Donante anónimo
ado por un cansancio claro y absoluto. "Tengo que serlo, por
vez más. "Va a estar bien." Ella la agarró suavement
el camino a casa, cuando entró en su pequeño pero cómodo apartamento, colocó al niño en una adornada cama de cuento de had
que debía pensar de ella... una periodista que recurriría al chantaje. Al menos parecía honorable, ya que proclamó que cualquier hijo suyo conocería a su pa
lica? ¿Qué provocó el misterioso deseo que golpeó como un tsunami? Si él descubría la verdad y decidía que querí
o que quería. Si eso incluyera a su fami
sus músculos. Brenda fue su cuarta masajista en otras tantas semanas; a pesar de parecer profesionales en las entrevistas, los demás habían dado sutiles y no tan
ercicio de dos horas a la que sucumbió después de la partida del reportero. Había trabaj
ón que cayó
es con sorprendente regularidad. Aceptaba pocas y prefería aventuras discretas con mujeres sofisticadas que no buscaban nada a largo plazo. Desafortunadamente, las emociones a
cuyos ojos conmovedores y su inexplicable giro contaban una hi
había despertado recuerdos y expectativas que hacía mucho tiempo se creían muertas, sentimientos de cuando él y Ruby quedaron embarazados por primera vez, la alegría incomparable de la paterni
hijo suyo no reclamado vagaba por la tierra. Aunque quería una familia, no se atrevía a iniciar
la clínica de fertilidad, por qué le había concedido acceso a su casa, a su cuenta bancaria. Ella no lo entendió, pero ¿cómo podría
ató a su esposa y
cursión físicamente exigente, afirmó que era completamente segura, pero él se resistió, temiendo por ella y el bebé. Se habían peleado como nunca antes y finalmente ella salió furiosa. Pero no era momento de conducir, en una noche de lo q
ho más. Debería h
a una bala, nunca vio el camión de 18 ruedas que se interpuso en su camino. Nunca tu
urió, y siguió muriendo cada vez que veía las fotografías que aparecieron durante meses en los periódicos, soportaba las miradas de lástima, el consuelo que otros se esforza
titulares. Los susurros dolorosos. Los periodistas llaman a su puerta a las cinco de la mañana. No podía volv
Su comportamiento no tenía sentido. Tenía que estar ocultando algo... algo importante. La ira se convi
, demasiado egoísta, como la expresaron, alienando oportunidades comerciales potencialmente lucrativas. Por lo que recordaba de Pine Ridge, contenía buena gente, trabajadores y algunas de las tierras más hermosas del país, perfectas para sesiones de fotos
d de cómo Alissa se
no a chantajearlo y po
r qué ella le
estaba lista para él, porqu