Nuestro pacto de amor
. Si bien durante un tiempo al comienzo de la relación entre ambos había logrado convencerse a sí mismo de que podía
í tenía sentimientos reales por él. Además, sin importar lo que él pensara, estaban destinados a
fingía que el amor que ella le tenía era cor
ota amarillista que habían sacado unos periodistas sobre la boda ent
sobre su futuro matrimonio, sobre todo por el daño que le ocasionaban a su prometida. A él no le importaba muc
y mientras lo conseguían a él no le quedaba d
emente mientras con sus manos acariciaba sus caderas. El beso s
de la ropa. Al parecer ella estaba deseando mucho ese encuentro, y eso hizo que él co
na por debajo del vestido verde corto que llevaba. Ella se agachó con prisa y desabrochó el pantal
lo, pero Carolina era igual de buena para c
glande, la caliente lengua de su prometida se lanzó a lamer también sus testículos y a dejar un rastro de saliva. Él apenas pod
tan placentero castigo. Durante su escapada, entrecerrando su boca, Carolina hizo rozar s
ada y se arrodilló frente a ella. Con un solo movimiento rápido, le quitó las b
e de su clítoris y la entrada de su vagina. Su lengua chupaba con ganas, y ahora eran sus dientes los qu
gemidos, que muy pronto se conv
un chillido de placer, y comenzó a mover
e presionaron fuertemente la cabeza mientras sus fluidos le empapaban la cara y sus gemidos aumentaban.
miembro a la altura del coño de Carolina. La penetró de una violent
orcerse. Cuando supo que ella estaba a punto de correrse, él también se dejó ir y la inundó por completo d
ado, así que estaba exhausta y se
a píldoras anticonceptivas, así que no tenía que preocuparse por ningún embarazo
-le preguntó él con dulzur
lo agitada que estaba aún por la sesión de
rta: en nosotros -volvió a decirle-. Ahora toma un baño y cámbiate para i
evantó despacio. Se acomodó un
etestaba un poco que su vida siempre estuviera en el foco de atención. A veces s
o tanto