La Niñera de las Hijas del CEO: Arthur Zaens.
Ã
to una historia de romance y odio, mezclando una venganza apasionada. La trama giraba en torno a un hombre que buscaba vengarse de una familia poderosa a través de la hija
mi saco y salÃ. Mi asistente me habÃa informado que el CEO querÃa verm
ardes, señor
me respondió con un tono
voz me puso
or? -pregunté, tratand
editaste. Tengo entendido que los enviaste a la imprenta, pero hay un
é que habÃa hablado con José Luis, mi prometido, y le ha
archivos? –preguntó mi jef
e encargó de todo –RespondÃ, i
manuscrito pasa por tus manos antes de ir a la imprenta. Es tu responsabili
olveré esto lo antes posible –dije, tratando de sonar
debes darme una respuesta, sabes cuando dinero hay de por medio. No puedo poner las manos
nto mucho lo ocurrido. Te
ien, r
a. Me sentÃa ahogada, como si el peso de todo lo
me contestaba las llamadas?–pensé mientras lo
la mejilla y me dirigà a ver a mi padre, que estaba en su taller de costura. A
tás de vuelta? –me saludó
.. Te ve
te noto distraÃ
esito ir a mi habitación a
a. Si necesitas
, pa. Es
e irte a encerrarte- Sugirió mi
luego le pediré un Té a Cora
a la imprenta. José Luis se habÃa ofrecido a llevarlas hace más de 15 dÃas, pero ahora todo parecÃa desmoronarse. -¿Qué habrá pasado?-me preguntaba
al mismo tiempo me estaba pasando factura; incluso habÃa perdido peso considerablemente. Me miré en el espejo: mi cabello
un vestido negro corto. Me coloqué unos tacones altos, dejé mi cabello suelto y me maqu
aves del coche. Al cruzar el salón, vi a
salida? -preg
. Regresa
é Luis? -me pregu
nte está ocupado y por eso no me ha resp
bien,
i un beso en la frente a cada uno-.
emos -respondió Cora
uis. Necesitaba una explicación. Mi cabeza no dejaba de dar vueltas s
l llegar, aparqué y bajé del coche casi automáticamente. Acto seguido, puse la alarma, subà al ascensor y presioné el número del piso
Tal vez estaba ocupado, o quizás no estaba en casa. Me mordà el labio, dudando, pero al final decidà esperar. ConocÃa
do allà sin preocuparse por el caos que lo rodeaba. Caminé despacio, casi temiendo lo que podrÃa encontrar, mientras el ambiente se tornaba más pesado.
staba entreabierta. Me detuve en seco. Un escalofrÃo recorrió mi espalda cuando, con apenas
elazaban como si el mundo exterior no existiera, completamente ajenos a mi presencia. Me tapé la boca con una man
o pudiera soportar el dolor que se avecinaba. QuerÃa irrumpir en la habitación, gritarles, preguntarles cómo habÃan sido capaces de