¿Embrujo o Locura?
tico, y eso no le había dejado para nada feliz. Al contrario, él se había sentido culpabl
algo parecía de locos o inapropiado? No lo sabía a ciencia ci
ba de repetir cual eco sus propias palabras para que su prometida
ndo en qué voy a hacer con todas estas cosas
ra de lo normal. Odiaba sentirse débil o lunático, prefería que las personas, incluyendo a Karina, lo vieran como un hombre bie
s conflictos innecesarios; de eso no le quedaba la menor duda. Pero a pesar de todas las j
de aliento de su padre. Cada vez que creía sentir sus presencias inclusive dentro de su departamento, no podía evitar
. Se le iba el tiempo como agua entre las manos, en el que tenía que viajar de un lado a otro a
uehacer era muy laborioso y lo mantenía ocupado. Ya llegaría el s
os, para después de que Karina y él finalizaran de organizar todo lo que necesitaban. Con decir que
antigua casa de sus padres. Mientras subía a su auto su corazón se oprimía, ya que, entre cavilaciones no se
concentrarse en ella y en el porvenir. Esa era su realidad, ¿qué más quería su mente de él mismo? Ni siquiera él lo sa
se abalanzó a sus brazos y se saludaron con un casto beso en los labios. Abel no podía dejar de alegrarse al
n playera, un pantalón corto deportivo y zapatos tenis, lo cual volvía loca a su prometid
tos estilo mocasín, muy cómodos a su parecer; y para que su pelo no estorbara se había hecho una t
enzar a disponer de algunas cosas que le parecían un tanto innecesarias para que se quedar
rgía. Todo saldrá bien, ya verás. -K
d. En serio, se hubiera bebido algo energizante, porqu
Karina para intentar revivir el vigor
pusieron a pasar adelante. Se colocaron mascarillas por aquello del polvo y Karina se colocó un pañuelo en
lo eso, hijo. No te quedes con nada que tú no desees solo porque te recuerde a nosotros». Las palab
ccesorios que sus padres amaban, pero todo se veía ya demasiado usad
parece? -inquirió Abel como si estuv
en un hilo de voz. Ella seguía preocupad
que la depresión entrara y se adueñara de su cuerpo y alma. Era una decisión
e de esa manera. Cerró los ojos, respiró profundo y de sus labios s
s! -dijo Abel con el entusias
ntras corría gradas arriba. Ella hacía más
o lo que fuera ropa y zapatos. Prosiguieron con la ropa de cama, cortinas y papelería que perte
osas para afuera y Karina sacudía y barría los restos de polvo que caían al movilizar todo
el ático. No sabía si era porque desde un inicio le echó el ojo
alternativa; para dejar de pensar tanto en ello desplegó la escalera hacia