La más cruel traición de su amada
Camila
orriendo la silenciosa habitación. "La herida es profunda y la fiebre es un riesg
a, como heredero de la Familia, sus exigencias habían crecido con su estatus. Su aversión a ciertos olores, sonidos e in
una de las sirvientas, con los ojos grandes e
o en su inconsciencia, parecía distante, inalcanzable. Vi la leve línea de preocupación grabada entre sus cejas, la forma en que
allosas por una vida de dificultades, se apretaron. Fue
bió, y se agitó contra las sábanas de seda, su piel ardiendo al tacto. Me senté a su lado, presionando pañ
tiendo a un ritmo frenético contra mis costillas. Sabía, en el fondo, que esto era
llena de un anhelo desesperad
s. Volvió a decir su nombre, un susurro suave y posesi
retando mis pulmones, robándome el aliento. Recordé sus promesas, susurradas bajo un cielo lleno de est
ndo había cambiado, pero el mío se había fragmentado en un m
nto, pero mi mente se negaba a descansar. La imagen de nosotros, en las calles, luchando por cada migaja, su mano
cedió. Su respiración se estabilizó, su piel se enfrió. Estaba a salvo. Mi cuerpo, privado de sueño, finalmente se rin
raulio estaba despierto, su mirada fija en mi rostro, una extraña mezcla de
onca, pero más clara ahora. "¿E
s fiebre. Toma", dije, mi voz plana, extendiéndole una taza de t
s pálidas mejillas. Me miró, realmente me miró, y una sombra de culpa cr
a Daniela
ontinuó, su voz más suave ahora. "Para compensa
día que solía estar lleno de golosinas robadas y sus promesas susur
voz más fría de lo que pr
ico resonó desde el pasillo. "¡Señor Braulio! ¡
stantáneamente con alarma. "¿Qué? ¿Daniela? ¿Está bien? ¿Qué pasó?". Intentó sentarse, su
lla... ¡se desmayó, señor! ¡Dicen que estaba tan preo
norando el dolor fresco de su herida. "¡Ayúdenme
do e instintivo para estabilizarlo.
puerta, en el pensamiento de Daniel
ró a un lugarteniente que pasaba. "Algo
a vez. La puerta se cerró de golpe, un clic final y definitivo que resonó como el sonido de mi