiento con ella, y mi mundo no se rompió, solo sentí un frío absoluto. Esa misma noche, regresé a mi carmen, el hogar que había decorado con tanto cariño para él, y lo encontré saqueado. Isabel usaba mi kimono de seda, su hijo destrozaba mi guitarra, y mi mantón de Manila, una joya, estaba manchado de chocolate. Los encontré a ambos en mi cama, desnudos, y luego Isabel me envió una foto con un mensaje burlón: "Gracias por la casa, pardilla. Y por el marido." Al día siguiente, volví con seguridad para echarlos, pero mi hogar se había transformado en una ruidosa orgía de toreros y periodistas. Estaban bebiendo mi vino, sus cenizas manchaban mis alfombras persas, y mi valiosa escultura de bronce yacía rota en el suelo. Javier me llamó su "ex loca" y celosa, mientras una mujer me derramaba vino tinto en la blusa, y me empujaban hasta caer al suelo. Me sentí rodeada, humillada, como un animal herido, mientras todos se reían de mí. ¿Cómo había sido tan ciega, tan tonta, creyendo que podía comprar el amor con mi dinero? Mi corazón se hundió en la desesperación, preguntándome cómo iba a salir de esta pesadilla, si el matrimonio de verdad ya no era posible. Fue entonces, en mi punto más bajo, cuando mi voz apenas salió: "Estoy esperando a mi novio. Nos vamos a casar." Y justo en ese momento, un Mercedes negro se detuvo, y Mateo bajó, ignorando a todos, con un ramo de azahares entre las manos, listo para casarse conmigo.

Introducción

Estaba en el Ayuntamiento de Sevilla, lista para casarme con Javier, el torero del momento, cuya carrera había financiado durante años, esperando que al fin me amara.

Pero en ese preciso instante, un niño irrumpió gritando "¡Papá!", seguido por una mujer, Isabel, la cantaora que fue su antigua amante.

Javier, con una sonrisa cínica, me anunció que se casaría con ella "por honor" al haber descubierto que el niño era su hijo.

Me dijo que nuestro amor no cambiaría, que su matrimonio sería una farsa, y que en un par de años volveríamos a nuestros planes.

Lo vi entrar al Ayuntamiento con ella, y mi mundo no se rompió, solo sentí un frío absoluto.

Esa misma noche, regresé a mi carmen, el hogar que había decorado con tanto cariño para él, y lo encontré saqueado.

Isabel usaba mi kimono de seda, su hijo destrozaba mi guitarra, y mi mantón de Manila, una joya, estaba manchado de chocolate.

Los encontré a ambos en mi cama, desnudos, y luego Isabel me envió una foto con un mensaje burlón: "Gracias por la casa, pardilla. Y por el marido."

Al día siguiente, volví con seguridad para echarlos, pero mi hogar se había transformado en una ruidosa orgía de toreros y periodistas.

Estaban bebiendo mi vino, sus cenizas manchaban mis alfombras persas, y mi valiosa escultura de bronce yacía rota en el suelo.

Javier me llamó su "ex loca" y celosa, mientras una mujer me derramaba vino tinto en la blusa, y me empujaban hasta caer al suelo.

Me sentí rodeada, humillada, como un animal herido, mientras todos se reían de mí.

¿Cómo había sido tan ciega, tan tonta, creyendo que podía comprar el amor con mi dinero?

Mi corazón se hundió en la desesperación, preguntándome cómo iba a salir de esta pesadilla, si el matrimonio de verdad ya no era posible.

Fue entonces, en mi punto más bajo, cuando mi voz apenas salió: "Estoy esperando a mi novio. Nos vamos a casar."

Y justo en ese momento, un Mercedes negro se detuvo, y Mateo bajó, ignorando a todos, con un ramo de azahares entre las manos, listo para casarse conmigo.

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