La filosofía de Lucas era simple; sin música no hay vida y sin audífonos no existe felicidad. Nadie a sus dieciséis años de vida había logrado que dejara la música de lado, excepto un mensaje misterioso a mediados de la clase de matemáticas. Desde entonces su nuevo objetivo es encontrar al autor de esas palabras, aunque se empeñe en pensar que entre ellos siempre habrá un imposible.
Y ahí estaba de nuevo, mientras el profesor impartía la clase, él miraba por la ventana mientras las música en sus oídos sonaba a todo volumen.
Él miraba a las aves que volaban libres evidiandola de cierta formas mientras se preguntaba ¿por qué ellas eran libre y él no? ¿por que ella sí podían volar y ser felices y él por más que lo instaba no?, su único consuelo era la música que retumbaba constantemente en sus oídos, Esas melodías de alguna forma le daban paz y le recordaba que quizás algún día él también podría ser libre, que él también podría volar como las aves mientras cantaba, mientas vivía.
Porque no importa lo que digan los demás, el respirar no significa que estés vivo y él no lo estaba.
Su teléfono vibro en su bolsillo provocando que la música se apagaran. Lo saco rápidamente esperando ver algún mensaje de su padre, pero no fue así.
Entonces fue ahí, justo ahí, cuando el decidió abrír el mensaje de un remitente anónimo, ahí fue cuando su vida cambio para nunca ser igual, en un segundo inesperado donde todo marchaba igual; monótono, vacío y frío.
Todo dio vuelta de manera súbita, sólo por un simple mensaje, aunque en realidad eso no sólo fue un mensaje, fue el comienzo de un algo que se convirtió en un todo.
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