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La venganza de un científico: Nueva vida

La venganza de un científico: Nueva vida

Autor: Gavin
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Capítulo 1 

Palabras:2085    |    Actualizado en: Hoy, a las 15:17

r la investigación de mi difunta hermana. Mi esposo, Damián,

de mi vida, una cura para el Alzheimer, y luego

a" mientras me des

mis patentes a su amante, la mujer que llevó a mi hermana al suici

depravada que se pueda imaginar, vi mi oportunid

lo correr al lado de su amante, hice un

ítu

Elara

la lista de nominados al premio. Fue un acto simple, una dec

-preguntó mi asistente, María.

e enroscaba en mi estómago. La decisión estaba tomada. Brenda Soto no recibiría

stigación que no era suya. Una investigación que pertenecía

Este premio, este reconocimiento, no se trataba solo de ética pro

u rostro una máscara de furia cuidadosamente construida. -¿Elara, qué demoni

n escudo. -Hice lo correcto, Damián. Brenda robó los dato

on fríos, afilados. -¿Correcto? ¿Correcto para quién? ¿Cr

sino para agarrar mi brazo. Su agarre era un torniquete, clavándose en mi

de alejarme. Apretó más fuerte. La

ró, su rostro a centímetros del mío. Su aliento era caliente en

ra impactante. Mi esposo, el hombre que había pr

mi brazo a mi hombro, una apariencia de ternura. Apretó suavemente,

ontraste con la rabia que acababa de torcer sus faccio

fuerza. -Acabas de lastimarme -logré deci

-¿Lastimarte? Elara, no seas dramática. Simplement

hecho, protegiendo el legado de mi hermana. Pero sus palabra

irme pero aparentemente razonable-. Dale a Brenda e

suicidio! ¡Usó su campaña de ciberacoso para atormentar a Jimena, y

ara. Solo tu dolor y tus acusaciones. Brenda es una víc

línea, las amenazas! Y los datos... Damián, era la secuenciación genética para el Alzheimer de in

enía problemas, Elara. Lo sabes. Era inestable.

i mente recordó fragmentos de conversaciones, llamadas telefónicas susurradas que Damián había tomado, mirad

oz de Damián bajó, helada-. ¿

na, Damián. Los datos que podrían ayudar a millones.

se entrecerraron hasta convertirse en rendijas. -Vue

ntallas de las computadoras que mostraban meses, años, de mi minuciosa inves

nte suave-, te prometo que lo perderás todo. Tu investigac

te atreverías? -susurr

laboratorio. Era una transmisión en vivo de mi sala de servidores, las luces parpadeantes de mis datos de inves

etente! ¡Por favor! ¡Son años de trabajo! ¡Es la

o en sus labios. -Esto es lo que pasa, Elara, cuando me desafías. Cuando eli

decir con 'tu Brenda'? -Las palabras sabían a ceniza

datos que se borraban, luego de vuelta a mí, llena de despreci

oda mi vida! ¡Puse tu capital de riesgo en este laboratorio, trabajé incansa

eres insustituible? -Sus ojos volvieron a la barra de progreso-. El

dre, pasaron por mi cabeza. La idea de esa cura, desaparecida para s

s palabras sabiendo a ven

barra roja desapareció. La pantalla volvió a una visualización norma

a. Un calambre agudo me atravesó el bajo abdomen. Me tam

. -Nervios, Elara. Estarás bien. Ah

su teléfono presionado contra su oreja, sin duda h

ndo el premio 'Joven Innovador'. Damián estaba orgullosamente a su lado, su brazo alrededor de su c

cias a una "generosa nueva inversión". Estallaron los aplausos. La multitud no se dab

reía de sus chistes, sus manos posesivamente en su espalda. Parecían una pareja. Una enfermiza y retorci

triunfante y malicioso. Luego, casi imperceptiblemente, "accidentalmente" dejó caer el canapé. Aterrizó precisamente en una unidad d

emasiado densa. Mi teléfono vibró. Era María. Su voz era frenética. -¡Doctora V

dor me atravesó el abdomen, mucho peor que cualquier co

uda, quebrándose-. ¡Maldita zorr

ramente a sus brazos. -¿Qué es esto, Elara? ¿Cuál es tu problema aho

caba de borrar lo último de mis datos!

e inocentes, las lágrimas asomando. -Yo... no sé de qué está hablando

s ridículo. Estás haciendo una escena. -Se volvió hacia un guardia de segurida

ando el dolor-. ¿Quieres ver qué pasa cuan

enia, mi mano conectando con su mejilla con una sonora bof

e miró, sus ojos abiertos de par en par por la sorpresa. Lue

Bien. Pero no te gustarán las consecuencias. -Se volvió hacia Brenda, cuya mano ahora se

o dramáticamente. -Mi corazón...

la en sus brazos. Me miró por encima de

e murmuraba. El dolor en mi abdomen se intensificó,

bil, desesperada-. ¡Damián,

ja el teatro, Elara -dijo, su voz plana, desprovista de emoción-. No en

s puertas cerrán

e entre mis piernas. El frío y duro suelo de la realidad me golpeó. Esto ya no era solo por Jime

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