Casada con un montruo
ería tan terrible. Me había acostado con él porque quería, no porque me hubiera obligado. ¿Pero me obligaría Jamie? ¿Me forzaría contra mi voluntad? Dijo que esperaba que fuera sumisa. Me comparó con
cupó y me llamó. Siento alivio, pero también decepción. En cualquier caso, hice algo que nunca pensé que haría. Le abracé. Al principio, Thomas simplemente no se movió, parecía una estatua en medio del pasillo. Aunque ese ridículo calor me sube a las mejillas y me quema con tanta fuerza que me llega a los oídos, no lo suelto. Entonces, por fin, sus brazos me rodearon. Abrazándome con fuerza. En ese momento, algo pasó entre nosotros, un calor único, era extraño, porque cuando levanté la vista él me miraba de la misma manera. ¿Él también lo sentía? No me soltó. Aprovechando la ocasión, hundí la cara en su chaqueta maloliente y prácticamente me arrastré dentro de ella, llorando de la forma más humillante posible. Pero no podía controlarlo. - Siento lo de tu padre. - Me dijo con los labios pegados a la oreja. - No sé qué hacer, Thomas. - Mi corazón se desgarró mientras gruesos sollozos brotaban de mis labios. No hizo más que acercarme y frotarme la espalda con las manos para calmarme. - "Shhh", susurró. - Todo va a salir bien -me besó en la coronilla-. - Estoy aquí, cariño. No
hombros. Ni siquiera recuerdo cuándo fueron allí. Le miro, con las mejillas encendidas por la vergüenza. Menos mal que la luz está apagada. - Lo siento, Alice. - Se aclara la garganta y frunce el ceño. No sé por qué se disculpa. Pero miro hacia otro lado. - Bueno, yo... -su voz es ronca y entrecortada-. - Tengo que irme ya. - Se levanta y se mete las manos en los bolsillos. - Me gustaría quedarme más tiempo, pero no puedo. - Me m
meses d
Jamie lo antes posible. Intenté adaptarme, intenté fingir que no me dolía, y con cada nueva fase intentaba ser fuerte, intentaba no llorar. Así fue hasta que vi a Thomas la mañana siguiente a nuestra llegada para el cumpleaños de Nicole. No me había dado cuenta de que me sentiría así. Jamie estaba muy molesto porque me había ido. Estaba segura de que le molestaba tanto porque estaba en presencia de gente normal. Y él no era normal, sospechaba seriamente que no tenía sentimientos. Sólo fue porque aún tenía que guardar las apariencias. Pensó que para mí sería como despedirme del mundo real. Thomas estaba allí, como invitado de Nicole, y nunca me habría imaginado volver a verle. Pero algo en mí vibraba, haciéndome albergar esperanzas. Como si fuera un príncipe de brillante armadura que pudiera sacarme de todo aquel lío. Tonta de mí. Al día siguiente de aquel abrazo y de nuestro casi beso en mi cuarto oscuro, aquel mismo Thomas que parecía tan amable y humano me dijo que su actuación de la noche anterior había sido totalmente poco profesional. Me aconsejó que me distrajera, que hiciera cosas que solían hacer las chicas de mi edad, ir de discotecas, salir con los chicos, ir a la