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En la Cama de su Hermano: Mi Dulce Venganza

En la Cama de su Hermano: Mi Dulce Venganza

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Capítulo 1 No.1

Palabras:1143    |    Actualizado en: Hoy, a las 09:02

notó Lucero f

surizado. El tipo de silencio que solo existía a setenta pisos de altura, detrás de un vidr

que notó fu

tó abrir los ojos, pero la luz que se filtraba por la rendija de las cortinas se sintió como un ataq

e algodón egipcio, mucho más suaves que cualqu

o esta

contuvo la respiración. Sus pulmones ardían con el esfuerzo de permanecer pe

rda, un hom

a espalda que parecía tallada en mármol y tensión. Hombros anchos que se estrechaban hacia una cintura angosta. Los mús

ra J

s y una espalda aún más suave. Este

ampán que sabía ligeramente metálico. El mareo repentino que hizo girar el salón de ba

o y agrio. Había sido infiel. Después de tres años de un matrimonio sin sexo y sin

que

do, el roce de la tela sonaba como un disparo en la habitación tranquila. Puso

plateada de seda que odiaba, estaba en un montón cerca de

ba rota. Por supuesto que estaba rota. Encontró un imperdible en su bols

espertara. Antes de tener que mirarlo a l

noche. Lo alcanzó, con la intención de e

el membrete en rel

eló. Su sangre

de su esposo. Era el nombre

ría ser? ¿Un primo? ¿Un pariente lejano de visita desde Europa? La fa

él. No se parecía a los hombres suaves y mimados que

dijo frenéticamente. Es el hotel d

alto. Si este hombre conocía

a estaba abierta. Dentro, un fajo de billetes de ci

go y retorcido echó

a fugitiva que había cometido

nte. Eso despojaba la intimidad. Convertía un pecado en una compra. Y si él

s billetes. Tre

n Rolex de platino y un pesado vaso de cri

su mano temblaba mientras e

io. Quédate c

ota encima

movido. Era un extraño. Tenía que

ue estuvo en el ascensor, viendo descender los números, rezando

altura, Damián Re

chando su respiración errática, sintiendo

trolado. Extendió la mano hacia el espacio a

ujer compartiera su cama -una ocurrencia rara, casi inexistente dada su condición- sentiría la gar

áusea. Ni pánico. Solo u

izaron en la m

recogió los billetes. Benjamin Fra

entos

pecho. Era un sonido oxidado. No reco

a la mitad del horizonte de la ciudad, el hombre cuyo patrimonio neto tenía má

aligrafía era elegant

l ser

us ojos, del color de un mar

o. No marcó un número;

amenaza-. Había una mujer en mi habitación. A

voz del asist

mián-. No me importa lo

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