Cassandra es una chica que, desde pequeña, ha sufrido de terrores nocturnos y sonambulismo, lo cual la mantenía en un constante estado de alerta y con miedo. Vive sola con sus abuelos, pues su madre fue asesinada justo antes de dar a luz y su padre la abandonó al nacer. Por esto, ella ha sido tachada de rara por sus compañeros de colegio y, cuando en la graduación de secundaria, se aparece un ovni, la culpan a ella. Con el tiempo, ella va a trabajar a San Pedro de Atacama, allí conoce a Ángel Philips, su nuevo jefe, un hombre muy especial que llama la atención de la joven por el cambio en la tonalidad de sus ojos y por su forma inusual de ser. Hasta ese lugar la persiguen esos objetos con sus luces que la desconciertan y le llama la atención a partes iguales y pronto se da cuenta de que Ángel tiene que ver con ellos. ¿Qué secretos tiene ese hombre? ¿Quién o qué es él? ¿Qué tiene que ver él con su pasado? Es lo que tendrá que descubrir Cassandra en esta historia.
Tradoir nunca se había sentido así, en todos sus siglos de vida, en los miles de batallas peleadas, jamás había sufrido de la forma en la que estaba sufriendo en aquel momento.
Su mujer dio un alarido que detuvo su fuerza vital por unos segundos, los mismos que duró el grito de Josefa, la madre de esa bebé que venía en camino. Él sabía que no sobreviviría, no por el parto en sí, sino porque sus heridas eran graves; Vesta le había disparado y Jose, su Jose, no estaba preparada para recibir heridas de ese tipo de armas, si estaba resistiendo era solo para dar a luz a su hija. Nada más.
Silencio. Un denso silencio lo hizo sentir peor.
Un llanto. Silencio. Otra vez un llanto.
Había terminado.
No supo si era mejor el silencio o los gritos.
Entró en la habitación donde atendían a su mujer y pudo ver lo que temía. Su hija estaba llorando; su mujer, muerta.
Tradoir se acercó al lecho y besó en la frente a su mujer. Su cuerpo estaba desangrado, magullado; sin embargo, su rostro irradiaba paz. Los seres superiores la habían llevado con ellos. Eso lo tranquilizó. Su mujer estaría bien en su nuevo hogar.
Tomó a su hija y la condujo con los padres de Josefa. Ellos sabían que su niña no sobreviviría, ya lo tenían asumido, aunque no fue menos doloroso el enterarse.
-Les encargo a mi hija. Jose le quería poner Cassandra, pero es decisión de ustedes. Yo me alejaré de aquí, no se preocupen por nada, que nada les faltará, me haré cargo de todos sus gastos. Desde lejos. Bien saben que no podré acercarme, sería muy peligroso para todos. Lo único que les pido es que ella no me odie, jamás quise hacerle daño... -El llanto no lo dejó continuar.
Diez siglos, diez siglos de vida y su primer llanto; para él, algo desconocido.
-No se preocupe, joven, sabemos el sacrificio que hizo nuestra hija y el que está haciendo usted. Ella estará bien con nosotros y siempre sabrá que usted la ama, siempre le haremos saber que irse fue un sacrificio que hizo por amor -afirmó la abuela de la pequeña Cassandra.
-Gracias.
Tradoir se despidió de ellos de un modo muy sentido y se fue a vagar por los mundos en busca de respuestas.
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