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La Niñera de las Hijas del CEO: Arthur Zaens.

Capítulo 2 Editora y Escritora oculta.

Palabras:1265    |    Actualizado en: 29/10/2024

í

to una historia de romance y odio, mezclando una venganza apasionada. La trama giraba en torno a un hombre que buscaba vengarse de una familia poderosa a través de la hija

mi saco y salí. Mi asistente me había informado que el CEO quería verm

ardes, señor

me respondió con un tono

voz me puso

or? -pregunté, tratand

editaste. Tengo entendido que los enviaste a la imprenta, pero hay un

é que había hablado con José Luis, mi prometido, y le ha

archivos? –preguntó mi jef

e encargó de todo –Respondí, i

manuscrito pasa por tus manos antes de ir a la imprenta. Es tu responsabili

olveré esto lo antes posible –dije, tratando de sonar

debes darme una respuesta, sabes cuando dinero hay de por medio. No puedo poner las manos

nto mucho lo ocurrido. Te

ien, r

a. Me sentía ahogada, como si el peso de todo lo

me contestaba las llamadas?–pensé mientras lo

la mejilla y me dirigí a ver a mi padre, que estaba en su taller de costura. A

tás de vuelta? –me saludó

.. Te ve

te noto distraí

esito ir a mi habitación a

a. Si necesitas

, pa. Es

e irte a encerrarte- Sugirió mi

luego le pediré un Té a Cora

a la imprenta. José Luis se había ofrecido a llevarlas hace más de 15 días, pero ahora todo parecía desmoronarse. -¿Qué habrá pasado?-me preguntaba

al mismo tiempo me estaba pasando factura; incluso había perdido peso considerablemente. Me miré en el espejo: mi cabello

un vestido negro corto. Me coloqué unos tacones altos, dejé mi cabello suelto y me maqu

aves del coche. Al cruzar el salón, vi a

salida? -preg

. Regresa

é Luis? -me pregu

nte está ocupado y por eso no me ha resp

bien,

i un beso en la frente a cada uno-.

emos -respondió Cora

uis. Necesitaba una explicación. Mi cabeza no dejaba de dar vueltas s

l llegar, aparqué y bajé del coche casi automáticamente. Acto seguido, puse la alarma, subí al ascensor y presioné el número del piso

Tal vez estaba ocupado, o quizás no estaba en casa. Me mordí el labio, dudando, pero al final decidí esperar. Conocía

do allí sin preocuparse por el caos que lo rodeaba. Caminé despacio, casi temiendo lo que podría encontrar, mientras el ambiente se tornaba más pesado.

staba entreabierta. Me detuve en seco. Un escalofrío recorrió mi espalda cuando, con apenas

elazaban como si el mundo exterior no existiera, completamente ajenos a mi presencia. Me tapé la boca con una man

o pudiera soportar el dolor que se avecinaba. Quería irrumpir en la habitación, gritarles, preguntarles cómo habían sido capaces de

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