Valeria: Retazos de una mujer
fin serían libres, pero con la cotidianidad hasta esas pequeñas alegrías se celebraban solo por dentro. A pesar de que había adelantado un poco durante la hora de almuerzo, Valeria tuvo que q
na le dolieran, trabajaban casi automáticamente como si fueran una extensión de la máquina de coser. Como no se ganaba mucho, algunas de sus compañeras optaban por trabajar horas extras de vez en cuando, a pesar del cansancio acumulado duran
se antes de que la parada quedara sola. Con suerte todavía quedarían algunas compañeras rezagadas que no habían consegu
a, por favor". Su voz p
do en la mañana, Valeria solo pudo imaginarse lo
ijo, al tiempo que se pa
do así de tarde. La junta me ha estado presionando para que establezca la entrada a las siete de la mañana, así que deberías estar prepara
os ese trabajo a nosotros, o si las máquinas estuvieran en perfectas condiciones y no tuviéramos que pararnos porque se tra
que afectaban considerablemente el rendimiento de la planta. Al principio, ella había intentado comunicarle sus sugerencias al señor Enrique, pero Ana la detuvo tan pronto como la vio intentándolo. "Esa gente sabe muy bien lo que está fallando, pero su solución es seguir en esto, explotarnos a nosotras es lo mejor que pueden y saben hace
dijo casi maquinalmente mientras agachaba la c
a así", respon
dió ella antes de darse media vuelta par
a cuando lo hizo. Se acomodó el blazer y se arregló el pelo antes de seguir caminando hacia la parada. El sol todavía lanzaba unos últimos rayos de luz a
en el cielo!', pensó, consciente d
a aburrirse y la parada ya casi estaba sola. Como la Zona Industrial no era la más segura de la ciudad, no quiso sacar su teléfono ni para mirar la hora, así que se concentró en las nubes cada vez más oscuras que todavía quedaban en el cielo. Los atardeceres eran para ell
eras para subir de última. Al entrar, Valeria echó un vistazo por el pasillo y una pequeña alegría brilló en su corazón cuando descubrió que había muchos asientos vacíos. Como aquella era una zona llena de fábricas y almacenes, muchos trabajadores
se acercaban al centro, el desplazamiento se hizo más pesado y el bus se fue llenando de gente. Había mucho tráfico allá afuera y Valeria se quedó contemplando el paisaje urbano para distraerse. Con la mente en blanco y el
ntos que hay en el piso cinco, solo dos están habitados: nosotros y el señor Lucas, nuestro