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Salió a toda prisa del hotel y se dirigió a la autopista. Por desgracia, el coche se detuvo bruscamente y su cabeza golpeó ligeramente el volante. Jadeaba y sus lágrimas le nublaban la vista. Cuando miró a su alrededor, se dio cuenta de que estaba obstaculizando el paso. Un segundo después, oyó el claxon de un coche justo detrás de ella. Intentó poner la marcha en vano, una y otra vez, mientras sollozaba.
Los demás vehículos pasaban delante de ella y la insultaban, pero eso no le importaba. Tenía que salir del camino lo antes posible. Al ver que el coche no encendía, golpeó el volante con toda su frustración. Por suerte, consiguió hacerlo arrancar y aparcó en el arcén. Se bajó con rapidez y se acercó al pretil metálico, mirando las rocas que había bajo el puente.
Su larga cabellera ondeaba en el aire y las lágrimas se deslizaban por su hermoso rostro, tan pálido como la porcelana. Se golpeó el pecho mientras lloraba y gritaba. Unos momentos después, dejó que su cuerpo se relajara y se sentó abatida, con su oscuro cabello cayendo como una cascada sobre su espalda. Mientras veía los autos pasar, pensó que estaba completamente sola en el mundo. Era totalmente invisible para los demás.
Su nombre era Alexia Rivas, una joven de veinticuatro años que se casó con el amor de su vida cuando cumplió los veinte. Nada más salir de la universidad, se propuso ser modelo, pero entonces conoció a Edward Jones, un millonario. Cuando él le propuso matrimonio, se sintió tan desbordada por la alegría que no pensó en absoluto por qué un multimillonario se casaría con una chica como ella, otra cenicienta.
Era huérfana y sin antecedentes familiares destacables, pero Edward era tan encantador que incluso perdió la capacidad de pensar, e ingenuamente creyó que su matrimonio con él era un regalo de Dios en compensación por todo su sufrimiento.
Fue así que aceptó su propuesta. Sin embargo, ella no tenía idea de que su matrimonio no sería el comienzo de su felicidad, sino de días infernales...
Escena retrospectiva
Se despertó emocionada, esbozando una gran sonrisa, y gritó:
"Hoy se cumplen cuatro años del mejor día de mi vida, el día en que me casé contigo".
No obstante, su expresión se tornó melancólica, y se dijo a sí misma con un suspiro:
"Aunque cada día se convirtió en un infierno, creo que todo mejorará entre nosotros, incluso me compró flores ayer. Hacía muchos años que no recibía un regalo de su parte. Debería alistarme".
Después de pasar unas horas limpiando, se apresuró a ir a su habitación para vestirse y hacer una reserva en un restaurante. Se miró en el espejo y comprobó que el vestido rojo sin mangas que llevaba le quedaba de maravilla, ya que complementaba su piel clara. Asintió con la cabeza y exclamó con una sonrisa:
"Todo saldrá bien, estará satisfecho con mi apariencia".
Eran las nueve de la noche, así que tomó el móvil para enviarle un mensaje de texto:
"Cariño, sé que puede que estés ocupado en el trabajo, así que he reservado un restaurante para celebrar nuestro aniversario. Es el restaurante que está ubicado en el centro de la ciudad, espero verte allí".
Miró el teléfono esperando ansiosamente una respuesta, pero treinta minutos después, no obtuvo ninguna. Decidió llamarle, pero le saltó el buzón de voz. Suspiró y pensó:
"Tal vez ya esté allí esperándome y se le acabó la batería, así que no puede atender mi llamada. Debería darme prisa".
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