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La niña del morichal

La niña del morichal

1861Men1417*

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Capítulo

Entretenida historia basada en la cotidiana vida rural, donde una pareja de jóvenes enamorados comparten puntos comunes en la formación de una familia con la llegada meses mas tarde de una hermosa niña de nombre Ana Cristina, la cual trae alegría al hogar a tal punto que los familiares y vecinos comienzan a llamarla como la niña del morichal. La niña del morichal El reloj sobre la mesa marca las dos de la madrugada cuando Cristina comienza a sentir los dolores de parto, a su lado José Miguel ronca plácidamente en señal de un profundo sueño. Los minutos transcurren lentamente mientras los dolores se incrementan lo cual ocasiona que la mujer le de unas suaves palmadas en la espalda, la insistencia da resultados y sobresaltado el hombre despierta al tiempo que pregunta: ¿ Qué te pasa Cristina, que sucede?. -Por favor José Miguel despierta que tengo los dolores de parto-. Saltando de la cama el hombre enciende la luz de la habitación y sin perder tiempo se viste, agarra la cartera que esta sobre la mesa y alcanzando la puerta le dice a su mujer: -Anda vistiéndote que voy a la casa del cuñado Humberto para que nos lleve en su carro al Hospital de Maturín-. Agarrándose la barriga ella se levanta de la cama, se calza las sandalias de goma, cambia la dormilona por una bata de seda, al pasar frente al espejo observa el dolor reflejado en su cara, agarra el bolso de cuero en donde tiene dinero y los papeles de identidad. Luego abandona la habitación para sentarse en la sala a esperar a su esposo. Media hora ha transcurrido aproximadamente desde que José Miguel agarrara camino rumbo a la casa de su cuñado, con la linterna en una de sus manos apura el paso saltando de vez en cuando los charcos de agua y esquivando los troncos y promontorios de piedra. Esos caminos de tierra abandonados a su suerte es fiel reflejo de una triste realidad, son muy pocas las carreteras asfaltadas en estos pueblos rurales y los habitantes tienen que ingeniárselas para poder trasladarse por diferentes medios a la capital del estado. Estos pensamientos y muchos otros más, pasan velozmente por la cabeza de José Miguel, un joven campesino de cuarenta y tres años de edad, casado desde hace tres años con la hermosa Cristina, dedicado a las labores del campo, cría de aves de corral, ordeños de algunas vacas así como la siembra y cultivo de hortalizas. Con el sudor de la frente a levantado la casa en donde habita con la hermosa morena, la ayuda de su cuñado Humberto ha sido de gran importancia para la compra y traslado de materiales, artículos comestibles y útiles de labranza necesarios para el desarrollo de las actividades del campo. La fertilidad de la tierra cercana a un morichal de aguas cristalinas y llenas de peces, la diversidad de flora y fauna de la zona, han hecho más llevadera la vida de la joven pareja y ahora Dios les ha premiado con la llegada de un bebe. La prevenida madre con grandes esfuerzos y ahorrando parte del dinero obtenido por la venta de hortalizas, queso y mantequilla productos del ordeño de las vacas, le ha permitido comprar ropa para bebe de ambos sexos, ante la incertidumbre de saber a ciencia cierta si la cigüeña les traerá hembra o varón, de todos maneras los padres le recibirán con todo el amor del Mundo. Por fin el agotado José Miguel logra llegar al portón de hierro de la casa de su cuñado, la cadena con el candado indica que los habitantes están durmiendo pero los insistentes ladridos del perro y los gritos del visitante logran que se enciendan las luces del corredor, a los pocos minutos la figura de un hombre corpulento y de mediana edad se dibuja en la puerta, es Humberto quien pasándose una de sus manos por los espesos bigotes pregunta: ¿Cuñado por qué gritas, que pasa le sucedió algo a mi hermana?. -Gracias a Dios que te despertaste Humberto, corre y saca el carro que ha tu hermana le dieron los dolores de parto-. Al escuchar las palabras de José Miguel, aquel hombre aun medio dormido salto como un resorte y sin perder tiempo se colocó una franela, tomo la cartera y las llaves de la camioneta Ford año 1979, le dio un beso en la mejilla a su mujer tratando de no despertarla a esa hora de la madrugada. Ya en el garaje encendió el vehículo y con un nervioso cuñado sentado a su lado, tomo rumbo a la casa de su hermana Cristina. Las agujas del reloj que cuelga de la pared de la sala, marcan quince minutos para las tres de la madrugada cuando la angustiada Cristina siente las cornetas del carro de su hermano Humberto, señal inequívoca de que han llegado a la casa. Conteniendo los dolores que siente en la barriga, la mujer se levanta del mueble y a paso lento se dirige hacia la puerta y en ese preciso momento José Miguel hace su entrada y con la angustia reflejada en el rostro pregunta: ¿Ya estas lista mujer, como te sientes?. -Ven te ayudo a subir a la camioneta para dirigirnos hacia el hospital-. Con todas las personas a bordo, el vehículo toma rumbo hacia la carretera nacional. Después de la llega

Capítulo 1 Primera parte.

La niña del morichal

El reloj sobre la mesa marca las dos de la madrugada cuando Cristina comienza a sentir los dolores de parto, a su lado José Miguel ronca plácidamente en señal de un profundo sueño. Los minutos transcurren lentamente mientras los dolores se incrementan lo cual ocasiona que la mujer le de unas suaves palmadas en la espalda, la insistencia da resultados y sobresaltado el hombre despierta al tiempo que pregunta:

¿ Qué te pasa Cristina, que sucede?.

-Por favor José Miguel despierta que tengo los dolores de parto-.

Saltando de la cama el hombre enciende la luz de la habitación y sin perder tiempo se viste, agarra la cartera que esta sobre la mesa y alcanzando la puerta le dice a su mujer:

-Anda vistiéndote que voy a la casa del cuñado Humberto para que nos lleve en su carro al Hospital de Maturín-.

Agarrandose la barriga ella se levanta de la cama, se calza las sandalias de goma, cambia la dormilona por una bata de seda, al pasar frente al espejo observa el dolor reflejado en su cara, agarra el bolso de cuero en donde tiene dinero y los papeles de identidad. Luego abandona la habitación para sentarse en la sala a esperar a su esposo.

Media hora ha transcurrido aproximadamente desde que José Miguel agarrara camino rumbo a la casa de su cuñado, con la linterna en una de sus manos apura el paso saltando de vez en cuando los charcos de agua y esquivando los troncos y promontorios de piedra.

Esos caminos de tierra abandonados a su suerte es fiel reflejo de una triste realidad, son muy pocas las carreteras asfaltadas en estos pueblos rurales y los habitantes tienen que ingeniárselas para poder trasladarse por diferentes medios a la capital del estado.

Estos pensamientos y muchos otros más, pasan velozmente por la cabeza de José Miguel, un joven campesino de cuarenta y tres años de edad, casado desde hace tres años con la hermosa Cristina, dedicado a las labores del campo, cría de aves de corral, ordeños de algunas vacas así como la siembra y cultivo de hortalizas.

Con el sudor de la frente a levantado la casa en donde habita con la hermosa morena, la ayuda de su cuñado Humberto ha sido de gran importancia para la compra y traslado de materiales, artículos comestibles y útiles de labranza necesarios para el desarrollo de las actividades del campo.

La fertilidad de la tierra cercana a un morichal de aguas cristalinas y llenas de peces, la diversidad de flora y fauna de la zona, han hecho más llevadera la vida de la joven pareja y ahora Dios les ha premiado con la llegada de un bebe.

La prevenida madre con grandes esfuerzos y ahorrando parte del dinero obtenido por la venta de hortalizas, queso y mantequilla productos del ordeño de las vacas, le ha permitido comprar ropa para bebe de ambos sexos, ante la incertidumbre de saber a ciencia cierta si la cigüeña les traerá hembra o varón, de todos maneras los padres le recibirán con todo el amor del Mundo.

Por fin el agotado José Miguel logra llegar al portón de hierro de la casa de su cuñado, la cadena con el candado indica que los habitantes están durmiendo pero los insistentes ladridos del perro y los gritos del visitante logran que se enciendan las luces del corredor, a los pocos minutos la figura de un hombre corpulento y de mediana edad se dibuja en la puerta, es Humberto quien pasándose una de sus manos por los espesos bigotes pregunta:

¿Cuñado por qué gritas, que pasa le sucedió algo a mi hermana?.

-Gracias a Dios que te despertaste Humberto, corre y saca el carro que ha tu hermana le dieron los dolores de parto-.

Al escuchar las palabras de José Miguel, aquel hombre aun medio dormido salto como un resorte y sin perder tiempo se colocó una franela, tomo la cartera y las llaves de la camioneta Ford año 1979, le dio un beso en la mejilla a su mujer tratando de no despertarla a esa hora de la madrugada. Ya en el garaje encendió el vehículo y con un nervioso cuñado sentado a su lado, tomo rumbo a la casa de su hermana Cristina.

Las agujas del reloj que cuelga de la pared de la sala, marcan quince minutos para las tres de la madrugada cuando la angustiada Cristina siente las cornetas del carro de su hermano Humberto, señal inequívoca de que han llegado a la casa.

Conteniendo los dolores que siente en la barriga, la mujer se levanta del mueble y a paso lento se dirige hacia la puerta y en ese preciso momento José Miguel hace su entrada y con la angustia reflejada en el rostro pregunta:

¿Ya estas lista mujer, como te sientes?.

-Ven te ayudo a subir a la camioneta para dirigirnos hacia el hospital-.

Con todas las personas a bordo, el vehículo toma rumbo hacia la carretera nacional. Después de la llegada al centro de salud y del inmediato ingreso de Cristina a la sala de parto José Miguel y su cuñado se sientan en las sillas de la sala de espera. Los minutos transcurren lentamente hasta que por fin la sonrisa de un médico que sale del quirófano, es señal de buenas noticias para el angustiado padre:

-Felicitaciones señor, es usted el padre de una hermosa niña-

Sin poder contener la expresión de alegría en su rostro José Miguel exclama:

¡Muchas gracias doctor, soy el hombre más feliz del Mundo!.

Humberto y José Miguel se abrazan emocionados mientras el medico regresa a su labores habituales.

Ya en la habitación la adolorida madre amamanta a su niña rodeada por su esposo y su hermano. Deberá esperar por indicaciones médicas un día de reposo para ser dada de alta y regresar al hogar. En medio de las risas Cristina pregunta a su feliz esposo:

¿Qué nombre le pondremos a nuestra niña?.

Sin perder tiempo José Miguel responde:

-Si estás de acuerdo podemos llamarla Ana Cristina, en honor a mi querida madre y a mi adorada esposa-.

-Un bello nombre para una hermosa niña, estoy de acuerdo con tu elección mi amor-.

Seguidamente Humberto exclama:

¡Lindo nombre para mi bella sobrina!.

Pasados los minutos llega una de las enfermeras con una carpeta en sus manos y pregunta:

¿Por favor, ya los padres han pensado en un nombre para la niña, debo llenar estos papeles lo más rápido posible?.

La feliz madre responde:

-Nuestra niña se llamara, Ana Cristina Peña Rosales-.

Al siguiente día Cristina es dada de alta y junto a su niña, esposo y hermano inician el viaje de regreso a la casa del morichal. La felicidad embarga el rostro de ambos padres mientras la pequeña duerme plácidamente en los brazos de la madre, de vez en cuando el inesperado llanto indica que ya es hora de amamantarla-.

Tres largas horas dura el viaje desde el hospital hasta la casa, con una breve parada para surtir de gasolina al vehículo y para que los viajeros estiren un poco las piernas, se tomen un café o Cristina vaya al baño en el pequeño restaurante de la carretera mientras José Miguel aprovecha para cargar a su hija en los brazos.

Un nuevo miembro de apenas dos días de nacida tiene la casa del morichal, su constante llanto parece desconcertar a las aves y animales domésticos que merodean por los alrededores de la vivienda familiar. Los padres se turnan para realizar sus labores habituales y a la vez prestarle la mayor atención posible a la niña.

Aquella tarde un sol radiante ilumina el horizonte, en las copas de los arboles paraulatas y turpiales parecieran competir con su alegre canto. En el corredor de la casa José Miguel reposa en el corredor sentado sobre la silla mecedora. Mientras a su lado Cristina acurruca entre sus brazos a la niña al tiempo que brotan de sus labios las estrofas de una canción infantil:

-Duérmete mi niña Cantan las aves Ana Cristina

Duérmete mi amor Maúllan los gatos Ya se durmió

Linda bebecita Silva un lorito un gran descanso

De mi corazón. Cerca del cuarto. Para las dos.

En toda la zona rural, ya se corrió la voz del nacimiento de la niña de la familia Peña Rosales y esa noche estando Humberto Rosales, tío de Ana Cristina en un negocio del pueblo comprando algunos víveres, el dueño en son de broma pregunta:

¿Humberto y cuando tomaremos los miaos, por el nacimiento de tu sobrina?.

Soltando la risa Humberto responde:

-Dejame hablar con José Miguel para organizar la parranda-.

Amanece un nuevo día en la casa del morichal, José Miguel ha despertado y después de tomar una taza de café, agarra una jarra de peltre y sale al patio en busca de la vaca terciopelo para extraerle un poco de leche fresca, a su esposa le gusta tomar café con leche en el desayuno.

Transcurren un par de semanas y la bella Ana Cristina continua su crecimiento normal pero la vida de sus padres ha cambiado con su llegada, la madre quien generalmente dormía plácidamente toda la noche ahora debe despertarse varias veces para amantarla y acallar sus llantos, lo cual también interrumpe el sueño de José Miguel.

Durante la mañana el padre se dedica a sus labores del campo regresando muy a menudo a la casa para ayudar a su esposa en el cuidado de la niña, cambio de pañales, preparar el baño, acurrucarla y cantarle una canción para que se duerma en la cuna. Solo cuando Ana Cristina duerme profundamente es que la madre aprovecha el tiempo para el aseo personal y preparar el almuerzo.

Un mes de nacida tiene ya Ana Cristina razón por la cual los orgullosos padres han decidido ese día domingo preparar un sabroso sancocho de pescado e invitar a familiares y amigos a compartir los miaos por el feliz nacimiento.

Muy de mañana José Miguel se dirige al morichal a pescar unos bagres, lo cual le lleva poco tiempo dada la abundancia de peces en las cristalinas aguas. Luego de lavarlos y limpiarlos el guarda en una olla de peltre, seguidamente agarra el filoso machete y toma rumbo al campo cercano a la casa en busca de verduras y hortalizas.

Una vez listos los ingredientes para el sancocho, los echa en una olla la cual coloca a hervir sobre el fogón de leña dejando el pescado macerando con aliños verdes para luego incorporarlos en los últimos minutos. Sucede que el hombre está siguiendo a pie de letras las indicaciones que le diera su madre hace algunos años.

Son aproximadamente las doce del mediodía en la casa del morichal de la familia Peña Rosales cuando comienzan a llegar familiares y amigos al convite para celebrar el nacimiento de la bella Ana Cristina, quien muy radiante y hermosa en los brazos de su madre luce para la ocasión un vestido color rosado y un cintillo de rosas sobre la cabeza mientras en uno de sus brazos resalta un azabache para protegerla del mal de ojo.

Cuatro mesas de madera con sus respectivas sillas están dispuestas en el corredor para recibir a invitados y familiares. El primero en llegar en su camioneta es el tío Humberto en compañía de su esposa Laura, quien trae entre sus manos una caja de pañales como regalo para la recién nacida.

Con una sonrisa a flor de labios Cristina recibe a los invitados y les hace pasar al corredor mientras José Miguel afina los últimos detalles del sancocho de pescado. Entre brindis, sonrisas y anécdotas sobre las virtudes del cocinero quien a puesto a sudar a todas las personas con la suculenta comida, lo cual le permite a Humberto exclamar:

¡Caramba cuñado lo felicito!.

¿Será que puede darme la receta de ese sabroso hervido de pescado?.

Muerto de la risa José Miguel responde:

-Usted se ha ganado eso y mucho más cuñado, pero acerque el plato que ahora es que queda hervido-.

Laura interviene para decir:

-No comas demasiado Humberto, mira que después en la noche no puedes dormir con la acides y pesadez estomacal-.

En ese preciso momento llega Cristina desde la cocina trayendo entre sus manos una torta de piña:

-Señores espero que hayan dejado espacio para el postre-.

Las risas se esparcen por todos los rincones del comedor y José Miguel levantándose de la silla alza el vaso y dice en alta y sonora voz:

-Señores por favor presten atención, quiero agradecerles en nombre de Ana Cristina y de mi esposa la visita y este compartir. La casa del morichal resplandece de alegría por la llegada de nuestra hermosa niña, solo espero que Dios nos de salud, fuerza y sabiduría para criarla, protegerla, educarla y amarla, muchas gracias-.

Aquella emotiva escena fue captada por el lente de una cámara fotográfica que Laura traía en su bolso. En medio de la foto resaltaba la figura de Ana Cristina en los brazos de sus padres y rodeada por familiares y amigos.

Transcurrieron seis largos meses y llego el día del bautizo de Ana Cristina. Un domingo en horas de la mañana sus orgullosos padres la llevaron a la iglesia del pueblo, en donde un sacerdote oficio la misa en compañía de los padrinos Humberto Peña y Laura García. De regreso en la casa del morichal los padres compartieron como almuerzo un suculento mondongo y como postre un dulce de lechosa.

Fin.

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2da parte. La niña del morichal. Una semana ha transcurrido desde el bautizo de Ana Cristina, conocida por todos como [La niña del morichal], sus orgullosos padres están muy contentos con la nueva reina del hogar y no paran de dar gracias a Dios a cada momento. Amanece un nuevo día y como de costumbre José Miguel, se levanta muy temprano y tratando de no hacer ruido para no despertar a su esposa ni a la pequeña que duerme plácidamente en su cuna de madera, abandona la confortable habitación, para dirigir sus pasos hacia la cocina a preparar el café de la mañana. Transcurridos unos minutos y después del aseo personal, lo encontramos sentado en la cocina saboreando una humeante taza de café. Despunta aquel lunes 14 de mayo, con un cielo despejado bajo un sol radiante José Miguel dobla el lomo sobre la maleza y machete en mano despeja el camino hacia las siembras de hortalizas, esta rutina semanal que realiza con agrado consciente de que gran parte de la comida tanto de su esposa como de su niña dependen de su arduo trabajo. El llanto de Ana cristina se escucha por toda la habitación ocasionando que su madre se despierte del profundo y reparador sueño. Seguidamente se incorpora sobre la cama y calzando las finas sandalias de goma se dirige hacia la cuna y tomando entre sus brazos a su pequeña la lleva hasta su cama y nuevamente se acurruca debajo de las sabanas para amamantarla. Es ya media mañana cuando Cristina desayuna sentada en uno de los bancos de madera de la cocina, son minutos que aprovecha al máximo mientras su pequeña duerme en la confortable cuna. Luego del exquisito desayuno como ella le dice a una rebanada de pan tostado juntado de mermelada de guayaba y acompañado con una taza de café. Pasados unos minutos prende las hornillas de la cocina y coloca entre las ollas los ingredientes para el almuerzo. Entre sus pensamientos resalta la imagen de su querido esposo, al cual vislumbra sudoroso mientras quita la maleza de las siembras de hortalizas. Sus hermosos ojos color esmeralda se fijan en las manillas del reloj que cuelga de la pared del comedor, son ya las once y media de la mañana por lo que tiene el tiempo justo para preparar el almuerzo y esperar a que su esposo regrese del trabajo en el campo.

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