/0/18237/coverorgin.jpg?v=7a7a7867f58db917a828ba670a428bcf&imageMogr2/format/webp)
Mi mundo se hizo pedazos en el instante en que mi esposo, Christian, eligió a la mujer que mató a nuestro hijo nonato por encima de mí.
No solo me abandonó en mi dolor. Me amenazó con publicar nuestros videos íntimos si no retiraba todos los cargos en contra de ella.
Su crueldad se convirtió en una pesadilla viviente. Me empujó por las escaleras. Me obligó a beber un cóctel que sabía que podía matarme.
Luego, completamente cegado por las mentiras de su nueva amante, me secuestró y me llevó a una finca remota.
Atada y amordazada, vi cómo me azotaba la espalda con un látigo, creyendo que yo era una simple sirvienta sin nombre que había ofendido a su preciosa nueva mujer.
Ni siquiera reconoció a su propia esposa.
En ese momento, el hombre que amaba fue reemplazado por un monstruo. Mientras yacía rota y sangrando, hice un juramento. Sobreviviría a esto. Escaparía. Y le haría ver la verdad antes de destruirlo por completo.
Capítulo 1
Punto de vista de Elena Paz:
El mundo se hizo añicos en el momento en que Christian Valente eligió a Bárbara Montes por encima del ataúd que contenía a nuestro hijo nonato.
Lo vi, a mi esposo, alejarse de la habitación del hospital. Ni siquiera volteó a verme. Sus pasos eran firmes, demasiado firmes para un hombre que acababa de perder a su primer hijo. Demasiado firmes para un hombre que decía amarme.
Me aferré a la fría barandilla metálica de la cama, con los nudillos blancos. Los médicos me habían dicho que descansara, que guardara luto. Pero, ¿cómo podía descansar cuando me habían arrancado el corazón del pecho? ¿Cómo podía llorar mi pérdida sola?
Las horas se desvanecieron. El olor a antiséptico se aferraba a mí, un recordatorio constante de lo que había perdido. Entonces, Christian regresó. No para tomar mi mano, no para consolarme. Se quedó junto a la puerta, una silueta contra las duras luces del hospital, su rostro ilegible.
—Tienes que retirar los cargos contra Bárbara —dijo. Su voz era plana, desprovista de emoción.
Se me cortó la respiración.
—¿Qué?
—El atropello y fuga —aclaró, como si yo hubiera olvidado el accidente que me robó a mi bebé, que casi me roba la vida—. Bárbara. Es solo una niña. Fue un accidente.
Mi mente daba vueltas.
—¿Un accidente? Christian, ¡estaba borracha! Se pasó un alto. ¡Nos arrebató a nuestro bebé!
Se acercó, su sombra cayendo sobre mi cuerpo tembloroso.
/0/21067/coverorgin.jpg?v=278e3fa6f9f9699cc0fd60b209088b6b&imageMogr2/format/webp)
/0/12720/coverorgin.jpg?v=b9d85793f7e02baa759b76ebca93db9c&imageMogr2/format/webp)
/0/10942/coverorgin.jpg?v=6faca9c51e049402659b3b71d9be4604&imageMogr2/format/webp)
/0/8455/coverorgin.jpg?v=778ad0423557f454b5ec3ee03dbb51e5&imageMogr2/format/webp)
/0/18354/coverorgin.jpg?v=c0912394019f3c8bf59d1497f900b8f6&imageMogr2/format/webp)
/0/20161/coverorgin.jpg?v=74c92c012ab051516b34dce72815e6d7&imageMogr2/format/webp)
/0/15270/coverorgin.jpg?v=6b58da92eccfefb98ea8dc6eb2178606&imageMogr2/format/webp)
/0/20786/coverorgin.jpg?v=295493c2008c407f00e04f5418d6270e&imageMogr2/format/webp)
/0/5417/coverorgin.jpg?v=e2a27666d774d4da1ac0348a6f091dca&imageMogr2/format/webp)
/0/10567/coverorgin.jpg?v=56a1f3a7d298f821618e3fe8e43a9e65&imageMogr2/format/webp)
/0/4360/coverorgin.jpg?v=51c2f2d7831e6381348adabf04c5cd87&imageMogr2/format/webp)
/0/17312/coverorgin.jpg?v=e8a2d244fa34f8d407fd9307abb80d86&imageMogr2/format/webp)
/0/5561/coverorgin.jpg?v=a17c56b77affae9e93aa9b3ce74b6479&imageMogr2/format/webp)
/0/5999/coverorgin.jpg?v=6e8e285938ce9488c15477affc54bc3e&imageMogr2/format/webp)
/0/17718/coverorgin.jpg?v=cf94c29db2200f53a3d22159f2e91146&imageMogr2/format/webp)
/0/14769/coverorgin.jpg?v=417fb33f00c36c26b4f8e76b08d72e7e&imageMogr2/format/webp)
/0/10111/coverorgin.jpg?v=0ca0d2bbe05f14b545bc723532d2e0b6&imageMogr2/format/webp)
/0/10319/coverorgin.jpg?v=337723395dc5189deca0948dc74703e1&imageMogr2/format/webp)