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Solo con un beso

Capítulo 5 Cinco

Palabras:1285    |    Actualizado en: 16/09/2024

o de sus tantos coches negros (porque todos los que tenía eran de ese color). Al cruzar la puerta del lobby,

re intimidaba a todos, pero a ella especialmente. La mujer se apresuró a tocar el botón apenas lo vio cruzar; a Walke

mientras ella hablaba. Le fascinaba ver cómo el cuerpo de ella apenas temblaba por su sola presencia, mientras una media

ursos Humanos cuand

jer a

ra pararse a un costado, esperando que él pasara. Owen no

a las 9 -er

s asistiéndolo, de los cuales 6 lo hacía también en su cama. Eso era lo que no se sabía del intachable y exitoso hombre de nego

uesto venía con otros "deberes". Cuando esos deberes lo aburrían, llamaba al gerente de Recursos Humanos y le decía que la dama en el puesto ya

La primera de sus secretarias que inició el juego simplemente se lanzó a sus brazos. Él lo continuó hasta que se dio cuenta de que la situación era perfecta: una secretari

fiebre y no podían comunicarse con la madre. Owen no volvió a entrar a la sala; no le importaron los gerentes, los jefes de sección, ni los acci

. Walker, pero no pudimos contactar a su

e suced

ero con el correr del día fue aumentando. Íbamos a llev

evaré con

a no tenía nada serio. Pero eso no le quitó el enfado hacia Elena, por su negligencia. ¿Cómo

tparto, todo se había derrumbado, incluso su propio matrimonio. Elena había recibido toda la ayuda de los médicos que él pudo conse

depresión, y para aliviarla y asegurarse de que su hija estuviese atendida, la había ano

ormida en su silla y una enorme angustia. Pero eso no se

ndo abrió la puerta, todo su mundo se vino abajo. Elena jadeaba debajo de un hombre, lo abrazaba por la espalda, su cara estaba transformada. Hacía mucho que él no la veía así. No pudo moverse o ha

grito asustado q

del hombro. Con su característica seriedad, Owen salió, cerró

; el otro hombre, Thomas Olivier, su socio de a

omenzó con la voz helada-. Ni siquiera respondi

avor! ¡Por fa

mi hija?! -gritó apuntando a Thomas-. ¡¿Es lo que

la vida

-intentó

ía cuando nadie más quiso hacerlo! ¡Cua

ento,

esafiante, semidesnuda y ter

re lágrimas-. Estoy

ma, cómo le temblaban apenas las rodillas, cómo

te con él -y ni siqui

de todos; lo había dejado por su socio. Pero Owen se negó a entr

ada en ella como en el dinero que le correspondía. Owen se lo dio todo y más. Par

olor, la pena, y la angustia de un corazón roto y el abandono de una madre. Ese lugar quedaría cerr

tan profunda, tan vil y ensa

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