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Lo que ves es lo que hay

Lo que ves es lo que hay

Sarah B. Robinson

5.0
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Capítulo

Alessandro Dolciani necesita una esposa desesperadamente. Romma Estévez necesita el dinero y el prestigio de la familia de Alessandro. Ambos tienen razones importantes para llegar a una decisión que les cambiará la vida y un acuerdo secreto los llevará a convertirse en la pareja del momento. En su entorno existen personas que lucharán por impedir esa unión causando situaciones casi imposibles de resolver entre ellos. Una historia con personajes diferentes y divertidos, que harán sentir al lector que forma parte de la misma, por sus diálogos llenos de humor e ironía. En Lo que Ves es lo que Hay encontrarán emoción, sarcasmo, intriga y especialmente una historia de amor llena de altibajos emocionales que el lector amará y recordará por siempre.

Capítulo 1 Romma Estévez

El paso firme de aquella mujer dejaba ver la rabia que había en ella, aunque caminara con soltura, elegancia y mirando al frente, saludando a quienes se le cruzaban en el pasillo, bien con una sonrisa o con alguna palabra amable, en sus puños apretados se reprimía el deseo de gritar.

Romma Estévez no era la mujer más cariñosa o amigable, pero jamás había tratado mal a ninguno de sus compañeros de trabajo y respetaba enormemente sus talentos y especialidades. Era competente y exigía lo mismo en quienes trabajaban con ella, implacable en los horarios de trabajo y en el cumplimiento a tiempo de los compromisos, no era la más querida de la empresa, pero si la más respetada diseñadora de toda la planta, y eso era suficiente para ella. Siempre decía: si todos a tu alrededor te quieren demasiado, creo que estás siendo demasiado permisivo o algo estás haciendo mal en tu trabajo, porque no se puede complacer a todos.

Trabajaba sin descanso hasta lograr la perfección en lo que hacía, desde el diseño de una prenda hasta el último accesorio que se usaría en el desfile que se estuviera preparando.

Habían pasado seis años desde que Romma entrara a trabajar para Leonardo Monterrey, el más reconocido creador de modas del país y fuera de él, siempre estaría en la lista de los más esperados en pasarela. Era inconcebible una Semana de la Moda sin la presencia de Monterrey.

Y Roma era su creadora más brillante. Con apenas 28 años estaba posicionada como la mejor diseñadora de Casa Monterrey. Y justo en ese momento, aquella preciosa morena, con sus labios apretados por la ira contenida, en toda su espléndida esbeltez, y con su metro setenta y seis de estatura, iba a exigir el crédito por su trabajo. Se detuvo al final del pasillo en una puerta que apenas tocó con el nudillo antes de abrir, sin esperar a que le autorizaran a entrar.

Allí se encontró con su jefe, en su majestuosa oficina, digna de su imperio, como lo describía él.

Enorme, decorada con muebles exquisitos, un inmenso escritorio en el centro y a los lados, varias mesas de diseño, dispersas por todo el lugar, cubiertas todas por pliegos con diseños y muestras de telas. Un precioso caos creativo, en donde todo parecía estar fuera de lugar, pero sin romper la estética de lugar. Todo pensado para impresionar.

Sentado tras su escritorio, se encontraba Leonardo Monterrey, el propietario y artífice de Casa Monterrey. En sus cuarenta y tres años, elegantemente vestido con trajes que le calzaban perfectamente, sus incipientes canas en las sienes, aquellos ojos leoninos que parecían taladrar a quien miraba, y su rostro archiconocido en las altas esferas de la moda. Su eterna sonrisa no engañaba a Romma y tan pronto la joven entró al despacho, Leo sonrió ampliamente y la invitó a pasar.

- ¡Preciosa Romma! Adelante, adelante...

- ¿Por qué? ¿Por qué lo hiciste, Leo? -habló pausadamente con la ira reflejada en sus preciosos ojos color café.

- ¿A qué te refieres, lindura? - preguntó con la voz falsa de quien sabe la respuesta.

- ¡Lindura un rábano! Sabes perfectamente de lo que hablo, Leo, y ya basta... ¡lo prometiste!

- No es el momento, Romma. Debes esperar un poco, madurar más en tu trabajo.

- ¿Cómo te atreves a decir eso si estás usando todos mis diseños para la nueva colección? ¡Si no fueran perfectos no los habrías aprobado y quiero que se reconozca mi trabajo! Acordamos que en esta colección me darías el crédito sobre los diseños ¡y ahora me entero que los vas a presentar sin créditos, sólo vas a aparecer tú! Resulta que el todopoderoso Leonardo Monterrey no tiene palabra y piensa dejarme por fuera de nuevo.

- Romma, Romma, Romma... sabes que en este negocio debes pagar el noviciado. No puedes pretender llegar y ser famosa de una vez. Tienes que hacerte de un nombre, tienes que darte a conocer.

- ¿¡Y cómo rayos crees que me voy a hacer de un nombre si no le dices a nadie de quien son los diseños que usas!? Tengo seis años aquí, he hecho de todo lo que se ha requerido, sólo me ha faltado trapear el piso y tienes las agallas para decirme que no he pagado el noviciado. No seas descarado.

-Debes ser paciente, niña, bajo mi tutela llegarás muy lejos.

- ¿Estás consciente de que uno de estos días alguien con los guáramos necesarios te va a romper la cara por mentiroso?

-Niña, este negocio es cruel, nadie te va a regalar nada, y para llegar alto debes saber con quién estar. Y no podrás encontrar jamás a alguien como yo, que siendo una completa desconocida te di la oportunidad de crear para mi Casa, y sigues aquí, me debes todo lo que has aprendido.

- ¿Te refieres a estafar a los idiotas que creen en tus bonitas palabras? - dijo la joven con una sonrisa fingida y voz suave, y con sus manos apoyadas sobre el magnífico escritorio

- Un día brillarás con luz propia, siempre que no te atravieses en el camino de los demás. Eres excelente, y podrías llegar a ser Directora Creativa de esta Casa si sabes jugar tus cartas. - agregó sugestivo.

- Soy diseñadora, no me interesan los cargos de oficina, quiero trabajar en mi mesa, crear, envolverme en telas hasta que encuentre la perfecta, quiero decirle a la gente lo que le va bien, quiero ser quien imponga un concepto y trabajarlo y quiero que sepan quién soy. Por eso te exigí los créditos sobre los diseños, no puedes seguir usando el as del diseño bajo supervisión, son mis creaciones, no diste ni una maldita opinión en esto, yo lo hice todo. No estoy bajo tus alas, sino bajo el pie de quien se roba mi trabajo y se aprovecha de mi talento.

- Linda, te diría que si no estás satisfecha aquí puedes irte, pero estás bajo contrato. No cometas errores, Romma, no me quieres de enemigo, sabes que puedo elevarte o arrinconarte en lo más oscuro de este mundo de la moda. Tengo un nombre respetado, soy Leo Monterrey y tengo poder para hacerte famosa cuando lo crea conveniente pero aún estás muy verde, debes madurar.

- ¿Y por qué usas mis diseños? En esta colección no has hecho ni una sola sugerencia en toda la línea.

- Pues, debes esperar tu momento, linda... creo que debes ser más amable con la mano que te está dando de comer. - se puso de pie y con el escritorio entre ellos, dejó correr uno de sus dedos por el brazo de la joven y Romma lo retiró enseguida.

- Vuelve a tocarme y perderás una de tus mágicas manos. Y te digo yo ahora, si no te gusta, puedes despedirme- hizo un gesto burlón llevándose un par de dedos a los labios- ¡Ups, no puedes: estoy bajo contrato!

- Vete a tu mesa, Rommita querida, y sigue creando cositas lindas para mí. ¡Cuando tu contrato expire, lo hará también tu participación en el mundo de la moda! Yo mismo me encargaré de que no consigas trabajo ni como costurera en esta ciudad. Trabaja para mí, y sigue viendo tus creaciones en las mejores pasarelas del mundo, en los cuerpos de las más especiales celebrities y estrellas. Déjame y terminarás en algún taller perdido cosiendo ropa en serie para el mercado de pulgas.

- Eso está por verse, Leo. Tengo talento, tengo lo que tú perdiste hace rato: creatividad. Me necesitas, por eso no me das crédito, pero de alguna forma, esto va a terminar, y ese día, vas a lamentar haberme tratado así. Sí, eres famoso, eres adorado por tu clientela, pero no eres Dios, así que puedes caer como todos los demás; y cuando eso ocurra, Leo, allí estaré yo en primera fila para verlo todo.

- No deberías ser tan malagradecida, Romma. Te di la oportunidad de posicionarte en mi empresa, te has dado a conocer y has aprendido todos estos años en la mejor Casa de Modas de todo el país. Miles habrían matado por esa oportunidad, porque antes de llegar aquí, no eras nadie, solo una linda morenita con su pobre portafolios con modelitos simples, pero yo vi el talento en ti, sabía que eres una piedra fina, que sólo había que pulirte para que brilles como debe ser. Te pulí, te enseñé a ver más allá de un diseño, a crear un sueño, una necesidad, a hacerles sentir a los que están fuera de estas paredes, que morirán si no tienen una de mis creaciones. No puedes negarlo, has crecido, has aprendido, has cambiado. Te convertiste en esa sofisticada mujer que se roba las miradas, la envidia de muchas que jamás tendrán tu apariencia, ni tu estilo. Definitivamente, eres una niña malagradecida y no mereces todo lo que he hecho por ti.

- Estás muy equivocado, no lo hiciste por mí, sino porque viste la oportunidad de explotar a alguien más como lo has hecho toda tu vida. Sí, es cierto que aquí he aprendido mucho, pero no te debo la vida, no tengo nada que agradecerte porque me has estafado, has utilizado mi talento por todos estos años sin siquiera mostrarle al mundo de que mano salieron esas ideas. Y es que no te conviene que me conozcan, porque podría dejar de hacer tu trabajo. No puedes pasar la vida haciéndote más rico y famoso a costa de mí trabajo, y falta poco tiempo para que mi contrato termine. De alguna manera, a partir de allí, vas a saber de lo que estoy hecha. No sé cómo, pero te aseguro que algo se me va a ocurrir y mirarás desde tu precioso imperio cómo me hago de mi propio nombre en esta industria. Todos van a conocer a Romma Estévez y tú, no serás más que un excéntrico pasado de moda.

- Amo a esa tigresa ambiciosa que eres, Romma, pero no creas que en este mundillo llegarás lejos si no sabes cómo hacer las cosas. Hay que hincar muchas rodillas y muchos egos que acariciar para que te conozcan, debes rodearte de los más célebres y jugar su juego. Deshazte de tanta mojigatería y prejuicios, si quieres ser una pieza importante en este tablero y entiende que no lograrás absolutamente nada siendo tan estrecha. Esta es la selva de la moda, devoras o te devoran.

- No lo dudo, sé cómo actúan todos ustedes, pero nada de eso va a impedir que llegue a mi destino, y mi destino es la cima. Llegaré de una forma o de otra, y recordarás a esta "morenita" que un día quisiste humillar. Por ahora debo continuar aquí, pero el tiempo no se detiene, y el futuro está allí para mí.

- Para ti y para otro millón más de ilusos que piensan que este monstruo no los devorará, ¡y que las Casas sólo esperan por ellos! Tonta niña engreída. Ya te caerás de tu nube y volverás aquí derrotada a suplicarme que te reciba de nuevo, quizás lo pensaré un poco, nada más un poquito, antes de tirarte a la calle a patadas. O quizás quieras "ganarte" esa nueva oportunidad...

- Suéñalo, Leo, será la única forma en que me verás suplicarte. ¡Y a tu cama no entraré jamás en toda tu miserable vida!

Se dio la vuelta y abandonó la oficina de Leo sintiendo que esa vena en su sien reventaría en cualquier momento. Trató de respirar profundo mientras recorría pasillos hasta llegar a su propia oficina-taller.

Entró y tras cerrar la puerta, se recostó sobre ella, cerró los ojos y esperó hasta que su corazón comenzó a recuperar su ritmo normal. Luego caminó alrededor de sus mesas de diseño, dispuestas en toda la oficina. No era nada al lado del ostentoso despacho de Leo, pero tenía una luminosidad increíble con esos enormes ventanales que cubrían toda una pared y estaba ubicado en el piso de los privilegiados.

Allí había creado lo mejor de su trabajo, allí exprimía su genio para cada desfile, temporada, o solicitud privada que llegaba. Había de todo puesto en todas partes, pero Romma sabía exactamente dónde estaba cada cosa en ese lugar. Se había ganado a pulso ese espacio, y aunque hubo muchas bocas torcidas entre los demás diseñadores cuando le asignaron ese estudio, todos debieron reconocer que en Casa Monterrey no había alguien que trabajara más arduamente y con más pasión que Romma Estévez, y que merecía ese lugar.

La chica se sentó frente a una de las mesas, luego con un mando a distancia, encendió un aparato de sonido y I want it All de Queen comenzó a sonar.

Necesitaba de ese estímulo para concentrarse en su trabajo. Se deshizo de sus zapatos de tacón alto y se subió un poco su falda color malva al cuerpo para poder acomodarse mejor en la silla alta e intentó relajarse haciendo algunas respiraciones lentas, pero imaginar sus manos en el cuello de Leo era la imagen que no podía quitar de su mente. Revisó algunas cosas mientras lograba calmar su furia.

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