CEO Codiciado
en a mi habitación y cumple entonces esa promesa. - Dio otro paso y agarró mi mano libre. - Mañana es mi último día de vacaciones y me gustaría que me ayudaras a hac
oque. - Tu coño está empapado, linda sirena... - Me incliné para rozar nuestros labios. - ¡Culpa suya! - Presionó sus senos contra mi pecho, quitándome lo poco que quedaba de mi razón. Solté su barbilla, pero me acerqué con un beso posesivo mientras la agarraba por la cintura para guiarla hacia la cama tamaño queen. Levantándola sin apenas esfuerzo, la acosté boca arriba sobre el suave colchón mientras abría sus piernas para apoyarlas sobre mis hombros, arrodillándome en el suelo para tener la mejor vista de su coño afeitado. - Te voy a chupar hasta que te corras en mi boca, deshaciéndote - dije reforzando mi promesa. Antes de dejar caer mi boca entre sus piernas, estimulé sus duros pezones, pellizcándolos ligeramente, escuchándola gemir, completamente entregada al momento. Mi polla palpitaba dentro de mi ropa interior, pero mi mente metódica insistía en que no pasaría del límite. Le daría un orgasmo inolvidable y luego regresaría a mi habitación a hacer mis necesidades, masturbándome sola en una ducha fría para calmar mis nervios. ¡Será una tortura infernal! Valentina mantuvo los ojos cerrados y la boca entreabierta, gimiendo profundamente mientras sus caderas se movían instintivamente contra mí, buscando contacto, insinuando lo perfectamente que encajaríamos si cediera al impulso de follarla. - Tienes muchas ganas de que te coman, ¿no eres una linda sirena? Mi voz salió como un gruñido. Luché internamente entre la ira conmigo misma por desearla tanto y la desesperación al saber que tal vez una mamada no sería suficiente. Una parte de mí quería ceder mientras que la otra parte pensaba que era débil, ya que nunca fui el tipo de hombre que se echa atrás en una decisión. - Sí, para ti - gimió fuerte, loca de lujuria. - ¡Muy! Pero hubo una primera vez para todo en esta vida. CAPÍTULO SIETE Se sintió como un sueño. Un sueño erótico. Pero por suerte para mí, fue real. Tan real. Superé mi timidez y tomé la iniciativa de proponerle sexo casual a un hombre. Un hombre que acababa de conocer. ¡Que locura! Pero fue una locura deliciosa... Por un momento, pensé que Dominic realmente me iba a rechazar. Sería vergonzoso, pero no podía hacer que me quisiera. Aunque era un hombre educado y caballeroso, noté su mirada interesada y estaba muy reacia hasta que, en el baño de la comisaría, en medio de toda la confusión de esa noche, tomé la decisión de tirar mis bragas a la basura y, si tenía oportunidad frente a mí, no la dejaría pasar des